la zona de interés

‘La zona de interés’, la película que nunca se rodó y nunca se rodará

Título original: The Zone of Interest

Año: 2023

Duración: 106 min

País: Reino Unido

Dirección: Jonathan Glazer

Guion: Jonathan Glazer

Fotografía: Łukasz Żal

Música: Mica Levi

Reparto: Christian Friedel, Sandra Hüller, Medusa Knopf, Daniel Holzberg, Ralph Herforth

Productoras: A24, Film4 Productions, JW Films, Extreme Emotions, House Productions.

Género: Drama

Ficha completa en FilmAffinity

John Ford aconsejó a Steven Spielberg que nunca colocara el horizonte en el centro del encuadre. «Cuando el horizonte está arriba o abajo es interesante, cuando está en el centro es aburrido», le dijo. En el primer plano de su Noche y niebla, Alain Resnais encuadra un paisaje que, tras un tráveling descendiente, acabara viéndose obstruido por el alambre de espino que marca los límites del campo de concentración de Auswitch. Cómo filma uno el horizonte deja de ser una cuestión estética —qué es o no interesante— y pasa a convertirse en una cuestión moral en el momento en el que el horizonte puede ser considerado un privilegio.

Los horrores del nazismo se concentran a la perfección en esta imagen de Resnais. El cineasta declara que negar el horizonte implica negar cualquier esperanza al ser humano —como bien defendía Caspar David Friedrich— al mismo tiempo que recuerda al espectador que aquella pesadilla aparentemente lejana se perpetuó bajo el mismo horizonte que le observa día a día. Jonathan Glazer (Under the Skin, Birth) sabe tan bien como Resnais que pensar en el horizonte es en sí mismo un ejercicio de memoria histórica. Por eso mismo La zona de interés toma prestado el primer plano de Noche y niebla para desplegar un dispositivo tan sencillo como rotundamente desolador: la cámara ahora no mira de dentro a afuera, sino de afuera hacia dentro.

Si el documental de Resnais destacaba por su capacidad de aportar imágenes —quizás de las más inhumanas jamás registradas— a una monstruosidad que se nos había sido contada pero no mostrada, Glazer apuesta por filmar su contraplano, poniendo el foco en aquellas miradas que convivieron con el horror sin algún tipo de remordimiento. La zona de interés es el retrato de una maldad que deambula entre lo cotidiano y lo cósmico. Estirando la ironía kafkiana hasta lo físico —«hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia, por la tarde fui a nadar»— este cuento de terror arquitectónico reniega de cualquier principio de empatía o redención. El humanismo se ve desterrado de una película tan fantasmalmente cruel como elegantemente precisa.

la zona de interés
Fotograma de ‘La zona de interés’ (2023) de Jonathan Glazer

Escribió Godard que la única película sobre los campos de concentración que debería filmarse tendría que narrarse desde el punto de vista de los verdugos, pues resultaría insoportable darse cuenta de que estos no eran más que personas normales con vidas normales, como tú o como yo. Añadió que esa película no existía y que nunca iba existir porque sería intolerable. Jonathan Glazer ha rodado esa película y Jean-Luc Godard ya escribió esta crítica que estoy redactando ahora mismo.

La zona de interés se presenta como el diario de los monstruos, como una rutina en la que la bucólica imagen familiar contrasta con el insoportable sonido de la muerte (un ruido que los personajes no parecen escuchar, pero que podría dejar sordo al espectador). Sumergidos en lo idílico de su espacio, los protagonistas parecen incapaces de levantar levemente su cabeza y, en un movimiento contrario al de Alain Resnais, posar sus ojos en el horizonte, siempre ocupado por la arquitectura de los campos de concentración.

Las nubes y el vapor del tren que transporta a aquellos que van a ser exterminados son indiferenciables y a nadie le importa. El paraíso de unos y el infierno de otros conviven puerta con puerta, en el mismo encuadre, en la misma banda de sonido. El color sólo puede existir en las flores que decoran los jardines de los asesinos o en la sangre que supura de los gritos de las víctimas. Las únicas muestras de solidaridad son filmadas con una cámara térmica, como si la empatía no correspondiera ya a los códigos del realismo, como si la bondad no fuera más que un delirio febril. La zona de interés es un cuento sin moraleja, un registro de algo tan insólito como las imágenes de los campos: las imágenes de aquellos que lo perpetuaron.

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Fotograma de ‘La zona de interés’ (2023) de Jonathan Glazer

La fotografía de Łukasz Żal (Estoy pensando en dejarlo, Cold War) destiñe el escenario de cualquier indicio de sentimiento —o de morbosidad—, Mica Levi compone la banda sonora más terrorífica desde Under the Skin y Sandra Hüller se reafirma como la actriz del pasado año. Lo último de Glazer es indiscutible cinematográficamente, pero tampoco importaría que no lo fuera. El cineasta coreografía una indiferencia colectiva al horizonte diegético justamente para que el espectador pueda observar el suyo propio. ¿Lo estamos mirando lo suficiente? ¿Qué imágenes no nos están dejando escuchar los gritos?

(a partir de aquí, spoilers del final de la película)

El final de La zona de interés es aún más desolador que todo su desarrollo. Tras sentir unas náuseas mientras baja unas escaleras, Rudolf Höss tiene una epífania en la que se le muestran imágenes del campo de Auswitch en la actualidad. El personaje se detiene por un segundo, como si por primera vez se preguntara si la Historia iba a recordarle como un monstruo. Sin demasiados miramientos, continúa su camino. Ni la certeza de que esos espacios que protege iban a convertirse en la perfecta ejemplificación del mal le bastan para abrazar su propia humanidad.

Acaba la película y no siento náuseas, pero sin duda una debilidad física. Me pregunto entonces cómo me recordará la Historia a mí. ¿Si la teóricamente imposible película de Godard se rodara en la actualidad me filmaría evitando mirar el horizonte? Esa pregunta me invade hasta tal punto que la obra se evapora delante de mí, perturbando de alguna forma mi mirada. La zona de interés se convierte así en una de las películas más importantes de los últimos años y, por encima de todo, en un horizonte al que seguir mirando.

Nota de lectores3 Votos
9
Lo mejor: La capacidad de Glazer de materializar con elegancia y sin morbosidad una película imposible
Lo peor: Que el debate posterior se centre en la película y no en su horizonte
10