No es fácil hacer que una revolución triunfe. Cambiar un sistema, tal y como se conocía, es tarea titánica, y ya la Historia se encarga de recordárnoslo. En televisión, la cosa no es muy distinta. Esta es la historia de una revolución que fracasó, pero que por el camino cambió todo. Qué paradoja. Esta es la historia de Larry David, un ser que no sólo transformó la comedia y en género sitcom en televisión, sino que lo hizo mediante una revolución basada en la nada; una revolución vacía de contenido pero a la vez, cargada de sentido. Una revolución cayó en el olvido, porque la hizo para él mismo.
Larry David es otro de esos genios del humor, tan parecido y distinto a Louis C.K, que se emperró en tomar las riendas de su humor. Nadie le diría cómo hacer reír. Su humor, como el de Louis, es puramente subjetivo y inaccesiblemente personal. Así es Larry.
Su comedia es un reflejo de él mismo, hasta el punto, en que sus personajes son él. Así logró construir a George Constanza (interpretado por Jason Alexander), un mito entre mitos de la televisión, para otro mito de la pequeña pantalla: Seinfeld (1989-1998), serie que él mismo co-creó y escribió. Este miserable personaje, contradictorio e inolvidable, fue hecho a imagen y semejanza de Larry David, elaborando un alter ego exquisito, un monstruo de Frankenstein controlado al milímetro por su padre y creador. Así es Larry.
Durante años (ya décadas), se ha hablado y escrito sobre Seinfeld. No es nuevo, pero nunca sobra, decir cómo esta serie rompió por primera vez la estructura clásica de la sitcom, pero sin salir del propio género. Alteró y jugueteó las tramas, dejando conflictos sin resolver y mostrando sin tapujos el sinsentido de unos personajes claramente definidos pero, al mismo tiempo, constantemente contradictorios. Podías saber cómo era George Constanza, pero nunca cómo actuaría. Así es Larry, y así ve el humor. Su humor.
Un quebradero de cabeza para los propios actores, que veían como la serie no contaba nada, y sus personajes no se continuaban. “It’s not about characters, it’s about funny” (“No se trata de los personajes, se trata de ser divertido”), recuerda Jason Alexander que le dijo Larry David, cuando fue a quejarse de las incoherencias de la serie y de su personaje. Al final, Seinfeld iba sobre nada, y a partir de esa nada construyó la revolución Larry David.
Un show sobre la vida de un cómico, Jerry Seinfeld (que se interpreta a sí mismo), y cómo se rodea de un esperpento de personajes. Como en Loiue, la serie combina monólogos, esta vez del propio Seinfeld, con situaciones cotidianas. Sin embargo, a diferencia de la producción de Loius CK, las risas no servirían para profundizar en nada.
Larry David puso frente a las cámaras situaciones sacadas de su propia vida, pasadas por una lente que las deformase, para lanzar constantes sátiras a lo absurdo de las relaciones humanas, pero sin ir más allá de la risa enlatada. Así, suceden capítulos centrados (y premiados) en la espera de los personajes para poder comer en un restaurante o en un concurso sobre quién aguanta más sin masturbarse. Este último, fue elegido por la popular revista TV Guide’s como el mejor episodio de la historia de la televisión.
Pero cuando Seinfeld acabó, a Larry David aún le quedaban balas en el revólver. Era ya conocido como el Woody Allen de la televisión y no solo por ser también judío, calvo y llevar gafas Y es que llegó a protagonizar Si la cosa funciona del propio Allen 2009, y ya ambos habían trabajado juntos para películas como Días de radio.
La todopoderosa HBO se interesó en él.Le ofrecieron una jugosa oferta. Escribiría una nueva serie para ellos; Curb your enthusiasm se llamaría, pero esta vez no habría alter ego ninguno. Larry David sería Larry David, y él sería el protagonista. Eso sí, mantendría el espíritu de Senfield. Así, Larry David volvió a controlar el humor, aunque a la vez, la serie se basa en pura improvisación, al contar con personajes que se interpretan a sí mismos.
Curb your enthusiasm, como el propio Larry la define, “es lo que sería si yo no tuviera ningún tipo de sensibilidad social”. Se trata de una obra ridículamente autobiográfica. En la comedia aparece Larry, retirado tras su triunfo en Seinfeld, que vive cómodamente en Los Ángeles. Sin embargo, le toca sufrir la vida social de sus congéneres, en una constante sátira a lo políticamente correcto.
Como en Seinfeld, la serie va sobre nada, y los capítulos hablan de absurdos muy reales, como el pacto no escrito sobre las horas a las que llamar a las casas de los demás, qué bebidas están permitidas para coger de frigoríficos ajenos o cómo escapar de fiestas a las que no quieres asistir. Así es Larry.
Como sucedía con Louis CK, para entender a Larry David tienes que adaptarte a él, ya que su humor no va a ir a buscarte. Al final, con su humor dio un manotazo a todas las comedias de TV basadas en un modelo de guión y unos valores preestablecidos y controlados calculados para transmitir a una audiencia genérica. Unas fórmulas que, por desgracia, se han seguido perpetuando en la mayoría de las sitcom hasta día de hoy. No hay duda de que Larry David innovó, pero como muchas revoluciones, la suya quedó sin voz ni eco.