Título original: Sasquatch Sunset
Año: 2024.
Duración: 88 minutos.
País: Estados Unidos.
Dirección: David Zellner, Nathan Zellner.
Guion: David Zellner.
Fotografía: Mike Gioulakis.
Música: The Octopus Project.
Reparto: Riley Keough, Jesse Eisenberg, Nathan Zellner, Christophe Zajac-Denek.
Productoras: Square Peg, The Space Program, ZBI.
Género: Fantástico / Comedia.
Ficha completa en FilmAffinity
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Al principio de Sasquatch Sunset nos encontramos con una colección de gags que nos hace preguntar si esta película va a llegar a algún sitio más allá de intentar perturbar al público con grandes dosis de humor escatológico y simios aburridos intentando sobrevivir en un bosque. Y de hecho, no va mucho más lejos, aunque tal vez, ni siquiera sea necesario.
Sasquatch Sunset es la nueva película de los hermanos Zellners (Kumiko, the treasure hunter, 2018), que sin tener una trayectoria extremadamente exitosa se han ganado con el tiempo la atracción de talento en sus proyectos, como Emma Stone en The Curse (2022) o Robert Pattinson y Mia Wasikowska en Damsel (2018). Esta vez, le toca el turno a Jesse Eisenberg (La red social, 2010) que se une a Riley Keough (Under the Silver Lake, 2018) y al propio director de la película, Nathan Zellner, para retratar a una desafortunada familia de Sasquatch.
Sin más diálogos que una canción reproducida a través de un radiocasete, la película sigue a un grupo de Pies Grandes (Bigfoot en inglés o Sasquatch según los pueblos originarios de la América del Norte) a lo largo de tres estaciones, primavera, verano y otoño. Durante su periplo afrentan la ociosidad, el instinto de eternidad, y en definitiva, no hacen más de lo que harían los humanos si perdieran todo atisbo de sociedad (vicios y falta de compostura incluidos). Es más tarde cuando una serie de malas decisiones derivadas del orgullo y el aburrimiento hacen que la familia de Sasquatch deba sobreponerse a los cambios y afrontar la solitud de ser probablemente los últimos eslabones de la especie.
Ver al que en su día interpretó Mark Zuckerberg, y a la nieta del mismísimo Elvis, disfrazados de Pie Grande y meando por los rincones, le confiere a la película un halo grotesco y descarado, digno de proyectar en grandes festivales y analizar la reacción de la audiencia, justo como sucedió en Sundance, Berlín o en el Atlàntida Mallorca la semana pasada. Sin embargo, los recursos burdos e infantiles de los que se nutre para conseguir la risa y la repulsión de la sala, se llegan a repetir hasta aburrir. Es en ese momento en el que la fotografía de paisajes intenta alumbrar y contener el metraje con una solemnidad y pulcritud de la que carece el resto de la película.
Aun así, nunca imaginé que la vida de un Sasquatch sería tan dura. Pero tampoco antes había pensado en la vida de un Sasquatch. Y este matiz nos deja entrever parte de la gracia de la película. Lo que empieza como una suerte de En busca del fuego (Annaud, 1981), analizando antropológicamente una especie en su hábitat natural a la que nunca hemos conocido de tan de cerca, termina cobrando una dimensión trágica al encontrarnos con el único sitio que pueden ocupar estas criaturas fantásticas en nuestro mundo, y la revelación es desoladora.
Lejos de la acción que podemos encontrar en películas con los mismos protagonistas como El hombre que mató a Hitler y después a BigFoot (Krzykowski, 2019), Sasquatch Sunset nos relata el ocaso de una especie que no tiene cabida en este mundo, nos sumerge en su día a día como testimonios únicos de su fin, sin diálogos y de forma pausada, acompañándolos sin poder intervenir en sus juegos primitivos y metidas de pata. Es un ejercicio de imaginación estrafalario con olor a orina que quiere ser comedia y drama a la vez, aunque la presteza por ridiculizar a sus personajes diluye en gran medida cualquier complicidad que el espectador pueda generar finalmente hacia ellos.