Crítica – ‘Dunkirk’

Título original: Dunkirk

Año: 2017

País: EEUU

Director: Christopher Nolan

Guión: Christopher Nolan

Fotografía: Hoyte van Hoytema

Reparto: Fionn Whitehead, Mark Rylance, Kenneth Branagh, Tom Hardy, Cillian Murphy, Barry Keoghan, Harry Styles, Jack Lowden, Aneurin Barnard, James D’Arcy, Tom Glynn-Carney, Bradley Hall, Damien Bonnard, Jochum ten Haaf, Michel Biel

Productora: Warner Bros. Pictures / Syncopy

Género: Bélico/Histórico

Un ejercicio que todo crítico o aspirante a ello debería hacer es dejar reposar las películas, en lugar de escribir sobre ellas prácticamente después de haberlas visto. Incluso si se tiene oportunidad, someterla a la terrorífica prueba del segundo visionado, en la que no pocas películas caen y no provocan ni de lejos las mismas sensaciones que en el primero, y no porque el espectador ya sabe todo lo que se va a encontrar, las penurias, alegrías y misterios por las que acompañará a los personajes que la conforman: una buena película lo es porque nunca perderá su esencia ni lo que la hace especial. Quien escribe estas líneas debe confesar que salió de la sala de cine alucinando, con la cabeza totalmente volada por haber contemplado semejante pieza cinematográfica, pensando en la cantidad de líneas falsamente grandilocuentes que terminaría escribiendo en este medio. Pues bien, tras unos días de calma, de pensar sobre la película y analizarla, no cuesta llegar a la conclusión de que Dunkirk es una buena película, pero que por mucho que quiera Nolan no es la obra maestra que se le presupone ser.

Sí, tiene una factura técnica que es increíble, realizada prácticamente en su totalidad sin utilizar ni un solo croma (cosa que en los tiempos que corren es loable, sin duda), visualmente es uno de los trabajos más interesantes que ha llevado a cabo Hoyte van Hoytema junto con su equipo, la mezcla de sonido a un volumen anormal por fin tiene una justificación de un efecto sobre el público, pero narrativamente, se queda atrás. Esto se puede entender de varias formas, aunque la opción que parece más factible e interesante es que uno de sus principales errores, los personajes, no interesan por quiénes son, sino por lo que hacen. Es uno de esos casos tan curiosos en los que no se conecta con las personas, se conecta con los actos, lo que les lleva a sobrevivir desesperadamente en un entorno de guerra, en el que se confía la vida a un marinero a cargo de un pequeño barco que puede que jamás llegue a puerto, en el que se presta ayuda a los compatriotas sin importar lo que hayan hecho, en el que se es un joven soldado que sólo quiere huir de un enemigo invisible tanto para él, como para quien contemple la película.

El caos de la guerra que se verá resaltado por un estupendo apartado técnico visual y sonoro.

Esta la idea inicial de Nolan, plantear a estos héroes, enemigos y supervivientes anónimos y hacer que mediante el apartado visual y el sonoro (destacando este último), uno se sienta parte de esta guerra. Como comentaba previamente, la mezcla de sonido es perfecta a ese volumen tan alto, porque no juega a usar su diseño auditivo como si se tratase de matar del susto con un mero jumpscare, busca la inmersión, busca el acercarse aunque sea lo más mínimo a lo que suena la guerra desde ese primer disparo. Y esto es interesante, pero a la par es molesto. ¿Por qué? Porque la guerra seguro que no suena a Hans Zimmer. El recurso constante del reloj es una idea extradiegética que es interesante: su ritmo se acelera cuando el ritmo de la película o lo que sucede es más frenético y decelera cuando ocurre todo lo contrario (aunque hay que decir también que es igual de sutil que un ladrillazo en la boca), pero ayuda a la inmersión, funciona. La obra de Zimmer esta vez es menos ostentosa y da la impresión de que no quiere llamar la atención, sino acompañar, pero consigue el opuesto hasta llegar al extremo de molestar. Dunkirk habría resultado mucho mejor con mucho menos segmento musical, o incluso sin él.

