Título original: Alpha
Año: 2025
Duración: 128 mins
País: Francia
Dirección: Julia Ducournau
Guion: Julia Ducournau
Reparto: Melissa Boros, Tahar Rahim, Golshifteh Farahani, Emma Mackey, Finnegan Oldfield, Jean-Charles Clichet.
Música: Jim Williams
Fotografía: Ruben Impens
Género: Drama. Thriller
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No es ningún secreto que siempre que Julia Ducournau dirige su miradahacia el cuerpo escarba en él sin miedo a infectarse. Alpha es una atrevida operación cinematográfica que se tambalea entre la asfixia del terror psicológico y los síntomas del melodrama. Con su tercera película, la realizadora francesa rehúye de la reciente masificación del body horror y el pringoso gore de La sustancia para adentrarse en el incierto terreno de lo personal.
Si en Titane, la película que le mereció la Palma de Oro en 2021, atendíamos a un thriller hipertrofiado y hasta las cejas de violencia, en Alpha, que esta vez ha pasado de forma silenciosa por Cannes y Sitges, las inyecciones y la sangre dejan a su paso un rastro de estigmas, pánico colectivo y complicados lazos familiares. En su tercer largometraje la cineasta francesa osa transitar una ambiciosa cantidad de temáticas que van desde la intimidad a la deformación del cuerpo. La Ducournau de Alpha es tan irreverente como la de Titane, pero con una visión que se diluye al pasarse de ambiciosa.
En un principio, el filme acompaña a Alpha, una problemática niña de 13 años que tras recibir un tatuaje en una fiesta clandestina deberá enfrentarse al rechazo de sus compañeros. Todo mientras poco a poco descubrimos un pasado familiar contaminado por las drogas y una grave enfermedad que convierte a las personas en estatuas de mármol. Una metáfora un tanto obvia de la epidemia de SIDA de los años 80 y 90 y, como no, de la exclusión social a la que estaba condenado todo aquel la padeciese.

El cine de Julia Ducournau no aspira, ni mucho menos, a la perfección. Es más, al ver Alpha uno se da cuenta de que se le pueden achacar los mismos errores que Titane, los cuales, en su momento, no importaron al jurado de Cannes. Pues a la directora francesa no le preocupan los guiones consistentes, ni que el espectador se sienta perdido, y ya ni hablemos de la verosimilitud. Pero, esta vez, la diferencia es que su tercer largometraje dirige una buena parte de sus esfuerzos a un intento de emotividad que resulta fallido. Así, el filme se queda en un extraño e incómodo limbo entre dos géneros, el drama y el terror, y el cine puramente autoral.
Aun así, está claro que para la legitima sucesora de David Cronenberg el impulso e interés por filmar nace desde la entraña y se dirige hacia al mundo exterior. En Alpha la crítica al entorno brota de un cuerpo enfermo y la realizadora francesa lo explora transformándolo en escultura, así lo petrifica y quiebra hasta hacerlo escombros. Lo mismo sucede con sus intérpretes, en especial con Tahar Rahim (El profeta), quien frente a la cámara no solo trabaja como actor sino también como contorsionista raquítico. La realizadora pone el foco en su cuerpo consumido por la droga y la enfermedad, una complexión que recuerda al inquietante rol de Christian Bale en El maquinista. La destreza con la que la cineasta de Grave captura el progresivo derrumbamiento de su mente y carnes más que el alma, son el verdadero músculo de la película.


