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‘Kika’, una salida de tono en tiempos de correctismo moral

Título original: Kika

Año: 2025

Duración: 110 min.

País: Bélgica

Dirección: Alexe Poukine

Guion: Alexe Poukine, Thomas van Zuylen

Reparto: Manon Clavel, Makita Samba, Thomas Coumans, Suzanne Elbaz, Ethelle Gonzalez Lardued, Bernard Blancan

Música: Pierre Desprats

Fotografía: Colin Lévêque

Género: Drama

Ficha en Filmaffinity

La ópera prima de Alexe Poukine es una apuesta por el riesgo. En su incursión al largo, la francesa se tira a la piscina con una propuesta fresca, valiente y divertida, donde drama y comedia se dan la mano continuamente. Al más puro estilo de Fleabag, Poukine no teme a encarar de frente tabús como el adulterio, el duelo, la precariedad laboral o los fetiches sexuales, por no hablar del sostén principal de la trama: las trabajadoras sexuales. Aquí, Poukine no se achanta ante el reto, se mete de lleno en un terreno pantanoso sin miedo a enfangarse.

Kika no es más que una mujer que ha perdido sus puntos de referencia, una convencional asistente social, madre de una hija con un marido con el que ha vivido durante años, que conoce a un mecánico de bicis que la encandila por completo, David. Tras dejar a su marido para mudarse con David, Kika se entera de que está embarazada, pero la muerte repentina de David la deja sin hogar, sin dinero, con una hija a su cargo y a la espera de un bebé que no tiene claro si desea tener. Así, Kika se ve ante la necesidad de ganar dinero rápido, y un golpe de suerte la coloca ante la idea perfecta: vender bragas usadas por Internet. Esto la lleva a un mundo oscurantista en el que ella es la protagonista, porque, de la noche a la mañana, se convierte en una dominatrix que gana dinero denigrando a sus clientes.

Con una premisa de tal naturaleza, el debate está servido. La prostitución, despenalizada en Bélgica desde 2022, emerge como uno de los temas principales en la trama. En este sentido, como coguionista, la directora no ha querido juzgar a sus personajes, sino acompañarlos en sus tropiezos sin caer en eufemismos, y quizá sea esta la única forma de contar esta historia. Porque lo que sobresale de esta película es la naturalidad y el mimo con el que Poukine observa a sus personajes, del mismo modo que lo hace la actriz protagonista, una deslumbrante Manon Clavel cuya interpretación denota un respeto y cariño absoluto hacia Kika.

Porque, al fin y al cabo, Kika no es más que una mujer que se gana la vida como puede, que vive de ayudar a otros cuando, en realidad, la que necesita ayuda es ella. Es la cuidadora que necesita ser cuidada, y su reticencia a pedir auxilio es, precisamente, lo que la fuerza a caer en el sótano de la sociedad, ese mundo en el que se ve obligada a hacer todo lo contrario a lo que ella está acostumbrada: despreciar a quien acude a pedir sus servicios.

En definitiva, Kika es una dramedia que bebe de contrastes, del humor que nace de la tragedia, de un sistema contra intuitivo que recompensa a una dominatrix por encima de una asistente social, en una sociedad en la que una profesional que ayuda a la gente malvive con un sueldo precario, más bajo incluso que una trabajadora que se dedica a denigrar a sus clientes.

En un coloquio posterior a la proyección en la pasada edición de la SEMINCI, decía la directora que la vida misma es comedia y drama al mismo tiempo, que hay risas y llantos cada día. Y Kika es el mayor exponente de esta realidad, una muestra de que el cine, como la vida misma, se observa mejor cuando se hace desde un lugar sincero.

Nota de lectores3 Votos
9.4
Una Manon Clavel espontánea y vulnerable que sintoniza a la perfección con su personaje.
La cinta deja un mensaje ambiguo sobre la prostitución.
7.5