Título original: Heojil kyolshim
Año: 2022
País: Corea del Sur
Dirección: Park Chan-wook
Guion: Park Chan-wook, Chung Seo-kyung
Música: Jo Yeong-wook
Fotografía: Kim Ji-yong
Reparto: Tang Wei, Park Hae-Il, Park Yong-woo, Yoo Seung-mok, Kim Shin-young, Lee Jung-hyun, Seo Hyun-woo
Productora: Moho Films, CJ Entertainment
Género: Drama, Thriller, Romance
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José Ortega y Gasset decía: “Hay tantas realidades como puntos de vista. El punto de vista crea el panorama”. Esta célebre cita, base indispensable del perspectivismo, serviría de manera tosca y mundana para definir una película como Decision to leave. El nuevo largometraje del surcoreano Park Chan-wook (La doncella), el cual escala desde el policíaco para luego bucear hasta el melodrama, versa, entre otros asuntos, sobre la percepción. Aquella realidad creada por los detalles y su fijación dependida del sujeto que observa y actúa en consecuencia. Pero, sobre todo, estamos ante una historia de amor truncada desde su misma concepción.
Jang Hae-Joon (Park Hae-il) es un detective de policía tan concienzudo como insomne que, cuando empieza a investigar la muerte de un hombre a los pies de una montaña, se enamora de la viuda del difunto, la misteriosa y sospechosa principal del caso Song Seo-rae (Tang Wei). Y aquí, en una delicada y extraordinaria intersección entre la razón y el corazón del guion escrito por Chung Seo-kyung, comienza un meticuloso thriller en el que su director desata toda una amalgama de recursos visuales para configurar un ejercicio de virtuosismo lúdico aparentemente libérrimo. Y digo aparente porque su armazón gramático a nivel visual es de una solidez arrolladora, a pesar de las piruetas rompecabezas de Chan-wook, que consigue dar la suficiente profundidad al relato prototípico del cine negro.
Es por ello que el respetable se encontrará con una cinta tan plagada de pistas en su puzle narrativo como de constantes rimas y simbologías en su atribulada hondura dramática, con ambos protagonistas en el epicentro de un romance imposible de ejecutar por la ética y la verdad. Un tira y afloja constante entre las imágenes/personajes que no dejan de chocar y sobreponerse a tenor del sensacional montaje de Kim Sang-bum, bañado por la embaucadora fotografía en digital de Kim Ji-yong y elevado a la cumbre por la excelsa partitura de Jo Yeong-wook. Partes de un todo que a su vez utiliza la tecnología como elemento esencial en su devenir argumental y pequeñas pinceladas de humor como alivio de la tirantez constante entre estas dos almas trágicas.
Mentar, como no, el increíble trabajo de sus dos actores principales, portadores cada uno de personalidades antitéticas pero complementarias en un continuo crescendo de la tensión sexual, así como de la sospecha hitchcockiana. Cuyos gestos y psicologías se van adecuando a la forma de los planos imposibles de su director, a los mensajes de texto que se envían, a la geografía que habitan en ambas mitades del metraje, a las grabadoras a las que se confiesan, a las pistas falsas que sigue uno y siembra la otra y, en definitiva, al punto de vista de cada uno. Por ello, amén también de un inusitado equilibrio y medición de sus códigos internos, me atrevo a declamar prontamente que estamos ante uno de los mejores estrenos del año. O, al menos, esa es mi impresión.
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Lo mejor: La laboriosa armonía que practica Park Chan-wook entre forma y fondo
Lo peor: Su duración diluye un poco su potencial impacto emocional y estético
Nota: 9/10