Durante los últimos años, cada vez vemos con más frecuencia cómo algunas series de televisión cuidan los derechos del colectivo LGTB. Si bien la inclusión de personajes homosexuales, bisexuales o transexuales en las ficciones de la pequeña pantalla no puede equipararse a la aprobación de una ley que proteja los mismos, pero sí que es un paso mediático que probablemente podremos agradecer algún día. Al fin y al cabo, estamos hablando de un producto televisivo, que no es otra cosa que un medio de comunicación de masas; y hablamos, a su vez, de un producto, las series de televisión, con cada vez más adeptos e influencia.
Probablemente habría sido bastante utópico, hace unos años, pensar que una princesa Disney pudiera tener novia, y no novio. La misma utopía habría sido imaginarnos un panorama como el actual, con un número camino a poder considerarse ‘considerable’ de series en la parrilla que incluyan un personaje del colectivo LGTB entre sus filas, ya sea el protagonista o bien parte del elenco. Hay que pensar que ahora tenemos normalizado (¡y menos mal!) la coexistencia de Cosima Niehaus (Tatiana Maslany, Orphan Black), Alex Vause (Laura Prepon, Orange is The New Black) y de Lito Rodríguez (Miguel Ángel Silvestre, Sense8).
Si bien ellos no son ni de lejos, los primeros personajes homosexuales, bisexuales o transexuales a quién un guionista o una productora dio visibilidad en su serie, sí que se les recordará por formar parte de la etapa seriéfila dónde la normalización LGTB en ficciones televisivas empezó a dar pasos importantes, aunque aún quede camino para recorrer. Por ejemplo, podemos acordarnos de series como la mítica Friends, que tímidamente incluyó un personaje lésbico, siendo esta Carol (Jane Sibbett), la ex mujer de Ross Geller (David Schwimmer). Claro que aunque fuera 1994 y desgraciadamente, la situación de los derechos LGTB en Estados Unidos poco tenía que ver con la de hoy en día (ninguna de las 31 enmiendas aprobadas a favor de la unión civil y el matrimonio homosexual existían), no podemos atribuirle muchas medallas a Friends por darle visibilidad al colectivo LGTB, ya que Carol es apenas un personaje secundario.
En cambio, sí que encontramos series como Sugar Rush o Xena, la princesa guerrera, situadas a principios del nuevo milenio y a finales de los noventa, respectivamente, que sí que apostaron fuerte para dar visibilidad un colectivo presente en nuestra sociedad y que se merece toda la igualdad que desee. Sugar Rush, emitida entre 2005 y 2006 era protagonizada por Kim (Olivia Hallinan), una adolescente que se ve obligada a empezar una nueva etapa en una escuela pública con mala fama, dónde tendrá sentimientos por Maria «Sugar» Sweet (Leonara Crichlow), una chica que cumplía con todos los clichés de chica mala, y con la que evidentemente, los guionistas le dieron sus momentos. Aunque la serie giraba alrededor de varios ejes argumentales, la mayoría tratando los típicos problemas que hay en la adolescencia, cabe destacar la importancia de crear un rol protagonista femenino inclusivo con el colectivo LGTB.
En Xena, la princesa guerrera se le incluyó al rol principal femenino la característica de como bien idica el nombre, ‘guerrera’ y por lo tanto, valentía y arte para luchar. La protagonista Xena (Lucy Lawless) acaba enamorándose de Gabrielle (Renée O’Connor), a pesar de su también conexión con Arex (Kevin Smith). Realmente, nunca acabaron juntas, pero sus sentimientos quedaron más que claros en más de una escena.
Hoy en día ya no hablamos de casos tan puntuales, si no que tenemos un cierto número de series que se emiten o se han estado emitiendo a la vez y que han sacado un notable alto o excelente en relación a la visibilidad que le han dado al colectivo LGTB. Hablamos de series como Los 100, Faking It, Sense8, Orphan Black, Orange Is The New Black, Vis a Vis, Merlí o El Ministerio del Tiempo. En todas, podemos contar al menos, un personaje (aunque suelen ser más de uno) protagonista o principal, representante del colectivo LGTB. Menos mal que podemos hablar de todos ellos como personajes redondos y con matices interesantes.
Por poner el primer ejemplo, podemos hablar de Sense8, dónde tenemos la pareja formada por Amanita (Freema Agyeman) y Nomi (Jamie Clayton) y la pareja formada por Lito y Hernando (Alfonso Herrera): este par de enamorados vendrían a ser como el día y la noche. Ellas, con una sonrisa de oreja a oreja (siempre que la trama argumental lo permita) y viviendo abiertamente su amor, sin barreras y prácticamente sin miedos. Lito, por su parte, representa otra parte del colectivo que por desgracia, tiene miedo a salir del armario por las posibles represalias que la sociedad tome con su vida únicamente porqué su corazón ha decidido amar a otro hombre. Aún así, es otra realidad que aún es latente en nuestra sociedad y que la serie de Netflix se ha encargado de representarlo: represión y libertad, aunque con el tiempo, y muy valientemente, Lito rompe las puertas de su armario. Cabe mencionar el trato de la transexualidad en Sense8, a través de personaje de Nomi. Tampoco hay que dejar de mencionar la tórrida escena del sexto capítulo, dónde algunos de los sensates conectaron del modo más íntimo posible y se desinhibieron los unos con los otros sin importar la sexualidad que se hubiera determinado en capítulos anteriores.
Personajes con matices como los de Lito y Nomi también los podemos ver en Clarke Griffin (Eliza Taylor) de Los 100 o Piper Chapman (Taylor Schilling) de Orange Is The New Black. Por ejemplo, cuándo hablamos de Clarke Griffin hablamos de un personaje protagonista abiertamente bisexual y que en la misma serie a la que pertenece nunca se ha dado ningún tipo de explicación ni reivindicación de la sexualidad de Clarke: simplmente se ha mostrado y se ha asumido, dejando a Clarke como una protagonista fémina y sexual en una cadena plagada de caras masculinas, normalmente bellas, y con el rol de superhéroe. Un paso más hacía esta normalización e inclusividad.
Otro hecho que podemos connotar, de las series hechas en la actualidad, es la coexistencia con la heterosexualidad de otros personajes. Es decir, en primer lugar, se huyen del gran número de clichés que se atan al colectivo LGTB que no son verdad o que no identifican a todo el colectivo: el personaje gay, lésbico, transexual o bisexual tiene su propia creación y construcción más allá de estar plagado de clichés tan sólo por identificarlo, cosa que me parecería francamente lamentable. En segundo lugar, y más nos vale por el siglo que nos indica el calendario, tenemos esa coexistencia a la que me refería: no hay la necesidad de crear una serie tan solo para el colectivo, cómo un mundo aparte. Se están empezando a hacer algunas cosas bien y predomina una visibilidad totalmente necesaria dentro de cualquier serie, independientemente de la trama. Porqué lo que es Los 100 y OITNB poco tiene que ver.
No sólo a nivel americano, series como Vis a Vis, Merlí o Cites, han incluido en sus filas personajes que dan visibilidad al colectivo y con un trato que francamente, nada le tiene que envidiar a las producciones americanas. Poco le tienen que envidiar, en este sentido, Rizos (Berta Vázquez), Bruno (David Solans) y Paula (Laia Costa) a Piper Chapman, Hernando o Clarke. La televisión aún comunica de masa en masa y tiene una influencia mayor de la que realmente pensamos. Mientras por algunos lados sí que es cierto que puede contaminar, por otros, si se trabaja como se está haciendo, se puede dar un paso en firme a la total igualdad del colectivo LGTB.