Star Wars y su ‘simpsonización’

 

“Tanto va el cántaro a la fuente…” comienza el refrán, y de él se puede partir para anticipar el porvenir del fenómeno Star Wars. Dicen que el cántaro se rompe entre tanto ajetreo, y el agua que contiene se desparrama por el suelo. Pero, sin embargo, necesitamos el agua.

Esta misma semana Disney y Lucasfilm han desvelado sus intenciones para con la saga de Star Wars. Una nueva trilogía, separada de la historia los Skywalkers, está de camino, dirigida y escrita por Rian Johnson, tras la buena acogida que ha tenido The Last Jedi entre los directivos de gran productora. “Verle crear The Last Jedi desde el principio hasta el final ha sido una de las grande alegrías de mi carrera”, afirmaba la todopoderosa presidenta de Lucasfilm, Kathleen Kennedy en un comunicado.

El renacer de Star Wars no ha hecho más que comenzar. Resulta refrescante, sin duda, ver renovado y reforzado el arsenal creativo de una historia que ha hecho historia en el cine. Pero, ¿y si el cántaro se rompe? ¿Y si la nueva película de Star Wars, en 2025, provoca la misma agitación que la temporada 28 de Los Simpsons?

La costumbre le hace un flaco e injusto favor a la creatividad. Y la manera en la que está quedando el calendario marcado para el estreno del serial de Star Wars comienza a producir sensaciones similares a las de acudir a un exquisito y trabajado buffet libre, pero tras venir de una cena de Navidad, y antes de acudir a otro buffet esa misma noche.

El riesgo de agotar la fórmula está muy presente. Los momentos previos a The Force Awakens fueron de auténtica histeria. El apetito por Star Wars parecía insaciable. La gran máquina comenzaba a andar de nuevo. La nueva trilogía (ahora hay que aclarar que se trata de los Episodios VII, VIII y IX) daba a los fans lo que querían, tras años de abrumadora decepción. Un menú de auténtica cocina magistral, variado, de recetas tradicionales pero innovadoras en su presentación.

Pero ay, entre medio habría spin-offs, (Rogue One, Solo, y aún una por conocer). El estómago pesaba. Pensábamos que íbamos por los postres, pero era solo el primer plato.

Ahora, mientras rebañábamos el postre, nos damos cuenta que hay otra ronda de buffet. Nos cuesta respirar. Y el menú es apetitoso. Promete. Que Rian Johnson, un cineasta cuanto menos interesante, apasionado de Star Wars, con ideas frescas, esté a cargo ahora de lanzar una trilogía nueva, sin ataduras a lo ya conocido, no hace más que abrirnos el apetito que ya creíamos saciado. Pero, ¿y el cántaro?

La compra de Disney de los derechos de Star Wars fue un movimiento arriesgado. La saga languidecía. Las perspectivas no eran buenas. El temor se apoderó de los fans. ¿Verían un cine complaciente y ewokizado? No fue así. Guste más o menos, J.J. Abrams dio con la tecla. La máquina volvía a andar. Era el Star Wars que la mayoría merecía y necesitaba.

Pero en las producciones culturales, aunque cueste, hay que saber dejar respirar. Manejar las ansias de las masas devoratodo es complicado. Se encuentra en la literatura, con la historia interminable de Harry Potter; en los videojuegos con la agotadora Assasin’s Creed, y en la televisión, con Los Simpsons, una de las tragedias más descorazonadoras de nuestro tiempo, cuando el cántaro se rompió de tanto llevarlo a la fuente del éxito.

¿Quién no teme que el enésimo spin-off no haga arquear la ceja como hacen los especiales de Hallowen de Los SImpsons? ¿Quién no teme que en unos años, esas letras amarillas sobre el cielo estrellado, tengan el mismo triste vacío que las mismas de Los Simpsons sobre el cielo de Springfield? ¿Quién no teme una simpsonización de Star Wars? Aunque, al final, hasta yo mismo necesito ese agua del cántaro.