[Puede contener algún spoiler sobre la 8ª temporada de Castle]
Hoy voy a hablaros de una serie para la que le guardo dos adjetivos bastante paradojales entre sí. Por un lado, mi serie favorita. Por otro, es la serie que más me ha defraudado este año. Es Castle, la serie que narra la historia del escritor Richard Castle (Nathan Fillion) que trabaja con la inspectora de la NYPD Katherine Beckett (Stana Katic), porqué ésta es la inspiración de su próxima saga de libros. Como no podía ser de otra manera, los dos se enamoran y construyen una historia de amor que es uno de los pilares básicos de cada temporada, hasta la séptima. Permitidme que saque mi lado más fanático y adjetive esta historia de bien construida (sin pausa pero sin prisa, informalmente), intensa y a la vez tierna. Hasta la séptima otra vez, claro. Me atrevo a decir que, entre otras cosas (que hoy no tienen cabida en el artículo) la manera de ser de esta historia de amor, le ha permitido a ‘Castle’ tener un encanto especial respeto otros procedimentales policiales.
Para darle un poco de trasfondo al declive de Castle, hay que echar la vista atrás hasta los últimos meses de emisión de la séptima. Tras poner fin a la trama del asesinato de la madre de Beckett en la sexta temporada, la siguiente se ideó para volver al personaje de Richard Castle y crearle un mejor background. Para ello, la sexta temporada terminó con Castle desaparecido, y los dos primeros de la siguiente siguieron ese hilo dejando quizá un exceso de información (y pocas pistas) para desarrollarlo posteriormente. El caso es que fueron cerrándose tramas (llámese Jerry Tyson, un episodio doble sublime, por cierto) e incluso se abrieron de nuevas precipitadamente (llámese capitanía de Beckett). Pero la desaparición de Castle seguía brillando por su ausencia. Viendo el poco tiempo que quedaba para hacer aún mucho, los fans reclamaban una octava temporada. Finalmente, la desaparición de Castle se zanjó en 10 minutos de un capítulo, uno de los peores de los 159 emitidos. Visto lo visto, la temporada número ocho se seguía queriendo para arreglar el desastre, y finalmente, llegó, aunque con malas noticias. El creador de la serie y su mujer, Andrew Marlowe y Terri Edda (también guionistas de algunos de los mejores capítulos) dejaban la serie. Pero asumían el cargo Terrance Paul Winter y Alexi Hawey, que también habían escrito capítulos muy notables de Castle así que, con todo, no estaba tan mal.
De hecho, el primer capítulo de la octava fue muy bueno (incluso fue trending topic aquí). Hubo misterio, apareció una reinventada a Alexis, un personaje nuevo interesante, Hayley y contaron sólo la historia des del punto de vista de Castle, recurso que les funcionó bien. El problema llegó al capítulo siguiente. Para resumirlo, y ya me perdonaréis la brutalidad, hicieron saltar por los aires lo que habían construido durante 7 años en dos minutos haciendo que Beckett cortara con Castle con un pretexto que sonaba a día de la marmota: el caso de su madre no estaba cerrado, encima del que dio la orden directa de matarla había alguien más. Al final, resultará ser una conspiración planetaria y todo. Beckett quería ir tras ese nuevo malo malísimo, y para proteger a Castle, que ha sobrevivido a tiroteos y ha sido casi víctima de una toxina mortal, decide cortar con él alegándole necesitar un tiempo. En otras palabras, estaría separada de él para investigar y la gente no le relacionaría directamente con ella si algo salía mal. Sin tener en cuenta que el personaje de Richard Castle es famoso, que anteriormente anunciaron su compromiso en prensa y que medio Nueva York sabe de su matrimonio. Pero sí, para los guionistas la mejor opción fue hacer saltar toda la relación por los aires. Al pobre Castle le quedó una cara de desolación e incredulidad como a todos los fans.
