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5 grandes personajes femeninos del western

Pensar en western es pensar en señores rudos y ariscos a caballo con pistola en cinto y sombrero polvoriento. Es cierto que, en sus primeras décadas de existencia, el género ocupó a menudo un espacio de transmisión de valores conservadores y de exaltación cultural de la herencia judeocristiana sobre la que se erigió la joven república de los Estados Unidos de América. Los subtextos que permean a muchas de las obras más reconocidas y reconocibles de esta corriente cinematográfica se construyen a partir de la moralina nostálgica y la defensa a ultranza de los estilos de vida y los roles tradicionales.

Así, la genealogía de este gran género adolece, sin embargo, de no haber sabido construir demasiados personajes femeninos que superen el arquetipo de la mujer sumisa o el de la damisela en apuros. No obstante, sí que existe un nada despreciable puñado de títulos que han cincelado interesantísimos papeles de mujeres aguerridas en un entorno hostil. Aquí una breve lista de 5 grandes personajes femeninos del western (Téngase en cuenta, claro está, que los personajes que serán mencionados a continuación fueron rompedores si se toma como referencia la moral y el marco mental de la época en la que se manufacturaron estas películas). 

  • Grace Kelly en Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952)

personajes femeninos del western

A pesar de la lectura claramente conservadora que de esta película se puede hacer (en torno a conceptos como el sentido del deber o la defensa a ultranza del honor más esencialista), la cinta sí que deja un giro final innovador (ALERTA SPOILER) al atribuirle al personaje central femenino el rol de salvadora de su marido en el tiroteo final, y no al revés, como era habitual en la época. Si no fuera por la determinación y la valentía del personaje de Grace Kelly, esta historia habría tenido un muy trágico final.

  • Joan Crawford en Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954)

El mejor personaje femenino de la historia del western (y quizás también de la historia a secas), es la pieza central de una de las grandes obras maestras del género. Este título fue mucho más allá en lo subversivo, pues la protagonista es una rapidísima y letal pistolera (interpretada por una genialísima actriz, por cierto) que desafía con su comportamiento los patrones y arquetipos que el cine cincuentero reservaba para los personajes femeninos. Si no te gusta esta película, es que no tienes alma.

  • Claudia Cardinale en Hasta que llegó su hora (Sergio Leone, 1968)

A pesar de no empuñar jamás un arma, este personaje se erige, a mi juicio, como el más profundo, tridimensional y rico en matices de todos los perfilados por el Spaghetti Western. Jill McBain es una superviviente que sufre los estragos de una época turbulenta, salvaje, despiadada y cruda. Se le confieren rasgos de carácter que construyen un ser complicado, arenoso y contradictorio. Todo esto, se adereza además con la muy reseñable interpretación de la italiana Claudia Cardinale en uno de los puntos álgidos de su carrera.

  • Kim Darvy en Valor de ley (Henry Hathaway, 1969)

Este clásico de Hathaway cuenta la historia de la combativa Mattie Ross, y de su turbulenta travesía en busca del hombre que asesinó a su padre. La película y el personaje fueron revisitados con excelente pulso en el remake homónimo de 2011 dirigido por los Hermanos Coen, donde el personaje fue retomado con pareja lucidez por la joven Hailee Steinfeld. Valor de ley es, en definitiva, la historia de una persona decidida, valiente, llena de resolutivos recursos y de iniciativa.

  • Sharon Stone en Rápida y Mortal (Sam Raimi, 1995) 

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Otro de los grandes ejemplos del arquetipo de mujer pistolera vino de la mano de una Sharon Stone que, por aquel entonces, se encontraba en plena cresta de la ola. Esta maravillosa e infravalorada película, es un compendio exquisito de referencias, influencias y guiños a la rica historia del western. Muy spaghetti en su técnica y estética, pero con una protagonista que recuerda de forma simpatiquísima a la antes mencionada Crawford.

Quiero recordar, a modo de reflexión final, que el western, como el cine, es mentira. A pesar de remontar sus orígenes a una etapa histórica aciaga, cruel y pedregosa, este puñado de interesantes personajes demuestra que, si existe voluntad de ello, hay espacio para introducir figuras femeninas profundas, evocadoras e incluso inspiradoras entre los lugares comunes del género. Si, en virtud de un supuesto e irreal rigor histórico, se siguen perpetrando, sin asomo de réplica o cuestionamiento, las dinámicas más tóxicas del pasado, será la prueba de que no hemos entendido nada.