the blair witch project
Fotograma de 'The Blair Witch Project' de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez

‘The Blair Witch Project’, la muerte del cine

Puede que sea difícil de aceptar, pero hace ya 20 años de la muerte del cine. Supongo que os preguntaréis qué me lleva a afirmar esto. Sé que puede parecer atrevido que un don nadie venga a echaros en cara que disfrutéis de algo muerto, como si de una especie de «necrofílicos artísticos» os tratárais. De hecho, no os lo echo en cara, ni mucho menos. En todo caso, sería el crítico y filósofo estadounidense Arthur C. Danto quien lo haría.

Danto habló en numerosas ocasiones a lo largo de su trayectoria acerca de la muerte del Arte, concretamente en su libro The transfiguration of the commonplace. El teórico afirmaba en su texto que la única forma de provocarla era convirtiendo al signo y el significado en un mismo concepto. Hablando claro, para Danto el Arte muere cuando la obra no se puede diferenciar de la realidad. Por ejemplo, él señala a Cajas Brillo de Warhol como la asesina del Arte, justamente porque al entrar en un museo confundió la obra con un simple montón de cajas.

‘Cajas Brillo’ de Andy Warhol

Bajo esta premisa, tiene cierto sentido señalar a The Blair Witch Project como la asesina del cine. Esta atmosférica cinta de terror considerada como la madre del found footage hizo todo lo posible por hacernos creer que lo que veíamos era real. Y se podría decir que funcionó. Sus directores Eduardo Sánchez y Daniel Myrick consiguieron que hubiera espectadores que creyeran que lo que estaban viendo era realmente material grabado por tres estudiantes de cine desaparecidos en extrañas circumstancias. O al menos que muchos de ellos pusieran en duda la naturaleza ficticea de la película. Y es que es comprensible, teniendo en cuenta que se hizo creer a todo el mundo que los tres protagonistas estaban realmente muertos.

The Blair Witch Project rompió la barrera que separa el Arte y la realidad. Consiguió contradecir la propia base del Arte (de la cuál hablé en mi anterior artículo), demostrando que puede ser más que un simple simulacro y convertirse en el propio objeto. Tiene mérito que este par de directores hayan conseguido lo que Magritte planteaba como imposible: Que esto sí sea una pipa, no solo una mera representación de ella.

Pero, un momento. ¿Realmente esta es la primera vez que algo así ocurre en el séptimo arte? ¿Hasta el 1999 nadie fue capaz de hacer creer al espectador de que lo que estaba viendo era real? De hecho, sí. Curiosamente, un año después de la invención del propio cine. En 1896, los hermanos Lumière estrenan La llegada de un tren a la estación de La Ciotat, una de las primeras películas de la historia. Se rumorea que durante su proyección numerosas personas salieron corriendo aterradas de la sala pensando que el tren les iba a arrollar realmente. ¿Podríamos afirmar entonces que el cine murió justo al nacer asesinado por sus propios padres? ¿Ha sido el cine un muerto viviente durante toda su existencia?

Fotograma de ‘La llegada de un tren a la estación de La Ciotat’ de los hermanos Lumière

Me veo obligado a pedir disculpas por el sensacionalismo presentado al inicio de este artículo, pero no considero que el cine haya muerto. De hecho, creo que estas películas no asesinan al séptimo arte, sino a su condición de Arte en su definición más canónica. Quizás el cine sea capaz de abrazar la realidad de una forma mucho más intensa que cualquier otra disciplina artística. Puede que las películas sí sean capaces de mostrarnos pipas, mientras otros artes no pueden. La concepción de Danto no es aplicable al cine, pero a la vez sí. No es que el cine esté muerto, es que el cine es el Arte muerto.