Todos conocen a Frank Underwood. Todos temen su mirada, esa que atraviesa, paraliza y hace temblar al adversario, y a ti, cuando te mira con esa mueca traviesa pulverizando la cuarta pared. Pero, ¿conocen la irresistible sonrisa de Brigitte Nybord? ¿O los agitados aspavientos de Selina Meyer? ¿Y qué me dicen de los ceños de disconformidad de Leslie Knope? No, estas políticas de la ficción no han arrasado como el señor Underwood. Pero estas mujeres, de traje y despachos, sí han abanderado algunas de las series más representativas de un género brillante, difuso y poco definido, como es el político en televisión, un género que, aun en lo dispar de sus estilos, temas y enfoques, está conquistado y liderado por mujeres desde hace ya años. Tiembla, Underwood.
Leslie Knope y la perfección de una fórmula
Era 2009, y los ejecutivos de la NBC se frotaban las manos. Del cielo les caían aplastantes números de audiencia, excelentes críticas y premios y reconocimientos por un producto importado desde el Reino Unido; The Office. Desde hacía cinco años, la televisión americana había parido al género del falso documental, desbancando al sempiterno sitcom de risas enlatadas y decoradas de cartón. Y aprovecharon el tirón. Si The Office triunfa, ¿por qué no darle una hermana menor? Así nació Parks and Recreation, concebido en un inicio como mero spin off de The Office, pero a no poco gatear, conformó su propio patrón, tripulación, viaje y navío.
Al frente, una magnífica Amy Poehler, aún desconocida, pero ya maestra en humor, que daría vida a Leslie Knope, la obsesiva subdirectora del Departamento de Parques y Recreación de una ciudad ficticia de Indiana. Poehler lo clavó. A base de perfeccionar a la perfeccionada de su personaje, de sacar carcajadas de sus desvaríos y ansías por ser la primera en todo, y gracias a una soltura apabullante frente a cámara, esta comedia tomó rumbo propio.
La política, construida en un continuo absurdo tras absurdo, ridículo tras ridículo, construída sobre brillantes secundarios (Chris Pratt, antes de controlar Velocirraptores) caló hondo. Gracias Amy.
Selina Meyer y el patetismo de la Casa Blanca
Subamos de nivel. De la NBC a la todopoderosa HBO. Del departamento de Parques a la vicepresidencia de los Estados Unidos. Pero mantengamos el humor, la agilidad del guión, y por supuesto, a la política como telón de fondo. Veep está siendo una de las comedias más premiadas y reconocidas de los últimos años, probando que HBO no sólo va de dramas, dragones y tetas. ¿El truco? Hay varios.
Desde la perfecta sincronización de secundarios, a la pasmosa eficacia de los diálogos, pasando por un juego de cámara veloz y activo. No da para bostezos. Pero sin duda, de su éxito algo tiene que decir Julia Louis-Dreyfus como Selina Meyer, la desencantada vicepresidenta de EE.UU.
Dreyfus proviene de los dorados fondos de la televisión americana, en concreto de Seinfeld, madre de todas las comedias. Ahora, más de dos décadas después, esta magnética actriz regresa al terreno de la comedia para lanzar a un personaje único, estrafalario, que intenta pero tropieza, elegante, estresado, inteligente, capaz y desastroso. Una combinación calculada al milímetro. Dreyfus rebosa energía, tal y como nos tiene acostumbrado, pero en un contexto distinto, pulido. No falla. Gracias Julia.
Birgitte Nyborg y el orgullo danés
Dejamos atrás la comedia. Dejamos atrás Estados Unidos. Entramos en el drama. Y entramos en Dinamarca. La televisión pública danesa dio un salto arriesgado en 2010 con Borgen, (abstengámonos de comparaciones con España), al crear una ficción con poca ficción sobre la política en Dinamarca, que descansaría sobre los hombros de la magistral actriz Sidse Babett Knudsen, vista recientemente en Westworld.
La política, lejos de su coetánea House of Cards y del ya mencionado Frank Underwood, sería cercana, creíble, sin tirabuzones ni giros vertiginosos. Borgen, con tres temporadas, transmitiría una imagen seria, aunque a ratos edulcorada, de las intrigas del Parlamento y gobierno en Dinamarca.
La responsabilidad recae sobre Sidse Babett y su personaje de Birgitte Nyborg, una visionaria política danesa que, de la nada, escala a base de buenas intenciones y grandes sacrificios por las grietas del poder de este país lleno de bicis, consonantes y gente rubia. Bajo un excelentemente construido eje política-periodismo-familia, Borgen ofrece un retrato sólido de la política, con tintes clásicos de la ficción, casi entrañables, como la propia Nyborg, quien acapara la acción desde el primer momento al convertirse, sin ninguna duda, en uno de los personajes femeninos más fuertes nunca vistos en televisión. Gracias Sidse.