Series que son un buen negocio (LXXVI): ‘La casa Guinness’, negra e irlandesa

Inicialmente uno puede pensar en qué se diferencia La Casa Guinness de otras series de ese calado histórico y aristocrático que tanto gusta hacer a los anglosajones y que tan buen resultado ha dado en plataformas con Bridgerton, entre otras. Por suerte, es original en tanto que tiene un punto más canalla que otras series más tradicionales. La música anacrónica y algunas escenas con aroma a las bandas de Gangs of New York, mejoran el atractivo de la misma.

Quién sabe si para regodearse de su preponderancia socioeconómica durante algunos cientos de años. Pues bien, en esta ocasión la serie, no sólo trata la sucesión de una empresa, asunto siempre peliagudo por las controversias que suscitan las herencias, la continuidad de la gestión la empresa familiar y tejemanejes conspirativos de los más ambiciosos en esas sagas familiares.

Es un perfecto ejemplo de que algunas veces la sucesión en una empresa no tiene por qué ser un auténtico y estrepitoso fracaso. Aunque evidentemente, contando con cuatro hermanos con visiones y personalidades dispares, da para mucho juego de guión. Es verdad que lo hay, no obstante, estos hermanos realmente ponen todo el empeño en continuar con la saga empresarial sin intenciones de vivir contemplativamente, y con bastante pragmatismo.

La fábrica cervecera Guinness fue y era una de las más importantes de Dublín, de toda Irlanda. En ese momento del siglo XIX en el que trascurre la acción, parte del Imperio Británico. Algo en lo que esta serie se centra bastante. Ese contexto histórico de grandes cambios sociopolíticos, con un cierto toque fabril e industrial.

Dominar el inminente auge del voto popular es vital para los Guinness (Fotograma: Netflix)

Lo entretenido de esta serie, además de todo este componente histórico, lo hayamos en los importantes cambios reflejados en lo económico y empresarial. La idea de la expansión a Estados Unidos, tierra de oportunidades y grandes migraciones poblacionales (algo muy irlandés), tenía su lógica aunque también su riesgo. Para ello, implementan una buena estrategia de marketing con el ‘rebranding‘, creando un nuevo lema y retoque de imagen para una moderna y nueva identidad corporativa. Adaptarse a los cambios. Algo que es trascendental para  cualquier diseñador y marquetiniano que se precie.

En ese entorno industrial, se observan algunos cambios en las condiciones laborales del tránsito a una nueva era. No precisamente motivadas por un activismo sindical beligerante, los hermanos Guinness, unos por estrategia empresarial, otros por caridad e impactados por los efectos de La Gran Hambruna, promueven obras caritativas. Lo que hoy en día serían las grandes Fundaciones con las que llevar a cabo acciones de RSC (responsabilidad social corporativa). Y por qué no, mejorar los derechos sociales de los trabajadores, para una buena adaptación al nuevo mercado laboral que se estaba forjando. ¿Humanidad, interés genuino en sus empleados, filantropía? ¿O pragmatismo?

Uno de los hermanos, el primogénito aspira a la carrera política. Sin embargo, el mediano es quien tiene una mente más visionaria y estratégica. Promotor de la ya comentada renovación de imagen corporativa, es consciente de las ventajas de contentar a su masa obrera. El voto popular es un hecho, y contar con ese apoyo es esencial para los planes de trascender en lo empresarial y convertirse en casta política. Y aristocrática por la vía de las casamenteras tan de esas épocas…

Los Guinness entendieron las potencialidades de moverse de manera equidistante en un entorno cambiante e incierto en el que tanto unionistas probritánicos como separatistas irlandeses buscaban controlar el panorama político. Es evidente, viendo el ejemplo en España con las grandes constructoras, bancos y otras grandes empresas del Ibex 35. La importancia de estar siempre en buena conexión con quien sea que gobierne. Inversiones, corruptelas, favoritismos y las famosas puertas giratorias, importan y mucho para el negocio. El oportunismo y el dinero no entiende de ideologías.

Todo bajo control, con las artes que sean menester (Fotograma: Netflix)

En definitiva, tenemos una serie que resulta muy interesante, aun cuando presumiblemente esté prácticamente elaborada para ser una saga de varias temporadas. Más que atraer a los adeptos de la bebida en cuestión, lo hace por su trasfondo político e histórico. Tan controvertido por el contexto del independentismo irlandés frente al colonialismo británico. Una buena opción para complementar un subgénero nutrido de grandes obras como El viento que agita la cebada, En el nombre del Padre o Michael Collins. O la más reciente serie No digas nada.

Y no cabe obviar, la visión estratégica empresarial por parte de estos Guinness de segunda generación. Entendiendo la realidad socioeconómica de su fuerza laboral, el futuro del negocio en las Américas, y la necesidad de navegar entre aguas políticas turbulentas. Sin derramar una sola gota de cerveza…