Título original: Ambulance
Año: 2022
País: Estados Unidos
Dirección: Michael Bay
Guion: Chris Fedak
Fotografía: Roberto De Angelis
Reparto: Jake Gyllenhaal, Yahya Abdul-Mateen II, Eiza González, Garret Dillahunt, Moses Ingram, Keir O’Donnell, Colin Woodell, Brendan Miller, Olivia Stambouliah, José Pablo Cantillo, Jackson White
Productora: Universal Pictures, Bay Films, 5150 Action, Endeavor Content, New Republic Pictures
Género: Acción, Thriller, Drama
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He de confesar: hace no mucho tiempo yo a Michael Bay no le tragaba. Embutido en mis ínfulas de intelectual y todavía desconocedor de su cine más allá de la saga Transformers, mis comentarios sobre el director californiano siempre eran los de cualquier hater piojoso que felizmente puebla la red social del pajarito azul. Pero menos mal que luego se me pasó la tontería y abrí la mente. Y lo más importante de todo: descubrí que suyas eran Dos policías rebeldes (1995), La roca (1996) y La isla (2005) , tres películas que en su mayor o menor medida me gustaban con ese entusiasmo adolescente que creo conservar todavía (tengo 22 años, pero la mitad de mi alma tiene 60). Desde entonces siempre me dejo llevar cuando me vuelvo a enfrentar a este señor de gustos excesivos (puesta en escena, dramatización del guion, alivios cómicos, etc.), pero con un carácter autoral desvergonzado ciertamente envidiable en estos megalodones de acción que suelen ser sus blockbusters.
También lo demuestra con creces en su último trabajo, Ambulance. Plan de huida, que, partiendo de un thriller danés llamado Ambulancen (Munch-Petersen, 2005) cuenta la historia de dos hermanos, Will y Danny, que perpetran el enésimo gran atraco fallido del celuloide cuyo desenlace son casi dos horas de pura persecución adrenalínica entre toda la policía de Los Ángeles, un cuerpo especial de la misma y un agente del FBI y los protagonistas que huyen en una ambulancia junto con una versátil paramédica y un policía novato malherido. Al contrario que en su último filme, ese 6 en la sombra (2019) que era una estimable e hipervitaminada historia de misiones imposibles y ligerísimas aficiones por el gore, aquí Bay ha contado con menos presupuesto y, por lo tanto, el validarse ante el público como un gran orquestador de imágenes de acción a toda tralla, dónde el ritmo apenas decae a pesar de sus limitaciones. Porque el sigue sabiendo dar con la tecla que algunas franquicias calcadas y anémicas no saben pulsar. Bien porque este consigue explotar sabiamente un terreno y una premisa más propios de los 90/principios de los 2000. Bien por ese aire de desenfado y violencia que encuentra su encanto más básico por no estar tomándose muy en serio a sí mismo con fugas de humor tan infantil como inteligente. O bien por juguetear con soluciones técnicas loquísimas como esos planos tan imposibles a no ser que se hagan con un dron. Cosa que hace, por supuesto.
No obstante, sería engañoso no mentar los evidentes problemas que tiene Michael Bay a la hora de tratar sus guiones. En los cuales se hacen más notables, por malos, esos empachos que tanto le achacan sus detractores. Su concepción de un drama social queda expuesto de manera superflua, aunque aquí de con la suficiente efectividad en su impulso narrativo de la trama (la mujer del personaje de Will está enferma y el seguro no cubre los gastos) y también como discurso en favor de los sanitarios, reforzado a su vez en el personaje de la paramédico interpretada por la carismática Eiza González, que al final del metraje se convierte en protagonista por derecho propio, tanto como estos dos hermanos que vertebran toda la historia. «Parientes» interpretados por un calmado y sufrido Yahya Abdul-Mateen II y un hilarantemente desquiciado y siniestro Jake Gyllenhaal, que conjugan a la perfección por su química que parte del contrapunto y por el tipo de relación que mantienen y que se nos presenta en pantalla desde el minuto 1 sin mareos innecesarios al espectador, algo de agradecer. Y esencial también en el caótico transcurrir de la huida hacia casa de unos personajes que están al servicio de la nueva, divertida y frenética aventura de un chalado adicto a las cosas que explotan y, últimamente, a las demostraciones de que por estos lares todavía no hay nadie que ruede la acción como él.
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Lo mejor: Las dos autocitas que se hace Bay, prueba irrefutable de lo disfrutona que pretende y consigue ser
Lo peor: Alguna interpretación y el trato que le da a ciertas ideas del guion
Nota: 7’5/10
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