La serie noruega Exit (2019) desnuda la psique de un grupo de hombres importantes en el panorama financiero del país. Cuatro amigos, compañeros de excesos y desmesura. Es una mirada a la psicología tras de la figura de estos ‘neoyuppies’ cuyas vidas se tejen entre dinero y poder. Una búsqueda perpetua de una felicidad malentendida en un mundo desenfrenado.
Inspirada en testimonios reales y sin tapujos de magnates financieros. Por ello la serie exhibe una experiencia orgiástica de individualismo, hedonismo y extravagancias. La transgresión de las normas sociales es su estandarte, con una aparente indiferencia por todo y todos como su forma de entender el mundo. Unos personajes indeseables socialmente. Unos auténticos tiburones de la Bolsa de Oslo, que poseen su visión singular sobre la vida, la riqueza y la felicidad.
Un traslado del diván a la pantalla de las peculiares aventuras de estas personalidades relevantes en lo social y económico. Las relaciones personales se desmoronan en ese diván por falta de comprensión y problemas habituales que trascienden cualquier estrato social.
Y es que estos emprendedores exitosos se muestran narcisistas y adictos al trabajo. Su riqueza los lleva a despreciar a empleados, transeúntes e incluso a sus propias familias. Estos modernos prototipos de Gordon Gekko (Michael Douglas) en la oficina se transforman en la versión de Christian Bale de American Psycho en sus ratos libres desafiando cualquier límite moral. Son adoradores de la avaricia, de la ambición financiera, del gran Ivan Boesky que inspiró a Oliver Stone con el personaje de Gekko. No entienden el mundo sin ambición financiera. No habría progreso, no habría innovación, no habría estímulo para emprender. «Es el motor mental que debe mover al mundo».
Aunque son más aún adictos a las drogas, el alcohol, las mujeres, las excentricidades y parafilias buscando en ese desenfreno una vía de escape. La mayoría de las veces por tedio, se nos presentan como la pandilla de Resacón en Las Vegas. Con reminiscencias de Leonardo DiCaprio en modo El lobo de Wall Street arrastrándose en estado lamentable hacia su Lamborghini tras un subidón de a saber qué sustancia psicotrópica. Sin olvidarnos de la guarida que comparten siguiendo la idea de la película Loft, un lugar donde ser tú mismo y salirse de la monotonía.
El dinero es en todo momento el mecanismo de poder con el que articulan las relaciones con los demás. Una herramienta de control sobre otros y sobre sí mismos. El ‘neoyuppismo’ se presenta como una vida de excesos morales y materiales, una dimensión distinta que pocos pueden comprender o alcanzar.
Refleja una especie de anarco libertarismo vital, desplegando un estilo de comunicación sin filtros, siempre impertinente. Estos ricos sociópatas han trascendido las normas sociales y económicas, creando su propia realidad donde la franqueza radical en la comunicación es habitual. Incluso sin miramientos en cuanto a las opiniones y consejos presuntamente sinceros sobre hijos y mujeres ajenas. Gente sin filtros, inoportunos, sin necesidad ni voluntad alguna de moderar su lenguaje o ser comedidos.
Eso sí, sin poder dejar de guardar las apariencias. La familia y la mujer florero es un símbolo de éxito y de estatus imprescindible. El ego, la reputación y la exposición social es una atracción de potenciales inversiones. «He pedido un Porsche nuevo, el que llevo ya tiene 9 meses». Es la arrogancia y soberbia del que cree dominar el mundo. Le ocurrió a Tom Hanks en La hoguera de las vanidades. En consecuencia, la dominación psicológica sobre las mujeres se convierte en algo prioritario en la cosmovisión de este cuarteto. La violencia y el maltrato psicológico son otras de las armas de sus abominables planes.
Al entremezclar ciertos elementos de comedia irreverente de amigotes con los tintes de thriller psicológico, consigue un humor oscuro que recuerda a otras producciones nórdicas. Sin embargo, a diferencia de otras series que exploran el sistema socioliberal nórdico, esta hace una crítica velada a los desmanes del capitalismo financiero. Ahonda perfectamente en las complejidades y dinámicas humanas que genera ese contexto de excesos y bienestar económico neoliberal. Algo que presumiblemente debería simplificarles la vida y generarles una inmensa felicidad…
Sin duda alguna, los diálogos y los juegos psicológicos entre los personajes son el verdadero atractivo de la serie, alertando y alarmando sobre los individuos que dominan la sociedad y las finanzas. Consigue mostrar a la perfección a los personajes como cínicos, déspotas, y prepotentes. Causando asombro de que a pesar de sus enormes fortunas amasadas con las inversiones financieras, no encuentren desahogo ante tanta superabundancia de estímulos y materialidad. Los deseos más retorcidos y los impulsos de dominación y posesión son muy notorios en el protagonista central, Simon J. Berg. Todo un narcisista de manual.
En la primera temporada, hallaremos una descripción más profunda de los perfiles psicológicos de estos ‘neoyuppies’, mientras que hacia la segunda temporada ya se adentra en otros componentes más ligados a los negocios con tramas financieras. Eso sin perder el matiz psicológico del dinero. La tercera temporada, sin ser carente de interés, es más prescindible. No obstante, hablamos de capítulos de alrededor de media hora por lo que no resulta impropia al no estar planteada para rellenar contenido.
En conclusión, esta buena propuesta sirve para ofrecer una mirada cruda de la élite financiera, adentrándonos en la mente de aquellos que han alcanzado la cúspide del éxito financiero. Personas que intentan desmarcarse de las normas sociales como reafirmación de su éxito y por sentimiento de superioridad. Se sienten especiales. El influjo del dinero y el poder dominan sus superficiales y despiadadas vidas en una realidad paralela al del resto de los mortales.