Título original:Viva.
Año: 2015.
Duración: 100 mins.
País: Irlanda
Director: Paddy Breathnach
Guión: Mark O’Halloran
Música: Stephen Rennicks Fotografía Cathal Watters
Reparto: Héctor Medina, Jorge Perugorría, Luis Alberto García, Renata Maikel Machín Blanco, Luis Manuel Álvarez
Productora: Coproducción Irlanda-Cuba; Treasure Entertainment.
Género: Drama.
Hace una semana que el mundo entero celebraba, con mayor o menor libertad, el Día Internacional del Orgullo LGBT. Y, aunque las calles ya no estén engalanadas con banderas del arcoíris, nunca es un mal momento para enarbolar el espíritu del Orgullo. Viva, candidata de Irlanda para los pasados premios Oscar, nos traslada a ese lugar donde se paró el tiempo en los años cincuenta: La Habana. Jesús (Héctor Medina), un joven de 18 años, vive solo en un antiguo apartamento del casco antiguo. Se gana la vida como peluquero haciendo pequeños trabajos aquí y allá, entre ellos peinar las pelucas en un local de drag queen. Será aquí donde nazca Viva, el nombre artístico de Jesús.
La historia que nos cuenta Viva se ha contado ya muchas veces en el cine, pero no llama la atención el qué de esta película, sino el cómo. Para empezar se enfrentan dos ambientes o quizás, mejor dicho, dos mundos. Estos mundos llegan a encontrarse, pero no a mezclarse, son el aceite y el agua, y Jesús forma parte de los dos. El espectador se enfrenta a la pesadumbre calurosa, dulzona y con ese tono añejo de la luz de La Habana, pero también al colorido excesivo y alegre de la sala de espectáculos. Es curioso porque son las luces y las sombras las que mejor muestran esta barrera de manera física. La historia de Jesús, con sus luces y sus sombras también se ven representadas de de manera lumínica. La iluminación es un elemento estético, pero también narrativo. En Viva hay planos que podrían congelarse y narrar una historia por ellos mismos. Obviamente en esta narratividad también entra en juego el punto de vista de la cámara y la colocación de personajes y objetos, pero es la iluminación el elemento clave.
Pero en el cómo se narra esta historia, que ya hemos dicho que es lo importante, el papel fundamental lo cumplen los personajes con sus luces y sus sombras (otra vez la luz) con sus luchas internas que, gracias a una mirada un tic facial, una mueca, se nos muestran a flor de piel. Así, la construcción de unos personajes poliédricos culmina con unas grandes interpretaciones y, así, estos personajes mágicos que habitan en una ciudad maldecida o bendecida (según quien quiera mirarlo) por la suspensión del tiempo nos hacen reír, pero también llorar. En el mundo de la noche, el de las luces vivas y los personajes desenfadados el espectador no podrá evitar la carcajada, mientras que en el mundo de la noche en penumbra puede que llegue a sentir un nudo en la garganta. Sin embargo, con la evolución de los personajes, que no son los mismos al principio y al final de la película estos sentimientos acaban mezclándose, y esto sucede porque el personaje protagonista por fin ha encontrado su identidad.
De eso trata esta historia, de la búsqueda de la propia identidad y no de la que se supone que debería ser. Es una viaje de identidad individual, la de Jesús, pero también de búsqueda de identidad colectiva y de identidad familiar. La familia es muy importante en Viva, que nos muestra la belleza de lo que la sociedad considera disfuncional. Qué bella familia la formada por las drag queens; qué bella familia formada por la de una humilde comunidad de vecinos; qué bella familia la de un padre y un hijo que intentan reconciliar sus diferencias. Y es que la palabra disfuncional acarrea una carga peyorativa provocada por las instituciones y su manía de etiquetarlo todo, incluido el amor, algo tan único e imposible de etiquetar. Viva nos lanza un poderoso mensaje: Búscate, encuéntrate y quiere a los que te quieren tal y como eres.
Lo mejor: Las actuaciones. La iluminación, los planos generales de aspecto pictórico y la música te introduce en la colorida, cálida y dulce Habana, pero son los personajes los que te atrapan y te retuercen las tripas.
Lo peor: Aunque narrada de una forma inteligente, Viva se queda en la superficie. Es una historia que se ha contado antes, una historia de redención y de búsqueda de la identidad. Sin embargo, la forma en la que está construida unida al ambiente mágico de una ciudad suspendida en el tiempo como es La Habana convierten a Viva en una experiencia sensorial única.
Nota: 9/10