Después de este choque (dónde perdieron muchos seguidores) los showrunners salieron en busca de comprensión. Alegaron que la razón de la ruptura era que querían hacer una versión 2.0 del Caskett, en especial de sus inicios: con sus miraditas, sus roces y todas esas cosas que haces cuando aún no te has acostado ni casado con alguien. A diferencia que sí, Castle y Beckett estaban casados y la jugada no les salió nada bien. Al fin y al cabo, la época de las miraditas vergonzosas y los roces casuales ya la habíamos vivido. Y en las temporadas 2, 3 y 4, fue genial y una de las cosas que más enganchó a la serie. Pero en la octava temporada, no era su momento. Y mucho menos, con el pretexto de la ruptura, que ha conseguido quitarle credibilidad a casi cada capítulo de esta temporada. Personalmente, a las alturas de la octava temporada no me entraba en la cabeza que la pareja principal, que aguanta media serie (aunque no son sólo ellos la serie, cabe diferenciarlo) se separara. Y aunque hubiera estado en contra igual sí, si la ruptura hubiera tenido alguna clase de argumento viable, hubiera sido más llevadero para la serie.
La cuestión es que a continuación la cosa no mejoró mucho. Primero, por el sinsentido que resultaba ser y la no credibilidad de la situación. Pero además, era triste ver a Castle y Beckett ser prácticamente caricaturas de lo que un día fueron. Los personajes que se han podido ver en la octava temporada (a excepción del quinto y séptimo capítulo, dónde da la sensación que vuelven a ser ellos) están totalmente desdibujados y fuera de sus principios. No han estado fieles a la construcción que se les ha dado des del inicio y que tuvo su auge en las temporadas tres y cuatro. Ha sido una pena ver a Castle como un perrito faldero en vez de sacar su faceta de las primeras temporadas, que se metía en todos los meollos posibles para descubrir la verdad. Una de sus frases más célebres dice que “siempre hay una historia”. No le han hecho ni caso. A todo esto se le puede sumar la penosa reconciliación del final: después de decirle las cuatro verdades que Beckett necesitaba y de incluso admitir necesitar un tiempo para perdonarla, cambia de opinión en dos segundos y vuelve a sus brazos.
A Beckett también se le ha visto totalmente fuera de sus cabales, si cabe, aún más que a su marido (sí, marido). Su personaje se había enfrentado des de la temporada 2 a la 6 al caso de su madre y a la muerte de la misma. Fue un proceso difícil, pero que considero que supieron explicar bien el porqué de todas sus fases y pequeños pasos, aunque al final se les hiciera un poco largo. Fuera como fuera, la cosa se dio por acabada, dando a entender que gracias a su esfuerzo y a Castle lo había superado y citándola literalmente, que “por fin podía ser quién quería ser”. En esta temporada, han tirado todo este progreso por el suelo, ya que vuelve a ser la Beckett obsesionada con el caso de su madre. Otra vez, esto en la octava temporada no tocaba.
Lo más irónico, es que en el último capítulo de la temporada Castle le pregunta a Beckett qué no fue capaz de contarle la verdad y fingir una ruptura para que a escondidas, pudieran investigar juntos. Queridos guionistas, les hubiera sido más útil para hacer la famosa versión 2.0 del Caskett. Por lo menos, hubiera sido más fiel a la serie. Al menos, esta impresión me da a mí.
Este declive pues se debe, en parte, al fallo de ideación de la temporada. Pero también cabe comentar que la ABC, cadena que retransmite Castle, tiene parte de culpa. Primero, porque la publicidad que le dedican es deprimente comparada con otras series de la misma cadena; a pesar que cada año alegan que es de las mejores series de su parrilla y quieren mantenerla muchos más años. Pero ni en redes sociales, ni en la regularidad con los sneak peaks y ni con la elaboración de photocalls: en ocasiones, la serie parece invisible. Además, tienen la molesta manía de no confirmar la renovación hasta finales de temporada, limitando la capacidad de los guionistas. Estos, en parte, se han visto obligados a alargar una serie después de un final de séptima más que cerrado. Y no, no les ha salido bien. Por ahora, Castle necesita un final digno y ninguna temporada más. Pero ABC ha decido no anunciar esta decisión hasta final de temporada.
En definitiva, con los contras que tiene Castle des de fuera, y con el desgaste interno después de siete año de serie y en especial el autogolpe de esta octava, tiene el reto de recuperar el corazón de parte de su audiencia a partir del 1 de febrero, cuando vuelva a la ABC. Si más no, mejorar las expectativas. ¿Volverá con una idea que nos recuerde más a nuestra serie de toda la vida. Esperemos que sí.