Después de pasear por los coloridos años sesenta y entrar en la bat-cueva gótica de los años ochenta, toca visitar una de las versiones de Batman más criticadas de la historia del cine, si no la que más.
Batman forever (1995) y Batman y Robin (1997) nunca han gozado de gran prestigio entre la crítica y los fans. Por momentos parecía que el director de ambas películas, Joel Schumacher, quería volver a ese Batman infantil que tanto triunfó en la década de los sesenta, después de la oscuridad lograda por Tim Burton.
En los films de Schumacher, el traje de Batman no cumplía ninguna función, no representaba nada, a diferencia del Batman de Burton o posteriormente el que se vería con Christopher Nolan. El Hombre Murciélago de Schumacher cae en la parodia y lo creado en las dos anteriores películas de Batman se esfuma para introducir al personaje en un mundo totalmente nuevo.
Los efectos especiales tradicionales jugando con los decorados góticos de antes se eliminará, y se optará por los efectos generados por ordenador con un abuso de los neones en la iluminación de las imágenes publicitarias tal cual se encontraba en ese momento Nueva York.
<<La arquitectura de Gotham se hace poliestética, cinética, en cuanto que se trasforma en un modo de comunicación-información.(…) Resulta curioso, sin embargo, cómo a pesar de esta proliferación de imágenes publicitarias y de elementos escultóricos fantasmagóricos cambiados de escala, Gotham mantenga su identidad Decó en su cota más alta, a través de sus rascacielos, siendo sus remates, al fin y al cabo su conocido skyline de sabor netamente neoyorquino, lo que sigue denotando su carácter gótico>>(‘Batman, ¿por qué tan serio?)
La monumentalidad y vistosa arquitectura prototípica del Art decó, estilo bastante utilizado a partir de la Primera Guerra Mundial, llenó de luz a la Gotham de Burton para no asustar a los más pequeños e invitarlos a entrar en el mundo de Batman.
Warner consideró demasiado oscura Batman vuelve (1992), y pretendían un Batman para toda la familia. Los personajes, la ambientación e incluso el guion cobraban sentido en el público infantil, con diálogos que buscaban el chiste fácil.
Se produce así una ruptura entre cine y cómic a la hora de abordar el personaje. El público adulto desconectó de la gran pantalla y siguió consumiendo historias oscuras del Hombre Murciélago en las viñetas. Mientras, una nueva generación, más infantil, descubría a Bruce Wayne y sus aventuras en Gotham en el cine. La misma generación que irá a los centros comerciales a comprar muñecos de Míster Frío (Arnold Schwarzenegger), Robin (Chris O’Donnell) o Hiedra Venenosa (Uma Thurman).
En la versión de Schumacher también vemos un Batman más sexualizado. La erótica del poder siempre ha estado presente en el misterio que envuelve al personaje, al igual que su poder económico y su caché como Bruce Wayne. Pero en esta ocasión el director va más allá y de forma explícita podemos ver el cuero que cubre a Val Kilmer o a George Clooney (sobre todo a éste) para ver sus partes más sensuales.
Joel Schumacher apuesta por lo vistoso, por la imagen más que por el fondo, y eso se deja ver en los numerosos planos que hay para «presentar» al personaje. Mientras que Burton lo convierte en un bicho raro que es incapaz de enamorarse porque tiene problemas con las relaciones sociales, Schumacher lo convierte en un sex simbol de los 90 para representar al héroe noventero con fidelidad. Hombre blanco, fuerte, con dinero y guapo.
Este estereotipo se encontró en Clooney que, junto a O’Donnell, provocaron la casi confirmación de las sospechas originadas hacía décadas en el libro La seducción de los inocentes del psiquiatra Fredric Wertham. En este estudio, Wertham afirmaba que las historias de Batman incitaban a los niños ser homosexuales y que, por supuesto, eso era un problema.
Posiblemente, el logro más longevo de esta versión es incitar en la duda de la sexualidad de Batman y entender que, eso no es lo importante. Schumacher se arriesga así en una década complicada, casi igual que ahora con los «ofendiditos» y la cultura de la censura silenciosa que todo molesta. Pone, a lo mejor de manera inconsciente, en tela de juicio la sexualidad de un hombre que cumplía todos los parámetros de un hombre hetero-patriarcal.
¿Y si Batman fuera gay? ¿Ocurriría algo? ¿Cambiaría la imagen de nuestro héroe favorito? ¿Y los villanos? ¿Joker, Pingüino, Enigma…serían las frustraciones psicológicas de un homosexual reprimido?
Nunca tendremos la respuesta, porque nunca nadie se atreverá a ahondar en ese aspecto. Schumacher lo hizo, pero lo infantilizó de tal manera, que la luz que iluminaba Gotham, encandiló a millones de espectadores viendo los mejores bat-pezones de la historia.
Aún así, la comunidad LGTBI y la generación de los noventa, estará eternamente agradecida por el riesgo y por sembrar la duda a una sociedad hetero patriarcal. Por no hablar del merchandising que arrasó esa década y que todavía muchos guardan en sus estanterías.
https://www.youtube.com/watch?v=0-GIJSZ2GAk