Como contrapunto, ya se ha mencionado también la destacable labor de Hoyte van Hoytema, que no deja de sorprender tomando un trabajo tan distinto a todo lo que ha hecho antes, como Her (Spike Jonze, 2013) o Déjame entrar (Tomas Alfredson, 2010), y en cierto sentido, embelleciendo el horror. Su forma de trabajar la luz y la composición son tan cuidadas y limpias que casi muestra la guerra como algo bonito y elegante, es una delicia verla, uno muere por ver el siguiente plano hasta su fin. No teniendo poco con enfrentarse a un trabajo de tamaña proporción, lo hace rodando en gloriosos 70mm y que sólo unos pocos afortunados podrán ver, ya que en España sólo hay un cine que sigue proyectando en este formato, el Phenomena de Barcelona. No obstante, antes de explicar brevemente por qué se debería ver esta película proyectada en 70mm, hay que hacer un alto en el camino muy importante.

Tom Hardy trabaja de nuevo con Nolan, que a pesar de lo emotivo de su papel, no se termina de conectar con su personaje. Ah, y aprovechad este fotograma porque es todo lo que le vais a ver la cara.

Se ha hablado mucho del tema de la figura de la mujer en el cine de Nolan, y Dunkirk no iba a ser menos. Curiosamente, pocos se han dado cuenta de la casi total ausencia de presencia femenina (las mujeres que aparecen se pueden contar con los dedos de una mano), y cuando han surgido comentarios haciendo alusión a ello, el clásico sector machista suelta el bombazo: “en la Segunda Guerra Mundial no había mujeres”. Durante la Primera Guerra Mundial sí tuvieron limitaciones que les restringieron a apartarse de la guerra o a ayudar como enfermeras, mientras que para Reino Unido (facción protagonista de la película), muchas de esas limitaciones y prohibiciones se olvidaron y las mujeres pasaban por entrenamiento militar para el manejo de dispositivos antiaéreos, así como para servir como apoyo en armerías y muchas tomaron parte como operadoras de radio subterráneas y agentes infiltrados. Aún así, se impuso que las mujeres no estaban capacitadas para matar a nadie, cosa que habría sido interesante que Nolan hubiese mostrado en su narración, y lo que hace que ésta sufra de no alcanzar un nivel muy alto que se prometía en un principio.

Por último, pero no menos importante, queda hacer un pequeño comentario sobre el haberla rodado en 70mm. Su tamaño es muy similar al formato medio de película fotográfica, y que supera por dos veces la proporción de la conocidísima película de 35mm. La principal ventaja de verla proyectada en este formato tal y como se concibió en un principio, es por la extrema definición del negativo, superior a su hermano pequeño, y esa textura tan especial e irreproductible en el digital. Verla en una pantalla especialmente diseñada para realizar proyecciones en 70mm es lo que marca la diferencia con respecto a verla en una sala normal y corriente, y uno no miente cuando escribe en estas líneas que es todo un espectáculo visual. Si se tiene la oportunidad, hay que ir al cine Phenomena de Barcelona a verla.

Comparación entre el 70mm positivado de un fragmento de Dunkirk con un fragmento de película cinematográfica de 35mm.

A pesar de sus fallos, Dunkirk no es una mala película, es trepidante, mantiene la tensión, se sufre acompañando a sus personajes, y se vive, se vive como si fuese uno quien estuviese intentando sobrevivir a la guerra. Es una película pequeña en su grandilocuencia, con muchas decisiones que fueron tomadas de forma torpe y tonta, pero es una de esas que aún teniendo en cuenta sus lacras, hay que ver.

Lo mejor: El diseño del espacio sonoro y el apartado visual, son sin duda de lo mejor de la película, con aspectos inmersivos muy definidos. Las sólidas interpretaciones de Cillian Murphy o Mark Rylance, junto al terror puro que muestra en su mirada Fionn Whitehead durante todo el metraje también resultan algo a destacar.

Lo peor: La prácticamente nula presencia de la mujer así como algún relato sobre su papel durante la Segunda Guerra Mundial, unido a otras decisiones torpes por parte del director. Lo insulso e innecesario que resulta Hans Zimmer en la película.

Puntuación: 8/10