Crítica – ‘Sparrows’

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Título original: Sparrows

País: Islandia

Año: 2015

Duración: 99 minutos

Director: Rúnar Rúnarsson

Reparto: Atli Oskar Fjalarsson, Ingvar Eggert Sigurðsson, Kristbjörg Kjeld, Rade Serbedzija

Música: Kjartan Sveinsson

Guion: Rúnar Rúnarsson

Género: Drama, Adolescencia

Nadie sabía hacia dónde volaban aquellos pájaros. Los vulnerables personajes que Rúnar Rúnarsson creó hace ya ocho años en el cortometraje Two Birds amplían su historia –con  sus dos actores originales, aunque bastante más crecidos- en Sparrows, creando a su alrededor un contexto teñido de blanco en una tierra silenciosa donde, en verano, no se pone el sol.

Una narración que avanza con ritmo –lento, pero ritmo al fin y al cabo- hacia un desenlace ya conocido para los acostumbrados al cine del islandés, y completamente inesperado para los que se acercan a él por primera vez.

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Atli Oskar Fjalarsson es Ari, el joven protagonista

Una vez más, el creador juega al oxímoron de la inmensidad aplastante. No solo eso: convierte la cotidianidad de los problemas familiares, de la difícil relación entre un padre y un hijo, en una espiral de soledad que crece a la vez que su protagonista.

Los diálogos son escasos. Tanto, que apenas necesitas traducción; las miradas, las expresiones e incluso la falta de expresión, sumado a un buen uso de la fotografía, llenan el vacío que otros tipos de cine necesitan ampliar con texto excesivo.

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El padre de Ari, en su estado habitual

Richardson lo ha conseguido: se alzó con la Concha de Oro de San Sebastián en 2015 construyendo alrededor de uno de sus experimentos, transformándolo en un trabajo más que correcto. No obstante, no deja de ser su segundo largo, y la poca carrera en narraciones extensas se asoma en detalles como la fluctuación de intensidad a lo largo de la cinta o la  cantidad de tramas que discurren sin llegar a un punto exacto; aunque en su mayoría están justificadas en algún momento, otras no aportan nada a una historia cuyo protagonismo recae, como la vida misma, en los hombros de Ari (Atli Óskar Fjalarsson), un joven vulnerable y poco preparado para soportar los golpes de realidad.

Y es ese fiel retrato de una realidad concreta lo que suma en el conjunto de la obra. Al fin y al cabo, la vida no siempre se compone de finales felices.

Lo mejor: La capacidad narrativa que consigue Richardson conjugando actuación y fotografía.

Lo peor: La apertura de tramas secundarias que no tienen relevancia alguna.

Nota: 7/10