Cuando Tony Soprano te amenaza con la voz de Homer Simpson

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Cuenta la leyenda que Kubrick, en su obsesión por controlar todo lo que rodeara a su película, eligió personalmente las voces españolas que doblarían sus personajes de ‘El Resplandor’- Joaquín Hinojosa y Verónica Forqué-, y que, aún sin entender nada de español, decidió elegir las voces que peor le sonaran a modo de protesta ante lo que él veía como una aberración; el doblaje en el cine.

Sin dejar de ser una oscura leyenda, como todo lo que parece rodear a este cineasta, y por supuesto, sin quitarle un ápice de talento a Joaquín Hinojosa y Verónica Forqué que no tuvieron culpa de nada, lo que sí que es cierto es que el resultado de la versión doblada de la adaptación de Stephen King desembocó en celebérrimo desastre. Ahí quedan para nuestros anales nacionales aquel insulso “Aquí está Jack”, que sacaba más carcajadas que estremecimientos.

Llegados a este punto, donde ya se me puede ver bastante el plumero, no me queda otra que expresar mi tremendo descontento ante el -ahora sí escalofriante – dominio del doblaje en la cultura audiovisual de nuestro país.  Aunque, antes de que forme parte de un linchamiento público, dejadme añadir que mi anterior afirmación no conlleva que no sea capaz de admitir la inherente importancia y necesidad de una industria consolidada de doblaje en un país.

En España hemos contado, y contamos, con magníficos actores y actrices de doblaje – véase, o mejor dicho, escúchese, a Pepe Mediavilla, por nombrar a uno entre cientos y al cual personalmente admiro – Aún así, resulta más que razonable pedir (a gritos) un distribución más justa entre el doblaje y la propia versión original de las películas.

Porque, aunque no curaría todos los males que padece este país, es innegable que sería tremendamente beneficioso sacar del oscuro cajón a la versión original de una vez por todas, porque no muerde ni hace daño, y darle una justa visibilidad comercial. Una versión original que hoy día dispone de un número vergonzosamente ínfimo de salas de cine en España.

Los beneficios que supone potenciar la versión original en cine y televisión son de sobra conocidos por todos, aunque los seguimos esquivando incómodos mirando hacia otro lado.

En primer lugar, estaríamos hablando del poder apreciar las voces reales de los propios actores. En la interpretación, el uso de la voz es parte esencial a la hora de construir un personaje. El gran esfuerzo realizado por los actores para dar vida a los distintos personajes que encarnan queda totalmente despreciado y enterrado a base de cambiar sus voces y traducirlas a otros idiomas. Desde la entonación, la intensidad, el timbre, y en sí, el sonido único de cada voz, hacen que, con el doblaje, tan sólo nos llegue parte del trabajo total del actor. Te saca de la historia que el tono de envenenado sarcasmo con el que te mira Frank Underwood no sea la intimidadora voz de Kevin Spacey.

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Porque siento ser yo quien lo diga, pero no me produce lo mismo la imponente voz de Walter White amenazando con su “I am the one who knocks”, que la simpaticona voz doblada exclamando “Yo soy el tío que llama”. No, no y no. De nuevo la frontera entre el estremecimiento y la carcajada es mínima.

Otro punto para tener en cuenta reside en las diversas transformaciones, en ocasiones auténticos destrozos, que se realizan a las líneas de diálogo para que se adapten a nuestro entendimiento español. En este apartado salen especialmente damnificados los juegos de palabras, expresiones, los guiños, las referencias, las bromas y las distintas reacciones de unos personajes que quieren transmitir algo, pero que ese algo nos llega trastocado, desvalijado o, con bonitos eufemismos, adaptado. Aquí entran los traspiés hechos a nuestro bueno de Sheldon Cooper, que dejaron su icónico “Bazinga”, en un gratuito “Zas en toda la boca”.

Ya más alejado del aspecto cinematográfico pero de gran importancia, es el relativo al idioma. Una sociedad que deja como opciones minoritarias la disponibilidad de apreciar voces originales, está perdiendo un importante cause de aprendizaje y asimilación lingüística. Yo mismo tuve la suerte de conocer a un joven holandés que me contaba como su alto nivel de inglés no provenía del colegio, ni de las clases particulares, sino de haber crecido cantando el Rey León en inglés.

Así pues, y aún viendo como poco a poco la versión original parece estar calando en nosotros gracias a la necesidad de ver series extranjeras lo antes posible sin tiempo para esperar a ese doblaje, queda aún mucho por hacer. Que en grandes ciudades como Sevilla exista tan sólo un cine con oferta constante para ver películas en versión original no es sino un ligero esbozo de la mentalidad de “leer subtítulos cansa” que impera en nosotros. No consiste en acabar con el doblaje, que a fin de cuentas, realiza una importante labor social, sino de aumentar el número de ofertas para disfrutar de una película del modo en la que fue concebida, y apreciar el trabajo de los actores en su totalidad.

Porque no me negarán que cuando ven a Tony Soprano en uno de sus amenazadores arrebatos violentos, lo último que esperan oír es la voz de Homer Simpson. Me gusta Homer, pero no quiero que al jefe de la mafia de Nueva Jersey se le escape un “estúpido Flanders”, entre paliza y paliza.

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