La reivindicación ética de la elipsis en el cine es una cuestión sobre la que los profesionales del sector, tras años de debate, no logran ponerse de acuerdo
En el año 1888 el francés Louis le Prince filmaba La escena del jardín de Roundhay, Inglaterra fue el escenario de la película más antigua que se conoce. Hoy, 129 años más tarde, el cine ha desarrollado un complejo entramado de áreas que da lugar a la producción de miles de cintas al año.
El séptimo arte ya no solo tiene la función de entretener sino la de formar. Las películas transmiten valores, proponen situaciones que hacen reflexionar y crear una opinión al público. Su influencia llega hasta el punto de afectar de forma directa en los comportamientos y acciones del espectador, es capaz de herir sensibilidades y trasladarnos a lugares emblemáticos.
La profesora María del Mar López Talavera reabre la discusión sobre la reivindicación ética de la elipsis en el cine, en su libro Ética en los medios de comunicación: prensa, radio, tv y cine: “el cine puede contarnos todo, pero no puede y no debe mostrarnos todo, con toda clase de detalle. Muchas veces los directores tratan de justificar que las escenas de sexo o violencia explicitas son una exigencia del guion. Pero no es verdad”.
Por ello, teniendo en cuenta el influjo del cine, ¿deberían establecerse unas normas éticas en la ficción?
Una de las propuestas más llamativas en la de la elipsis, entendiendo esta como la exclusión del fragmento de una escena, interrumpiendo así la continuidad de la historia. De esta forma, Talavera expone que es un método que “imprime ritmo y dinamismo a los guiones” y “exige más creatividad al guionista y da lugar a mejores resultados cinematográficos”.
Libertad y censura
Sin embargo, hay autores que consideran este recurso una forma de coartar la libertad de expresión de su arte y defienden que esas secuencias son necesarias. Ahora bien, si se pone como ejemplo la película Irreversible de Gaspar Noé, que muestra una escena de violación devastadora que dura 9 minutos. O Martyrs, de Paul Laugier, que expone como una mujer es secuestrada, maltratada a diario y finalmente desollada de forma explícita llegamos al siguiente interrogante, ¿era necesario narrar estas escenas de forma tan detallada?
Para Mariano Barroso, vicepresidente de la Academia de Cine, director, guionista y productor español, “la elipsis es una herramienta fundamental de la narrativa cinematográfica. Sirve para hacer avanzar la historia de la manera más sutil posible, poniendo en manos del espectador la elección de los hechos sucedidos en off. Es un acto de respeto y confianza hacia el espectador”. No obstante, cuando se le plantea que la libertad que da el cine justifica todo lo que ve el público en pantalla, expone que en un nivel está de acuerdo, “la repuesta la debe dar a nivel individual cada cineasta y, por supuesto, cada espectador en el momento de decidir lo que está dispuesto a aceptar o no”.
Como él, el montador de cine y ganador de dos Premios Goya, Iván Aledo considera que “es el público el que decide lo que quiere ver y lo que no. Creo que en estos tiempos antes de ver una película se tiene la suficiente información para que ciertos matices de su forma y contenido no nos pillen desprevenidos”.
Asimismo, los dos coinciden en que la elipsis exige al guionista un mayor esfuerzo creativo. “Sin ninguna duda. La elipsis requiere de pericia. Lo que no se muestra es más importante que lo que se muestra”, apunta Barroso.
Partiendo del ejemplo de las obras de Noé y Laugier, el vicepresidente de la Academia confiesa: “no sería mi opción, pero estos cineastas que nombras han apostado por esa narrativa hiperrealista, y tiene un público y una parte de la crítica que lo ha celebrado”. Por su parte, Aledo duda que eso se resuelva con la elipsis, “tal vez se suavice, o tal vez sea así como la quieren mostrar sus creadores”.
Muchas de estas escenas son difíciles de digerir para los espectadores y también pueden herir la sensibilidad del reparto; David M. Santana, actor reconocido por su participación en la saga Star Wars estima que “estas escenas no son agradables de rodar para nadie, pero ahí es donde radica la profesionalidad del actor. Aunque si me preguntas a mí, yo preferiría evitarlas si no son necesarias para que se entienda el argumento de una producción”.
Como director, Mariano Barroso añade que para él “no hay nada más violento ni desagradable que coreografiar y rodar una escena de sexo. Nadie lo pasa bien, quizás solo el espectador. Es incómodo, los actores se exponen mucho y los técnicos se sienten violentos”. Y afirma que “es imposible regular esto sin caer en la censura. El director y el público son quienes tienen la última palabra. Para tratar de solucionarlo propongo rigor, ética y fijarnos más en la vulnerabilidad que en la supuesta fortaleza de los humanos”.
Como conclusión, Aledo sostiene que “en el caso del arte puedo creer en la “autocensura” pero nunca en una normas que la dirijan. Mi solución es que la sociedad mejore, que desparezca tanta suciedad, y no me refiero sólo a los casos y situaciones que me relata arriba, hay suciedades menos obvias. Mantener la ilusión, que el cine que hacemos sea un reflejo de ese mundo más limpio y seguir creyendo que es una herramienta que nos hace conocernos más y ser mejores”.