‘El hoyo’, «No se puede cagar hacia arriba, señora.»

Sólo bastaron unos diez minutos de película para saber que estaba ante algo que me iba a remover por dentro. Una brutal cachetada a muchas cosas, eso es El hoyo (Gaztelo Urrutia, 2019).

 

Aviso al lector que habrá SPOILERS

 

Se me hace muy complicado hablar de esta película sin analizar varios aspectos que destaca. La ópera prima del director vasco se trata de un futuro distópico donde las personas están separadas por niveles. En cada nivel se encuentran dos personas. Todos los días, baja como si fuera un ascensor, una mesa llena de comida. El conflicto existe cuando los presos de los más bajos niveles ven que los de arriba han devorado todos los alimentos que la administración (así se les llama a los que inventaron esta cárcel) ha puesto.

El hoyo es una bonita y asquerosa metáfora de lo que somos. No es la primera película que retrata las diferencias de las clases sociales, ni será la última. Pero el enfoque tan sencillo y a la vez tan estremecedor es lo que la convierte en un filme fácil de conectar.

La arquitectura sobria, sin adornos, refleja la falta de creatividad en la mente de un salvaje, es decir, el ser humano no ciudadano. Los cambios de color en la fotografía y un sonido minimalista pero preciso, hacen de la escenografía de El hoyo, un personaje más de la historia.

En apenas una hora y media, el filme reparte cachetadas al capitalismo, al comunismo, al catolicismo, a la naturaleza humana….

el hoyo
Un personaje de los de arriba suicidándose.

Nadie se salva en un sistema que corrompe. La solidaridad brilla por su ausencia cuando se trata de comer para sobrevivir. Urrutia juega constantemente con nosotros a través de las metáforas. Los diálogos son muy ricos, nada aleatorio, todo coherente para entender el mensaje que esconde. Las referencias a los pasajes de Don Quijote no son casualidad, sobre todo el último párrafo que lee Goreng (Iván Massagué), el protagonista:

«El grande que fuera vicioso, será vicioso grande y el rico liberal será un ávaro mendigo. Que al poseedor de las riquezas no le hace dichoso tenerles, sino gastarlas. Y no el gastarlas como quiera, sino saberlas bien gastar.» 

El mensaje final, son muchos, pero en esencia es este. La niña encontrada al final (una ilusión del protagonista desde mi punto de vista) representa la esperanza de Goreng, ya que la esperanza es ignorante de la realidad y la niña representa esa misma ignorancia que tenemos todos en la infancia.

La ignorancia es lo único que puede subir hacia arriba ya que no está corrompida por lo visto en casi todos los niveles. Los de arriba tienen toda la comida posible pero no tienen un motivo por el que luchar, lo cual, hace que sus mentes se atrofien de creatividad y acaben suicidándose. Los de abajo no tienen comida, se matan entre ellos y se las ingenian de mil maneras para poder subir y no morir de hambre.

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Uno de los personajes secundarios de la película mirando a los de arriba encima de la comida devorada

Los de arriba cagan literalmente a los de abajo. ¿No es maravillosa la metáfora? La fuerza de la gravedad nos dice que los de abajo no pueden cagarse en los de arriba. Obvio.

Goreng para resolver esta situación e ignorando cuántos niveles hay, decide subirse en la mesa y racionar la comida, cuál comunista. Su compañero de nivel al principio de la película Trimagasi (Zorion Eguileor) le responde a tal idea:

«A los de arriba no le gustan los comunistas»

El conflicto que idea la trama se debería resolver racionando la comida para cada nivel. Fomentando así la solidaridad y enviar un mensaje claro a la administración. Todos comerían por igual y no habría problema para sobrevivir. Obvio.

Pero el ser social nunca ha sido obvio. Por eso siempre ha necesitado un Mesías o un Don Quijote que lo guíe, que son las figuras que Goreng representa. Las personas necesitamos siempre una forma de gobierno y que alguien gobierne. El filme retrata muy bien como la realidad sería muy obvia sin el maquillaje de las diversas formas de control que ha tenido la sociedad a lo largo de la historia, incluyendo a la Iglesia por supuesto.

Incluso en la parte final de la película, aparece un personaje muy parecido a Ghandi, quien aboga por el pacifismo para poder enviar el mensaje a los de arriba, mientras que Goreng y su último compañero de nivel Baharat (Emilio Bualet) utilizaban la violencia para evitar que los de abajo devoraran toda la comida.

Finalmente, el lado salvaje del ser humano se carga toda forma de ideología y de vida. Obvio.

«El hombre es bueno por naturaleza» decía el filósofo Rousseau.

Se le hincharían los ojos al ver la ópera prima de este director y ver como su teoría es nefasta para los tiempos que corren. Unos tiempos donde El hoyo fracasa en taquilla en 2019, y triunfa unos meses después en la plataforma de Netflix, en plena cuarentena mundial por coronavirus. Y al ser española, la gente no va a ir al cine a ver una ‘españolada’, obvio.

Pero si está en Netflix, mola. Obvio.

Somos así, y El hoyo nos da una paliza de realidad mediante constantes metáforas en sus diálogos y en la estructura del espacio donde se desarrolla.

Al igual que Parasite (Bong Joon-ho, 2019), observamos que tanto los de arriba como los de abajo somos asquerosamente obvios.