Título original: A Stormy Night
Año: 2020
Duración: 76 min.
País: España
Dirección: David Moragas
Guion: David Moragas
Música: Ángel Perez
Fotografía: Alfonso Herrera Salcedo (B&W)
Reparto: Jacob Perkins, David Moragas, Jordan Geiger, Marc DiFrancesco, Elena Martin
Género: Drama. Romance | Homosexualidad
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«Eres gay?». «¿Y por qué no iba a ser gay?» responde Marcos, casi a la defensiva. Alan asevera «No has dicho nada al respecto».
La tensión sexual se acumula durante una noche de tormenta en la que Alan aloja en su casa a un español autor de un documental erótico doméstico, cuando éste hace escala hacia San Francisco. Durante el breve encuentro, tendrán un choque de culturas al respecto de la libertad sexual, dando lugar a un romance con tintes de comedia.
Como Woody Allen en Manhattan (1979), el director primerizo David Moragas encarna a su protagonista y elige un detallado blanco y negro para rodar la casa americana. Moragas es, ya desde su primera propuesta, un escritor-director; una categoría por la que la crítica ha cultivado tanto respeto desde Cahiers du Cinema. Y es que, de algún modo, el vídeo digital ha traído consigo una Nueva Ola del Cine Independiente, esa que nos permite hacer películas con dos actores o equipos técnicos de entre 3 y 10 personas con un acabado pulido y, en el peor de los casos, desastres tan íntimos y aborrecibles comunes en el mumblecore.
Moragas es un actor al que nos encantaría ver brillar en más películas. Decir encandilamiento es poco. Su manejo al lado de un actor profesional como Jacob Perkins no tiene nada que envidiar, incluso su conocimiento del inglés (al escrito y al oral) es sorprendente. La dirección tampoco se resiente. Hay que abrazar también lo problemático de asignarse el papel principal.
La decisión de casting glorifica a este personaje que ahora ya no sabemos si tenía que hacernos dudar, reír, si estaba genial o si era un caos, si es él mismo o un arquetipo. Escuchar su historia implicará ponernos de su lado y minimizar sus errores. Se pierde el control del discurso y el equilibrio entre los dos personajes. En esa confusión, Marcos pone al director a punta de cañón a revisar su propia coherencia. Marcos perpetúa esa masculinidad gay joven, ya de la Generación Z, que colabora con la masculinidad de clase obrera. Como fuere, la masculinidad por definición suele ser plumófoba aunque la película no lo sea. De hecho, en ella se hila un debate espléndido sobre mucho más que esto, dando una mirada sarcástica a nuestra pretensión de modernidad intelectual y vida sexual libertina cuando seguimos sin haber resuelto muchos de nuestros problemas como colectivo en España y más allá.
Hablar desacomplejadamente de la vida sexual en el ambiente no es tan fácil como parece. En un mundo donde la vergüenza incita a la homofobia interiorizada, el militantismo LGTB es un tema delicado y constreñido al consenso. Un largo entramado de asociaciones tienen un pie puesto en el cine y su distribución, lo que ha dado vida por ejemplo al Festival FIRE!! o al LesGaiCineMad. Últimamente hemos podido acceder a muchas historias cuya baza es hablar de la sexualidad sin tapujos. También de ese estilo de vida propio que se genera en las grandes ciudades y que involucra cruising, aplicaciones y amores fugaces. Actualmente estamos yendo ya tan lejos como para discutir el turismo sexual. Pero nuestra artificiosa masculinidad nos hace caer en lo bruto. Alzar la voz en el cine LGTB a menudo implica dejar aflorar el dolor por la salida del armario, o una aprendida negatividad hacia todo lo que uno hace. Esa espiral nerviosa nos hace ser demasiado intensos y se acaba viendo un cine explotativo y encerrado sobre sí mismo.
Lo bonito es que A stormy night supera este encajonamiento comercial por su planteamiento romántico de sofá y manta (que el director pone de lado con Cuatro bodas y un funeral (Newell, 1994) o Novia a la fuga (Marshall, 1999). A Stormy Night consigue salir de la agitación general del género para ser más acogedora y positiva. Con la naturalidad de una conversación de a dos, Marcos y Alan superan desamores, plantean infidelidades y enfrentan sus ideas. Y el seductor alma libre de Marcos pierde toda su seguridad bajo un fuerte chaparrón que cala hasta los huesos. Hace tiempo que lo que más me gusta ver son protagonistas superando sus problemas a través de la honestidad, una honestidad que me aporte una calidez sencilla que calme la agitación de mi propio suceder de confesiones y charlas honestas.
En el futuro, David Moragas parece ser un nuevo agente con grandes aportaciones al cine (gay, catalán y con intenciones de mezclar los dos nichos). Su corto Detox (2020), en el que vuelve la vista a Barcelona, ha tenido un estreno simultáneo en Filmin con A stormy night. ¿Quizás sea un buen entrante?
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Lo mejor: ver a sus protagonistas carismáticos y atractivos (que también vende) y la revisión moderna del romance gay, hecha en Nueva York por alguien de Barcelona.
Lo peor: una reflexión que muestra pero no señala.
Nota: 9/10