Título original: Monsters: The Lyle and Erik Menendez Story
Año: 2024
Duración: 9 episodios de 55 minutos cada uno
País: Estados Unidos
Dirección: Ryan Murphy (creador), Ian Brennan (creador), Carl Franklin, Paris Barclay, Michael Uppendahl, Max Winkler
Guion: Ryan Murphy, Ian Brennan, David McMillan
Fotografía: Jason McCormick
Reparto: Javier Bardem, Chloë Sevigny, Cooper Koch, Nicholas Alexander Chávez, Ari Graynor, Nathan Lane
Productoras: Ryan Murphy Productions, Prospect Films, Netflix (Distribuidora)
Género: Basado en hechos reales. Thriller. Drama.
Ficha completa en FilmAffinity
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Monstruos: la historia de Lyle y Erik Menéndez es una serie que se adentra en las profundidades de un caso real que conmocionó al mundo, ofreciendo una mirada compleja y ambigua sobre los hermanos Menéndez. La miniserie, que destaca por su estética visualmente impactante y sus actuaciones magistrales, nos sumerge en un laberinto moral donde la línea entre víctima y victimario se difumina constantemente.
Desde el primer episodio, la serie cautiva con una fotografía que busca realzar la atmósfera opresiva y la tensión latente. Cada plano está cuidado al detalle, con planos cerrados y claustrofóbicos, busca transmitir la sensación de encierro que sienten los personajes. La cámara se convierte en un testigo omnisciente que nos muestra los hechos desde diferentes perspectivas, obligándonos a cuestionar nuestra propia percepción de la realidad. Además, Ryan Murphy hace un uso magistral del color y la luz para crear contrastes visuales que subrayan la dualidad de los personajes y la tensión entre el bien y el mal.
Sin embargo, es en el quinto capítulo donde la dirección alcanza su punto álgido, con un plano secuencia que resulta ser una auténtica obra de arte. Este secuencia, que va cerrando el cuadro lentamente, nos transporta poco a poco a la mente de Erik Menéndez, llevando el discurso a algo mucho más personal. Sin duda, un gran acierto.
Uno de los mayores aciertos de la serie es su capacidad de mantener al espectador en constante tensión, cuestionando su propia percepción de la realidad: ¿Son los hermanos Menéndez víctimas de un padre abusivo o son simplemente unos asesinos fríos y calculadores?
Aquí, las actuaciones de los dos hermanos protagonistas sobresalen: tanto Nicholas Alexander Chávez (un carismático Lyle Menéndez) como Cooper Koch (un roto Erik Menéndez) ofrecen interpretaciones convincentes que logran transmitir esa dualidad inherente en sus personajes, haciéndonos dudar constantemente sobre la verdadera naturaleza de sus acciones.
En esta dualidad también es fundamental el papel de los padres, José y Kitty Menéndez, interpretados por Javier Barden y Chloë Sevigny: Barden nos muestra un personaje atormentado por su pasado, pero también capaz de cometer actos atroces; Sevigny, por su parte, encarna a una mujer que ha sido marcada por la violencia doméstica y que busca desesperadamente escapar de esa situación.
Otro de los puntos interesantes de Monstruos es la banda sonora (y no solo por las canciones tan bien escogidas para cada capítulo, como Don’t Dream It’s Over o Girl I’m Gonna Miss You). Con sus acordes disonantes y sus puntos de tensión marcados por el ritmo del piano y el violín, la música crea una sensación de inquietud y desasosiego que invita a adentrarse de lleno en la historia.
Y no solo a adentrarse, sino que, con la clara figura de Dominik Dunne, nos invita a reflexionar. La serie plantea interrogantes sobre la violencia doméstica, el abuso infantil y las consecuencias psicológicas de crecer en un entorno tóxico. Al mostrar las secuelas del abuso y la negligencia, invita al espectador a reflexionar sobre la importancia de abordar estos problemas de manera seria y efectiva. Además, plantea cuestiones sobre la justicia y la culpabilidad, cuestionando si es posible juzgar a alguien que ha sido víctima de abusos durante toda su vida.
En conclusión, Monstruos: la historia de Lyle y Erik Menéndez es una serie que no deja indiferente. Su estética visualmente impactante, sus actuaciones magistrales y su exploración de temas complejos la convierten en una propuesta audaz y arriesgada. Aunque algunos espectadores puedan sentirse incómodos con la violencia y la crudeza de algunas escenas, es innegable que la serie logra su objetivo de provocar una reflexión profunda sobre la naturaleza del bien y del mal, y sobre la capacidad del ser humano para cometer actos atroces.