Título original: Emilia Pérez
Año: 2024
Género: Thriller / Musical / Drama | Transexualidad | Crimen | Drogas
Duración: 132
País: España
Dirección: Jacques Audiard
Guion: Jacques Audiard
Fotografía: Paul Guilhaume
Música: Clément Ducol y Camille
Creía que el mundo avanzaba. La humanidad. Cada día me convierto más misántropo. Ya no experimento el delirio a través de las personas, de sus desgracias, corrosivas o devastadoras. A veces me alegro de que les ocurra, otras veces lo ignoro, pero ya no me preocupo ni empatizo, no me entristezco por ellos. He llegado a un punto inimaginable de desesperanza. En cualquier mundo, en el primero, en el tercero. Ya me dan igual. Eso me lo ha creado la humanidad. Llena de misóginos, gordofóbicos, homófobos, transfobos, xenófobos… Prefiero la oscuridad, el miedo y la catástrofe antes que el sol, la fiesta, la normalidad, y con ello, la felicidad.
Jacques Audiard (Un Profeta, Los hermanos Sisters, París, Distrito 13), ganador de la Palma de Oro en Cannes 2015 por Dheepan, no consigue sumarme filantropía en Emilia Pérez —ese es un problema mío—, pero sí hacerme delirar a través de un universo ambientado en México dónde existe una abismal corrupción que tapa feminicidios y subestima la ambición de muchas personas, en este caso mujeres, como le ocurre a Rita Mora Castro (Zoe Saldaña: Guardianes de la Galaxia, Avatar), una abogada harta del mal uso del poder en el país que sirve de conector, de hilo conductor, en la historia. Es una arribista que lleva el control de las vidas de una familia de 4: un capo llamado ‘Manitas’, su enamorada estadounidense Jessie, y sus dos hijos.
El director francés cuenta en Emilia Pérez la historia de este capo que, desde su infancia, ha deseado ser una mujer. Se arrepiente de sus actos, de pintar todo un país de color rojo con las sangres de sus numerosas víctimas. De un destino que nunca quiso porque no le permitía mostrar su verdadera identidad. Una vida llena de pobreza, delincuencia y machismo forzado. Para ello, contrata a esta abogada con una grata recompensa. Porque ya no puede más, necesita la transición. Quiere cambiar de vida, y para ello decide dejar todo atrás: su familia y su piel. Rita hará todo el proceso. Hablará con todos los cirujanos mejor valorados del mundo hasta llegar al Dr. Wasserman (Mark Ivanir: La lista de Schindler, Sr. y Sra. Smith) donde mujer y hombre reflexionarán (uno de los mejores momentos de la película) sobre quién cambia el cuerpo, cambia el alma, y quién cambia el alma, cambia la sociedad.
Un segundo arco en la historia aparece. Una transición. Un cambio de vida. Como si todo hubiera sido borrado, o nada hubiera pasado, literalmente desaparecido. Todos ya vuelven a sonreír. Con ello es una tal Emilia Pérez, que siente frustración tras observar en persona el profundo e injusto delirio de una madre cuyo hijo lleva desaparecido años. Como si cambiar la piel hubiera hecho desaparecer la oscuridad de un pasado tan indeseado como inevitable. Pero, desafortunadamente, esa oscuridad parece volver cuando los hijos de Manitas se convierten en objetivo de posesión para una Jessie desdichada e ingenua y una confundida Emilia Pérez a causa de dos almas que, tan parecidas como diferentes, interfieren en un mismo cuerpo.
Existen, exitosamente, numerosos momentos de redención —sobre todo en el final—. En una historia donde se revuelven infinitas emociones, sentimientos, reivindicaciones, temas y, sobre todo, giros sobre una sociedad destinada a la violencia, al narcotráfico y la corrupción en un callejón sin salida, en un sin fin de provocación, mordacidad y desgracia. Pueden llegar a lo absurdo, a la inverosimilitud, pero no importa.
Audiard lo ejecuta todo de una manera única, auténtica, con un desparpajo que llena de electricidad —como ese plano cenital en la enorme clínica con las camillas—, estimulación, ingenio, esperanza y lágrimas la cara de un joven de 18 años en la primera fila de una fría sala de cine. Le pertenece una audacia creativa inexpugnable, una ambición envidiable.
Emilia Pérez puede ser lo que quiera. Un melodrama, también socio-político. Una comedia. Un thriller. Un musical operístico, hablado y cantado (el mejor número musical es el de las armas). Incluso una telenovela. Y da igual, porque todo aquello que ha sido, es y será Emilia Pérez habrá sido a causa de un equipo infinitamente magnífico. Porque con la mano de Audiard, la tan realista como exaltada fantástica fotografía de Paul Guilhaume, la emocionante música escrita y compuesta por el compositor Clément Ducol y su esposa, la cantante Camille, y las catárticas coreografías del belga Damien Jalet hacen que un reparto como este transformen a Emilia Pérez en una película imprescindible del siglo XXI.
Me enamoró en los universos de Avatar y de Marvel, y ahora consigue el papel de su vida: vigorosa y trascendental Zoe Saldaña con todo el peso narrativo. También me enamoró Selena Gómez en Solo asesinatos en el edificio y Día de lluvia en Nueva York (una de mis películas favoritas de Woody Allen), pero, aquí, más que correcta y casi inoportuna cuyo español cuesta de entender. Sin embargo, el gran hallazgo es de Karla Sofía Gascón—de la que desconocía—, poderosamente interpretando a Manitas y a Emilia, sin palabras me deja esta increíble mujer. Y me falta frecuentar a Adriana Paz, lo haré.
Todas ellas han conseguido, merecidamente, el premio ‘Mejor actriz’ en el 77 Festival de Cannes. Se lo merecen, que lo disfruten. Y que disfruten ellas y la película de las muchas nominaciones —que alguna ganarán— en los Oscar.