Describir una película de Gaspar Noé como controvertida es una redundancia en sí misma. Si algo le gusta al director francés es ofrecer experiencias que busquen la estimulación a través de la provocación. Love no es una excepción, ni mucho menos. De hecho, me atrevería a decir que es la magnum opus de Noé, esa película que funciona como la perfecta materialización de la mirada del cineasta. Y es que Love y «provocación» son dos palabras que tienen que ir indiscutiblemente de la mano. El director no dudó en estrenar esta (extremadamente) explícita y erótica cinta en pleno festival de Cannes de 2015 en formato 3D. La polémica estaba servida.
Pero el objetivo de este artículo no es ni mucho menos hablar de la naturaleza provocativa de la trayectoria de Noé. Ni siquiera de lo fascinantemente atípico que puede llegar a ser su universo visual (quizás podríamos dejar eso para otro día cuando hablemos de la magistral Climax). El objetivo de este artículo es analizar cómo este considerado por muchos como frío e insensible monstruo plasma en Love su pasional y sincera visión del amor. Porque también hay sitio para el sentimiento bajo la ofensa. Es interesante entender la película, no como una gratuita sucesión de escenas sexuales, sino como un relato magistralmente estructurado que busca funcionar como la antítesis de la historia de amor clásica.
Volvamos un momento a los orígenes, a esos dramas del Hollywood clásico. El amor era entendido como una meta. Todo lo que el héroe hacía lo llevaba a cabo para alcanzar ese momento climático, ese beso que significaría el inicio del amor y, a su vez, el final de la película. Porque parece que a Hollywood no le interesaba explicarnos lo que había después del “y vivieron felices y comieron perdices”. Al igual que parecía que tampoco le importaba al espectador. Quizás era más sencillo dar por hecho que ese amor tan idealizado se cristalizaba en ese instante, que esa unión iba a ser a partir de ese momento eterna. Es interesante analizar Love porque Gaspar Noé transforma esta estructura narrativa canónica con el fin de adaptarla a una forma de entender el amor que ya no es la que era. A nuestra forma de entender el amor.
Love empieza con una dilatada escena de sexo entre los dos protagonistas. Empezamos la cinta con el punto climático de la unión amorosa entre dos personas, el sustituto del beso clásico en nuestra realidad contemporánea. Noé decide empezar por el final. Lo que antes era el objetivo, ahora no es más que el pistoletazo de salida. Después de esto, se nos presenta al protagonista con otra mujer y un hijo. Llega una llamada. Electra, la mujer de la primera escena, ha desaparecido. Se nos confirma así que esa relación inicial ya no existe y que todo lo que veremos a continuación no será más que un recuerdo, un conjunto de ecos de una melodía que hace tiempo que dejó de sonar.
Gaspar Noé no sólo modifica el paradigma clásico, lo invierte. Ya no es sólo que la historia no acabe cuando empieza la relación, es que el relato empieza cuando el amor ya no es más que polvo que sólo existe en la memoria de los amantes. A los 5 minutos de película ya conocemos el final. ¿Cuál es la intención del cineasta con esta decisión? Quizás hablarnos de cómo nuestra concepción del amor entiende el final como un elemento fundamental de las relaciones. Tal y como el sociólogo Zymunt Bauman defiende, nuestra sociedad ha dejado de entender el amar como algo irrepetible y eterno, sino que quiere aceptando la propia mortalidad del sentimiento. Es decir, concibe el amor como algo líquido. Para Noé, el amor no puede ser eterno. Siendo más concretos, no puede ser eterno a no ser que lo haga en forma de recuerdo.
El amor sigue siendo el objetivo, pero ahora es imposible alcanzarlo ya que, paradójicamente, solo puede existir cuando ya no existe. El director nos define como una reescritura moderna de Sísifo, condenados a amar lo que ya nunca podremos volver a querer. Se presenta al amor como un fantasma que se sigue manifestando donde una vez vivió. Noé presenta el amor como un espejismo, como un sueño del que te ves constantemente obligado a despertar.
De esta nihilista percepción de las relaciones amorosas intenta generar una moraleja el controvertido director. Su filme es una oda al carpe diem, a disfrutar del camino por mucho que sepamos que este conduce a la muerte. No temer a la muerte acaba convirtiéndose así en un leitmotiv de la filmografía del director francés. Porque, tal y como el propio Noé defiende en Climax, «mourir est une experience extraordinaire».