Auto-cine en Tenerife: La nostalgia versus la intención.

Los días 4 y 5 de este mes se celebraba, por primera vez, un auto-cine en la capital tinerfeña. El experimento, un tanto novato, falló en la organización y en algunos aspectos técnicos.

Tenía todos los condimentos para que fuera un éxito de público. De hecho lo fue. 300 coches habitaban en los aparcamientos del Parque Marítimo de Santa Cruz de Tenerife esperando ansiosos las películas a proyectar. Éstas fueron elegidas por el espectador a través de una votación por la página del Ayuntamiento. Las elegidas: El sábado en dos sesiones Jurassic World (2015) y Deadpool 2 (2018), el domingo, también en dos sesiones, Small Foot (2018) y John Wick 3 (2019).

Una llamada a disfrutar del cine de manera segura y diferente. Después de estar encerrados unos dos meses apetecía al chicharrero vivir una experiencia única. Las expectativas eran tan altas, que la balanza se inclinó más a la decepción que al agrado.

Una idea genial pero mal ejecutada. Desde el acceso y salida de los coches hasta la sensación de que la pantalla podía haber sido un poco más grande. Sobre todo para los coches más lejanos, cuyos habitantes debían forzar un poco la vista.

La emisora por donde se escuchaba la película funcionaba a la perfección, al igual que el servicio de comida, pero no fue suficiente para salvar un experimento que debe mejorar mucho si no quiere fracasar en las próximas sesiones.

El auto-cine, como su propio nombre indica, tiene protagonismo el coche y sus tripulantes. Los que disfrutan de la película son éstos. Esta idea no entró realmente en el auto-cine de Santa Cruz, ya que había gente sin coche sentada en los alrededores del espacio habitado para la función, escuchando la película en la emisora de radio por sus móviles (la emisora se facilitaba en la misma pantalla que se proyectaba la película). Incluso estaban más cómodos que algunos coches en la lejanía.

Sin ninguna seguridad al respecto, fue un momento surrealista donde la palabra auto-cine dejó de cobrar sentido. Al igual que los problemas técnicos en Deadpool 2 sobre las 23:30 de la noche, donde se llegó a parar la cinta hasta en dos ocasiones, tardando unos diez minutos en arreglar el problema.

La fidelidad de los horarios también fue un problema. Las películas no empiezan en las sesiones que se prometen. Media hora más tarde suele ser el comienzo del filme después del caos de la entrada de unos coches que, se ven inseguros ante el tráfico circundante de la zona y lo estrecha que es la entrada.

Dicho esto, espero que el Ayuntamiento escuche al espectador para poder mejorar las siguientes sesiones del fin de semana del 11 y 12 de julio. Una idea fantástica que, puliéndola, podría venir para quedarse.