Entrevistamos a Daniel Monzón y Rodrigo de la Serna, director y protagonista respectivamente de una de las comedias más anunciadas del año; ‘Yucatán’.
Yucatán es un barco que acaba de zarpar. Al timón está Daniel Monzón, uno de los cineastas más influyentes e interesantes de la última década. Entre la tripulación destaca con una gran labor de marinaje el argentino Rodrigo de la Serna, compañero de cubierta de Luis Tosar en esta comedia sobre estafadores, amores y trampas. Hablamos con Monzón y De la Serna para que nos cuenten los entresijos de una de las películas más esperadas del año.
Para Monzón, Yucatán, ha supuesto un cambio de aires con respecto a su filmografía reciente. “No me gusta quedarme anquilosado, y me gusta probar cosas nuevas, te mantiene joven”, explica el director y guionista de esta comedia. Tras su Celda 211 y El niño, Monzón admite que “tenía cuerpo de comedia, de reír y de hacer reír”.
Para este cineasta, Yucatán es “una comedia canalla” que le ha servido para hablar de temas más serios como la codicia y la ambición humana. “Durante la crisis económica me preguntaba: ‘¿por qué hemos llegado donde hemos llegado?’. E indudablemente es por la codicia. La codicia es una enfermedad humana que se mete dentro del cuerpo, como un cáncer y que convierten a la persona en un ser abyecto, que cambia por completo el objetivo de lo que es la vida”. La película, que transcurre en 2008, año del inicio de la última crisis, no podría calzar mejor con esta idea.
Ante la duda de si una comedia es el mejor vehículo para transmitir una idea de esa magnitud Monzón lo tiene claro: “Hablar de una comedia no es hablar de una cosa vacua, te permite hablar del ser humano con mucha mordacidad. Puede ser haciendo reír”.
Este director de Palma de Mallorca se confiesa un enamorado de las comedias, tanto que extraña su escasez por su filmografía. Para Monzón este género debe ser “un regalo para el público” y afirma que le encuentra sorprendentes similitudes con viajar en un crucero: “La primera vez que embarqué en un barco le vi relación con el cine. La gente va y paga un trayecto y espera disfrutar. Eso tiene mucho que ver con el cine entretenimiento; el espectador paga una entrada para un viaje que a lo largo de dos horas le haga olvidarse de su realidad cotidiana”. Y concluye: “Todo ello me llevó a embarcarme en Yucatán”.
Por su parte, Rodrigo de la Serna interpreta a uno de los personajes más carismáticos e interesantes de Yucatán. Como estafador inmaduro, posesivo y ambicioso, este actor argentino afirma que lo tuvo fácil en todo momento bajo las órdenes de Monzón, a quien califica como “un maestro del cine”.
Su personaje, aún con toda la extravagancia que pide la comedia como género, es contenido en muchas ocasiones, alejándole de la caricatura fácil. “Estábamos muy amparados por el guión. Ese corazón dramático que late por debajo de la historia, hace que no sea una comedia normal, y que sea un relato con una profundidad relevante”, afirma De la Serna.
Y es que Yucatán tiene trampas por todos lados. La comedia queda equilibrada por el drama, y eso para Rodrigo de la Serna es un acierto: “Ayuda a que te puedas pasar un poco de la raya que es lo que permite la comedia, para que sea más gracioso todo. El anclaje emocional y humano hacen que tampoco te puedes ir del todo”.
Como estafador, muchos podrían ver a De la Serna como el villano de la cinta, aunque el actor no lo ve así para nada. “Es muy patético. Es un anti héroe. Se puede empatizar con alguien que hace gracia. Y si encima ha sufrido por amor…¿quién no ha sufrido por amor?. Puedes empatizar más allá de lo canalla que sea este tipo y ver los conflictos que tiene”.
Para este argentino una de las grandes claves de Yucatán es precisamente la empatía, y asegura que “todos los roles generan empatía en algún punto”, lo que la hace ser ser una comedia diferente.