La consultoría de empresas es un trabajo de 7 cifras para Marty Kaan (Don Cheadle). En esta serie de House of Lies hace todo un despliegue de artimañas como si se tratase de unas lecciones para un manual o curso de consultor de altos vuelos, aunque es algo poco convencional. Más bien muestra todos los despropósitos que rodean a esa misteriosa profesión a través de las peripecias de un peculiar equipo de consultores.
Es original porque ofrece una visión cínica y frívola de la profesión, siempre desde un modo divertido, deslenguada y sin tapujos sobre el sexo. Quizá no tan aguda como en su versión de agente de bolsa en Black Monday. En cualquier caso, la forma en la que se narra es atractiva, en buena parte de la historia, el propio protagonista habla rompiendo la cuarta pared, dirigiéndose a cámara. Incluso permitiéndose congelar la imagen y al resto de personajes a su antojo, como inciso aclaratorio.
El oficio de consultor parece sintetizarse en el lema de la serie: «hacerte imprescindible, haciéndoles creer a tus clientes que su negocio sin ti, va a fracasar». En definitiva, muchas veces es gente que se permite dar consejos, emitir sentencias sobre el trabajo y el negocio de los demás. Sólo quieren ser complacientes o condescendientes según intuyan en la predisposición del cliente para aceptarles el encargo del proyecto. Como los opinólogos de la televisión, dime qué (no) quieres oír y ya está.
Los capítulos, plagados de un desbarajuste tras otro, sirven para acompañar el día a día de este equipo de consultores en su vertiente más comercial. Hay que recordar que todos vendemos algo, por simple o por rimbombante que suene el cargo en cuestión.
A pesar del lenguaje directo y hasta soez, Marty Kaan es un brillante comunicador y un astuto consultor que expone sus planes de manera llamativa. Mucho PowerPoint con cifras embriagadoras para alentar a una hipotética salida victoriosa a la gestión de crisis del cliente. Soluciones creativas e imaginativas, como Mamen Mayo con sus herencias, pero intentando no ser un besaculos corporativo. Salvo cuando ello sea menester como palanca de una venta. Si se complica, mejor usar jerga indescifrable y una variedad amplia de trucos para aparentar solucionar problemas.

Hasta los dioses de instrumentos financieros peligrosos o grandes empresas les necesitan. A veces para justificar decisiones ante sus juntas de dirección, otras veces para enmascarar otro tipo de cosas. Facturar mediante servicios de consultoría da mucho juego para el que quiere enviar y/o recibir ingentes sumas por conceptos etéreos en determinadas ocasiones…
La serie es curiosa y aporta una versión menos edulcorada de la profesión de consultor, aun cuando pierda mucho tiempo en las pulsiones sexuales de los protagonistas. A lo mejor se esfuerza demasiado en intentar ser transgresora o en poner más ingredientes en el guión de los necesarios. Sin embargo, perfila la cantidad de sociópatas que hay en los negocios. Es un negocio de relaciones, pero interesadas, lo personal queda de lado, hay que facturar.
Mientras no haya facturación, ese periodo entre contratos conocido como «estar en la playa», al consultor (o comercial de los consejos) le supone rondar en la delgada línea del inminente despido… Así que de lunes a jueves viajando a la caza de contratos, y viernes en oficina. Estar en casa es el limbo. Facturar y facturar, así se llega a socio-consultor, aunque no siempre es tan sencillo como eso. «Están para abrir carteras, no mentes».
Otro atractivo añadido son las traiciones corporativas y las intrigas laborales. Sobre todo la crueldad de los socios y accionistas, con cribas y decisiones crueles. Opas hostiles, abusos de poder por la vía sexual, algo que hace caer empresas y civilizaciones enteras. Momentos donde impera el cinismo y el sálvese quien pueda al estilo Margin call cuando todo parece desmoronarse.
No se ofenda nadie por este retrato tan pintoresco de gente dinamitando sus vidas por el trabajo de consultoría. En ocasiones parece que tiene resultados muy directos, aunque de métodos particulares, como El consultor que interpreta Christopher Waltz. No podemos etiquetar todo trabajo de consultoría tampoco como si de un artificioso ‘coaching’ se tratase. A menos que el consultor de turno no tome ejemplo o sea la viva imagen de este Marty Kaan…


