Titulo original: The Crow
Año: 2024
País: Estados Unidos
Director: Rupert Sanders
Guion: Zach Baylin y William Schneider Cómic: James O’Barr
Fotografía: Steve Annis
Música: Volker Bertelmann
Montaje: Chris Dickens y Neil Smith
Reparto: Bill Skarsgård, FKA Twigs, Danny Huston, Isabella Wei, David Bowles, Paul A Maynard, Laura Birn…
Compañías: The Electric Shadow Company, Edward R. Pressman Film, Davis Films, Hassell Free Productions
Distribuidora: Lionsgate Films y FilmNation Entertainment
Género: Thriller, Acción, Fantástico
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Por lo que tengo entendido, un reboot de El Cuervo (Alex Proyas, 1994) llevaba desarrollándose desde 2009. Entre cambios de directores, elencos y escritores, finalmente la nueva adaptación de la novela gráfica de James O’Barr se estrena este viernes 30 de agosto con la dirección de Rupert Sanders (Ghost in the shell) los guionistas Zach Baylin y William Schneider y con un elenco que, a primera vista, parece cautivador.
A veces en casa, a mi padre le brillan los ojos cuando le toca hablarme sobre la película original. También voy a la tienda de cómics a preguntar sobre la novela para leerla de una vez porque noto como si hubiera pecado por no haberlo hecho antes. Ambos –mi padre y el vendedor de cómics– me dicen que la película original fue tan mágica, legendaria y trágica que se convirtió en un clásico del cine de culto.
Al conocer todos los halagos, pero, especialmente, la historia y su ambientación, que son de las cosas que más me atraen, mis fibras se revolucionan y me crean una necesidad abrumadora para conocerlo todo sobre Eric Draven y Shelly Webster, una pareja de enamorados que se casarían en la noche de Halloween, pero sus vidas son arrebatadas brutalmente la noche anterior –conocida como ‘Devil’s Night’– por una pandilla liderada por T-Bird. No obstante, por suerte o desgracia, Draven es resucitado justo un año después por un cuervo que lo puede ver todo el mundo, y siempre que no esté herido le da inmunidad (en el cómic, Eric es totalmente inmune y el cuervo es solamente un espíritu que solo Eric puede ver). Todo con el objetivo de vengar la muerte de él y su prometida.
Sin embargo, en la película de Sanders, la mayoría de la historia es invención propia. Lo propuesto se hace incompatible y –duele decirlo– decepcionante. En esta se ve como se conocen Eric (Bill Skarsgård) y Shelly (FKA Twigs): un centro de rehabilitación. Y gracias a las drogas, tatuajes y melancolía que tienen en común se empiezan a enamorar intensamente, pero tienen que huir porque un tal Vincent Roeg (Danny Huston), un villano adinerado que ha pactado con el diablo se le concede el poder de hipnotizar –me recuerda un poco a Zebediah Killgrave de Jessica Jones– con tan solo susurrar en el oído para ordenar a la gente a cometer atrocidades, los tiene en busca y captura –especialmente a Shelly– por su equipo profesional –en vez de una pandilla como en la película original o el cómic– por mantener un vídeo en el que se ven cometidas tales atrocidades.
Casi a los tres cuartos de hora consiguen eliminar a los enamorados, y es casi en la mitad del metraje cuando, por fin, aparece lo que supuestamente para Sanders significa un nuevo Cuervo: un Bill Skarsgård que, en el físico, las escenas de acción e interpretación puede convencer pero no consigue rescatar a la película del pozo sin fondo en el que se ha hundido.
La caracterización del personaje es totalmente infiel al cómic y a la película de 1994, y no por eso tiene que ser algo negativo, pero, en este caso, lo observo y no encuentro a El Cuervo; me da más la sensación de ser una versión Hot Topic en vez del misticismo y personalidad de Eric. No obstante, la nueva Shelly es tierna y causa cierto sazón, pero tiene un protagonismo –de lo más importante– que no aprovecha al completo, que debería ser utilizado para hacernos sentir como los otros dos verdaderos Eric Draven se sienten: entre los recuerdos provocarnos rabia y profunda tristeza por aquello que merece una venganza tan lógica, entusiasta y necesaria.
Entre las dudas amorosas de este nuevo Eric y la irritante idea de hacerla renacer por vengar su muerte hace darme cuenta que la película me está suplicando que aguante, al menos por pena, hasta el final; y, generalizando, la película no me irrita, pero me enfadan tales ideas con repertorio escaso de originalidad y apogeo.
Un guion que es demasiado inverosímil hasta para su pretenciosa fantasía y más remota lógica por sus personajes monstruosos y otros no góticos, sino emo, que desestabiliza totalmente la verdadera esencia del amor, dolor y rabia de El Cuervo, porque no consigo sentir la pasión de los dos, es que ni siquiera puedo obligarme a creerlo. Y, una fotografía y diseño de producción que se notan puramente comerciales y que ni verdadera oscuridad transmiten. No crea un universo melancólico, gótico o tétrico.
Acudo al cine con la esperanza de contradecir a toda la gente que repudia la película diciendo que el legado de Brandon Lee no impide que el reboot triunfe, pero acabo siendo parte de la sociedad. Y mi opinión de cuya veracidad sufro por culpa de mi bipolaridad adolescente por ahora me dice que esta adaptación emo carente de elegancia y sentido –se convierte en un asesino y no en un justiciero– hace que sea perfecta para la Generación Z –la cual pertenezco– que no conoce la esencia de Proyas, Lee y O’Barr.
(Desafortunadamente, no soy de la época, pero ahora sí echo de menos a Brandon Lee).