Encuentro finalistas Premios Max andaluces

Los finalistas andaluces de los Premios Max se reúnen en Sevilla

La Fundación SGAE en Andalucía reunió ayer en Sevilla a los finalistas andaluces de los XXVI Premios Max. La gala de los galardones de las artes escénicas españolas tiene previsto celebrarse el próximo lunes 17 de abril, en el Gran Teatro Falla de Cádiz, siendo la primera vez que estos reconocimientos recaen en la ciudad andaluza.

Al encuentro han asistido Vanesa Aibar, finalista en dos categorías por La reina del metal, Alberto Conejero, finalista a Mejor dirección de escena por El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca, José Antonio Pascual, nominado a Mejor espectáculo de calle por Love, love, love, el coreógrafo y bailaor Israel Galván, finalista como Mejor intérprete masculino de danza por Seises, Isabel Vázquez y Elena Carrascal, nominadas por Archipiélago de los desastres, y Rafaela Carrasco, nominada a Mejor coreografía por Nocturna, arquitectura del insomnio.

La terna de artistas andaluces que aspiran a conseguir la manzana de los Max la completan el coreógrafo y bailarín Mario Bermúdez, la bailarina Catherine Coury, José Pablo Polo Pablo Chaves.

El director de la SGAE en Andalucía, José Lucas Chaves, ha pronunciado unas palabras de bienvenida y ha sido el primero en felicitar a todos los finalistas por su talento y excelente trabajo. Tras recordar el punto de máxima difusión y acercamiento a la creación que suponen los Premios Max, dio unas pinceladas de todos los autores y creadoras asistentes.

En el acto, que transcurrió como un encuentro distendido entre creadores, autoras y profesionales de los medios en la zona, los finalistas trataron sobre sus obras, sus inquietudes creativas, el origen de sus espectáculos y la oportunidad que se les brinda al poder participar en estos galardones.

Para Vanesa Aibar, fue la búsqueda de transición la que la sumergió en La reina del metal, obra surgida de una pieza breve de videodanza, a la que puso música Enric Monfort. “Aprendimos a profundizar en el sonido, en el movimiento, con tecnología de espacialización sonora, persistiendo en la idea del metal y del sonido, y lo que generaba eso en mi cuerpo”, explicaba a la audiencia.

Seises, espectáculo de Israel Galván, “ha crecido mucho, y demuestra que los espectáculos tienen una vida propia, como si fueran virus que mutan y se convierten en otras cosas”.

Isabel Vázquez concretaba que su obra finalista Archipiélago de los desastres se hizo para trabajar sobre el fracaso y el éxito, pero “en realidad el punto de partida fue trabajar sobre la vulnerabilidad, herramienta poderosísima con la que trabajamos los artistas y que luego en la vida cotidiana todos intentamos ocultar”. “Pero es lo que nos hace conectar con el público”, afirmaba.

Tras recordar la buena hornada de creadores jiennenses finalistas este año, el autor Alberto Conejero comentó que lo que le parece más especial de la obra con la que compite es que “los Max hagan finalista una obra de teatro de objetos, que se mueve entre la ficción y la representación, el teatro documental, la palabra y los objetos”.

La coreógrafa Rafaela Carrasco se adentró en “el espacio virgen de la noche, donde trabajar mucho las imágenes”, lo que hace en todos sus espectáculos. “Duermo poco y suelo tener un imaginario muy amplio, lo que me ayuda a crear espacios llenos de imágenes poéticas rodeada de muchos bailarines, en procesos coreográficos amplios”.

Por último, el ubetense José Antonio Pascual, en representación de la compañía granadina Animasur, celebraba su segundo año consecutivo como finalista en los Max, “Estamos muy ilusionados. La del pasado y Love, love, love son obras de carácter reivindicativo, social, comprometidas, con un lenguaje que llamamos activismo, pero en realidad, un teatro que puede transformar la sociedad llegando a todo el mundo.»

Preguntados por la importancia y ayuda que puedan suponer los galardones, coincidían en que entre sus virtudes sobresale darles a conocer más y mejor entre la comunidad de creadores, dentro del tejido escénico del Estado, pero también que se les conozca más en sociedad. Para Galván, que alberga ya nueve premios Max, “son unos reconocimientos que nos unen a todos los creadores, nos vuelven más receptivos, y me ha servido para que conozcan lo que hago”. Carrascal y Carrasco coincidían en que sirven para dar mayor visibilidad y para que las artes en vivo sigan siendo fundamentales. De cualquier modo, piensan disfrutar no solo de una gala cargada de sorpresas en torno al pueblo del carnaval, sino de la completa jornada, “porque ser finalista merece toda una celebración”.