La miniserie Amor y Anarquía (2020) es un particular retrato social y económico del mundo contemporáneo. Cuestionando siempre cualquier atisbo del presunto correccionismo político sueco. Por ello, puede encuadrar perfectamente en la breve pero imprescindible lista de series suecas de temática social, de rabiosa actualidad.
En las producciones suecas puedes dar con apartamentos elegantemente decorados y oficinas con un estilo de lo más atractivo y acogedor. Curiosamente sin nada de IKEA a la vista. Pero no hay nada de superficial o decorativo en ellas. Más que un simple drama romántico o comedia con algunos tintes eróticos, es una visión divertida y reveladora del mercado laboral moderno. A través de sus episodios, sumergirse en esta historia se convierte en una experiencia adictiva que despierta reflexiones sobre el futuro de la industria del libro y la resistencia al cambio tecnológico.
La trama se teje alrededor de Sofie (Ida Engvoll), una ejecutiva de vida acomodada en Estocolmo, cuya vida se ve sacudida cuando comienza una consultoría externa para mejorar el funcionamiento y la digitalización en una pequeña empresa editorial. Aboga por la necesidad inminente de digitalizar obras literarias y aprovechar el influjo de las redes sociales. Será necesario un buen plan de marketing digital para adaptarse, y sobrevivir, a ese vertiginoso cambio tecnológico. Sin olvidar la sensibilidad moral y sociolaboral, puro estilo nórdico.
Lo que no esperaba Sofie es que el gran cambio fuese en carnes propias, más que en la citada editorial. Un descarado joven, el becario informático (Max, Björn Mosten), la sorprende en varios aspectos. Surgiendo entre ellos una complicidad y un nexo de unión con el que ir cubriendo sus respectivos vacíos existenciales. Ella sumida en una insulsa vida convencional, él proveniente de una familia disfuncional y siendo nuevo en el entorno de la gran capital.
La relación de Sofie y Max les supondrá alivio, frescura y desinhibición. Lo que comienza como un juego ingenuo de rol y de seducción algo juvenil, desemboca en situaciones comprometidas y disparatadas. Excitación y fascinación entre ambos, en una historia no tan descabellada, algo que ocurre con frecuencia. En ocasiones, el roce hace el cariño cuando pasas tantas horas del día juntos. Sofie parece sufrir una especie de ataque del síndrome de Peter Pan, como la crisis de los 40. Ropa más moderna y novio mucho más joven. Una tensión sexual no resuelta que acaba por estallar. Sin embargo, hay un trasfondo psicológico más profundo tras todo ello.
Como avivador de comportamientos más erráticos si cabe, aparece el padre de Sofie. Un viejo anarquista incapaz de adaptarse al sistema y mucho menos a la identidad digital. Un tipo reacio con todo, un antisistema que causa excéntricas situaciones. El abuelo es el contrapeso a tanto negocio, capitalismo y superficialidad en el que anda sumida la familia de su hija Sofie.
La ambientación de la serie trascurre principalmente en la oficina. Ese giro hacia la modernidad provoca otras tensiones palpables entre los empleados. Hay un claro choque generacional entre los seguidores de lo analógico y los defensores de lo digital. Por ejemplo, Friedrich es un intelectual conservador que se resiste a cualquier cambio, es un purista literario. «En los 1980 todos decíamos lo que pensábamos, no nos preocupábamos por lo que otros estarán pensando o podrán pensar al otro lado de las pantallas». ¿Para qué ‘influencers’ y supervisores de contenido de redes sociales?
La conmoción inesperada llega cuando una plataforma de ‘streaming’ adquiere la editorial, planteando dilemas sobre la cultura, la rentabilidad y la supervivencia financiera. Implicando quizás convertirse en partícipes de la tendencia de producir masivamente contenido superficial y banal.
No obstante todo lo anterior, lejos de ser sólo un relato sobre ese cambiante mundo editorial, es más bien un punto de vista de la sociedad contemporánea. Explora otros temas como los problemas de salud mental. Esos matices psicológicos son enriquecedores para reflexionar sobre ciertos aspectos de la vida. Y principalmente cómo mejorarlos, afrontarlos y dejarlos atrás si es menester. Evadirse de los prejuicios sociales, de las críticas y de las imposiciones de las normas sociales. Aunque los ataques de pánico y las inseguridades sean recurrentes en los personajes.
No sólo entretiene, sino que también despierta esa deliberación sobre cómo enfrentar el cambio, evolucionar y desafiar las normas sociales. Las complejidades psicológicas que muestra cuestiona paradigmas y plantea nuevas perspectivas vitales. El título de la serie es claramente evocación de un pensamiento literario: «el amor anarquista desafía las normas impuestas y se niega a ser encasillado en moldes preestablecidos».
En conclusión, es un manifiesto revestido de amor, sexo y comedia sobre la resistencia anárquica a estar bajo normas sociales que nos incomodan. Considerando si ciertas locuras podrían implicar cambios positivos. A veces desafiar las convenciones puede liberar a las personas de tanta ansiedad, liberarse de corsés socioeconómicos. Y más con todas las posibilidades ilimitadas que ofrece la vida moderna.