Fotograma de 'Una quinta portuguesa'
Fotograma de 'Una quinta portuguesa' con Maria de Medeiros y Manolo Solo

‘Una quinta portuguesa’, y otro día más preguntándome todo…

 

Título original: Una quinta portuguesa

Año: 2025

Género: Drama

Duración: 114 minutos

País: España

Dirección: Avelina Prat

Guion: Avelina Prat

Reparto: Manolo Solo, María de Medeiros, Branka Katic, Ivan Barnev, Rita Cabaço, Luísa Cruz…

Fotografía: Santiago Racaj

Música: Vincent Barrière

Compañías: Coproducción España-Portugal; Distinto Films, Jaibo Films, O Som e a Fúria
Después de unos meses, vuelvo de entre los desaparecidos, y algo —bastante— melancólicos, para visionar —tres veces en la última sesión del cine de la noche fría y desolada— con los mismos sentimientos y situaciones que esta historia de desaparecidos, pero de los desaparecidos por voluntad propia. De los que abandonan repentinamente y sin explicación, son esos abandonos los que duelen más que un desamor o un odio interno: los de incomprensión o confusión por la agonía de desconocer la razón; la impotencia emocional. Y posteriormente harán sobrepensar lo que podría o no haber pasado de todas las alternativas posibles en todas las elecciones de cada una de las dos personas, la abandonada y la que abandona. «No voy a buscar a alguien que no quiere que la encuentren», contesta Fernando. ¿Y si por nula razón sí la buscáramos? Me dicen que no lo cuestione y lo olvide, que deje ir, que no podemos controlarlo todo, que, a veces, no conocer la respuesta es mejor. Pero, son tan dolorosas las dos conclusiones: la indiferencia, la ignorancia, y la respuesta, conocer la razón ¿no? Todo el mundo pasa, olvida, ignora, y al final todo acaba sin ocurrir. Ocurre la nada, la desolación existencial de las relaciones humanas, un futuro sin llenar, sin mejorar o empeorar. O lo que sea que ocurra, pero, ¿que nada ocurra? ¿Qué es todo esto, entonces? Y así, no puedo aguantarlo.
Y esto dicho es, en gran parte, lo que vertebra la directora y guionista valenciana Avelina Prat —que también ha sido arquitecta años atrás y script en múltiples películas de nombres eminentes— en Una quinta portuguesa, su segunda película. La inesperada decisión de Milena, la mujer de Fernando, de volver de dónde una vez ya huyó para mejorar su existencia, a su país natal, Serbia, porque en España sigue sin encontrarse, sin saber quien es o quien quiere ser. Lo mismo que con Serbia. Fernando, decepcionado profesor de geografía aferrado a los mapas, no sabe qué hacer y un día decide abandonar Barcelona y aparecer en Portugal, encontrándose con quien posteriormente acaba haciéndose pasar hasta serlo de verdad: Manuel, un enigmático y agradable jardinero aferrado a las plantas sin lugar al que volver que trabajará en una quinta portuguesa de almendros cuya dueña, Amalia, experimenta vida y pasado similares.
Fotograma de 'Una quinta portuguesa'
Fotograma de ‘Una quinta portuguesa’ con Maria de Medeiros y Manolo Solo
En Vasil, su anterior película, ya hablaba, aparte de una improbable pero amable amistad, de la migración y una geografía muy interior, íntima, personal. Ocurría que Vasil, un búlgaro profesional del bridge y el ajedrez, emigra a España quedándose a dormir en el sofá de Alfredo, un señor estricto acomodado en su soledad, mientras le manda cartas a su hija deseando traerla. Y Avelina trataba el buen corazón con la relación de estos dos obligando que, gracias a, o por culpa de Vasil, Alfredo volvía a reencontrarse con sus personas importantes, como su hija, que me cautiva siempre. Eso me hacía pensar sobre el envejecimiento de un señor introspectivo y estancado de camino a la misantropía mientras su hija ignorada paternalmente se ilusiona por un enigmático desconocido, en busca de un sentido, de entender un yo que sé y el reencuentro de uno mismo y de las personas.
En Una quinta portuguesa vuelve a hablar de esa geografía interior por el abandono, que afecta a los dos, realmente. También de una soledad injusta pero serena y estimulante, esperanzadora. De la búsqueda, optimista y pesimista por momentos, de un lugar al que pertenecer, y con ello, aprovechar a la cautivadora y melancólica Amalia para hablar de su injusticia y del colonialismo portugués: «Yo no pertenecía ni allí ni aquí, mi patria era el colonialismo, esta quinta ha sido mi libertad y mi prisión», dice profundamente Amalia. No podría estar más de acuerdo contigo, Amalia. Y más si la encarna como una diosa Maria de Medeiros cuya sonrisa, mirada y melancolía me enamora y cautiva todas las partes de mi ser junto con un Manolo Solo siempre excepcional, con esos silencios, miradas y preciosa pronunciación portuguesa remueven los sentidos de mi existencia. Solo hago que pensar en su compañía, en estar con ellos. En ser ellos.
Fotograma de 'Una quinta portuguesa'
Fotograma de ‘Una quinta portuguesa’ con Maria de Medeiros y Manolo Solo
La(s) historia(s) de Fernando, Amalia, Milena y Olga son sobre el desarraigo, las nuevas oportunidades, el perdón y la suplantación de identidad, pero con el buen corazón, o inventarse una —como en el caso de Amalia—. Ser otro(s) para encontrarse con uno mismo, ¿es qué acaso no hacemos eso con el cine y la literatura, con el arte en general? La búsqueda de nuestro sentido para encontrar lo que más ansiamos: la felicidad. Las típicas pero exhaustas preguntas «¿de dónde venimos? ¿quiénes somos? ¿adónde vamos?» se reflejan aquí con sutileza y excelencia, gracias a la meticulosidad del guion, planos, elipsis rompedoras, simbolismos y lirismo cotidiano emocionantes que nada sorprenden sabiendo que son creados por una directora impredecible llena de autenticidad que transporta la belleza al cine, con pensamiento y reflexión estimulantes, en una época tardía. La necesitamos si los gestos, susurros, miradas y sentimientos de los personajes van a ser siempre igual de eficaces en su sutileza como la pausa que pide la tierra para luego florecer iguales o mejores que nunca, que es lo que buscan los personajes, y no escapar, sino renacer.
Pienso en Vasil cuando habla de las Islas Canarias y su misterio de la Atlántida para dirigirse allí. Pienso en ese «a casa» que pronuncia Manuel cuando piensa adónde ir, y es cuando, aparecen otra vez las miradas y sonrisas de felicidad y esperanza entre Manuel y Amalia. Pienso que es todo una resurrección de lo anterior. La misma historia de manera diferente. El mismo universo y como si esta fuera una continuación de Vasil. No sé, déjame en paz y sobrepensar hasta ser un impostor creado por Avelina Prat.
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