La miniserie británica de Ciudad Tóxica es un buen ejemplo práctico de lo que suponen las externalidades negativas de la actividad económica.
En este caso particular, basado en hechos reales, no sólo se trata de la ya de por si nociva contaminación y mala gestión de los residuos de las antiguas industrias del Acero, altamente tóxicas, sino de los efectos causados sobre la población civil.
En una pequeña localidad de las Tierras Medias inglesas, una antigua planta de British Steel es abandonada y desmantelada en los años 1970, en el proceso de desindustrialización que sufrió toda Europa durante los 1970, 1980 y 1990.
La serie destila un marcado toque dramático, aunque no excesivamente trágico para la gravedad de la historia que revela. Siempre enfatizando en lo cotidiano de los personajes, se enfoca en las vidas de unas cuantas familias que vieron como sus hijos recién nacidos presentaban extrañas anomalías en su cuerpo.
Ciudad Tóxica está protagonizada por un grupo de madres, encabezadas por una particular (y descarada) madre que recuerda vagamente a Erin Brockovich (Julia Roberts). Y que son concienciadas de la causa del problema a instancias de Rory Kinear. Un abogado idealista y altruista que se ofrece a llevar el caso y a investigarlo. Sin el arrojo y la destreza de ese John Travolta de Acción Civil, articula la demanda colectiva contra el Ayuntamiento de Corby, con dedicación y honradez. En ambos casos estadounidenses, la contaminación hídrica fue el causante de los males, en este británico por contra, es el polvo, barro o lodo no retirados ni transportados con la debida seguridad, intoxicando a los ciudadanos expuestos.

Al tratarse más de un drama más típico del subgénero telefilm que de la intriga judicial hollywoodiense, parece que sus cuatro horas han desaprovechado algo la acción jurídica y la investigación de los hechos. Por el contrario, el factor humano ha concentrado el interés de la historia. Sin culminar, eso sí, en un producto lacrimógeno.
Casi veinte años después del cierre de la industria, el movimiento de tierras contaminadas por cadmio, una supuesta limpieza de los terrenos antes ocupados por ese gigante del acero, provoca el daño medioambiental. Afectando a las mujeres embarazadas y a sus recién nacidos con malformaciones y otros problemas de salud. La mencionada e indeseable externalidad negativa.
Otro aspecto que la serie pretende abordar es el de desvelar las conexiones entre las empresas encargadas de realizar los trabajos y la propia Administración pública. Existió una falta de rigurosidad en el control de las regulaciones de salud, seguridad e higiene. Sin olvidarse de la negligencia corporativa, en connivencia con ese Consistorio, ansioso por recuperar el suelo industrial y recalificarlo para desarrollos urbanísticos. Para supuestamente revitalizar la localidad económicamente. Los sobornos, corruptelas y licitaciones fraudulentas; no podían faltar si mencionamos la palabra ‘políticos’ por alguna parte.
Es en definitiva, una serie con interés por tener una vertiente de denuncia ante esas actividades contrarias a la protección medioambiental y la salud pública. Además de ello, se invoca a la justicia social con la acción colectiva de los afectados, y con la intención de culpabilizar a una todo poderosa Administración Pública.
No se debe excusar ni la negligencia corporativa, ni a esos dirigentes municipales, que curiosamente aligeraron la habitual burocracia con el fin de incumplir sus propias regulaciones y avanzar en el lucrativo proyecto urbanístico. Es curioso como son de incapaces los políticos, con ese don de tomar siempre decisiones incorrectas.


