Título original: Das Mädchen und die Spinne
Año: 2021
Duración: 99 min
País: Suiza
Dirección: Ramon Zürcher, Silvan Zürcher
Guion: Ramon Zürcher, Silvan Zürcher
Música: Philipp Moll
Fotografía: Alexander Haßkerl
Reparto: Liliane Amuat, Yuna Andres, Henriette Confurius, Lea Draeger, Ivan Georgiev, Ella Gfeller, Flurin Giger, Dorian Heiniger, Andre Hennicke, Ursina Lardi, Dagna Litzenberger-Vinet, Birte Schnoeink, Philippe Schuler, Sabine Timoteo
Productora: Beauvoir Films, Schweizer Radio und Fernsehen, Zürcher Film
Género: Drama
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No siempre es fácil plasmar la sencillez de lo cotidiano en el cine. Sostener la esencia de lo común en los guiones y las imágenes puede conjugar resultados fallidos. Es lo que ocurre con La chica y la araña, la nueva película de los hermanos Zürcher. Un juego de metáforas implícito para abordar una faceta natural de la vida.
El filme, que ha sido comparado con las obras cinematográficas del cineasta griego Yorgos Lanthimos, parte de una premisa muy interesante, pero que se torna ardua desde el inicio. Nos narra la de separación emocional de Mara y Lisa, cuando esta se muda y deja el apartamento en el que ambas han vivido juntas. En un contexto donde lo cotidiano es clave, nos sumergimos en una sucesión de imágenes sencillas, diálogos poco enérgicos y una gran lentitud argumental.
En este sentido, el principal problema de La chica y la araña se halla en su afán por no explicar nada del relato ni de las intenciones de los personajes. La idea es que el espectador intente encontrar respuestas en lo implícito, en las anécdotas (a veces demasiado poéticas), en las expresiones, en los detalles. Pero aunque el propósito es prometedor, nada de esto parece funcionar. Lo que se cuenta tiene lagunas, hasta rozar lo incomprensible. Y lo que al principio empieza siendo un misterio por desvelar, generando gran interés en quién la ve, se convierte en un proceso ralentizado, aburrido y confuso.
Tal y como veíamos en la aclamada Paterson (Jim Jarmusch, 2016), también un relato sobre lo cotidiano, lo poético es primordial. La diferencia es que en esta obra la sencillez funciona, lo repetitivo no se hace cansado, mientras que en la película de Ramon y Silvan Zürcher el uso de las metáforas y las palabras literarias se funde en lo pretencioso. Sin embargo, tanto la fotografía como la ambientación suponen los aspectos más positivos de la película. Visualmente sí funciona, y quizás por eso el espectador nunca abandona la historia completamente. Además, se destacan los detalles de los objetos, de la suciedad, del desastre. Los elementos de lo cotidiano se convierten en protagonistas, un aliciente para una composición visual que roza lo artístico.
Por otro lado, el personaje de Mara también supone una traba para la comprensión de la historia. Como si su personalidad estuviera construida con las pinceladas superficiales del estereotipo de la manic pixie dream girl; es la chica distinta, frustrada, destructiva, cuyas confusas acciones se pierden en una rebeldía injustificada. Sus excéntricos comportamientos pueden marcar los diálogos entre personajes, pero sus rarezas no son capaces de convertir escenas en aspectos enigmáticos. Es complicado comprender a los personajes y las relaciones entre ellos. A veces, no sabemos quién es quién, dónde vive cada uno y por qué hacen lo que hacen. Todos son extremadamente misteriosos y reservados, pero poco realistas.
Las miradas entre los personajes juegan un papel muy importante. Sus expresiones y el lenguaje no verbal transmiten más que las palabras. La observación intensa entre ellos otorga intimidad y misterio, de forma que el espectador llega a sentirse aislado de toda carga sentimental. El juego de miradas, junto a la estética visual del filme, conceden aspectos muy destacables y cautivadores.
En definitiva, La chica y la araña es un relato sobre lo que dejamos atrás como consecuencia del cierre de etapas vitales, sobre el sufrimiento que generan los cambios y las relaciones fallidas. El espectador se sumerge en el interés de lo visual, de los detalles que se pierden en lo cotidiano, pero en una historia que no parece construida para ser comprendida del todo. Nos dejamos engañar por la ilusión de que para contar algo simple no hace falta nada. Pero, precisamente, plasmar todo eso correctamente requiere de un orden y un sentido muy complejo. Eso sí, tantos misterios sin resolver y tantas posibilidades nos dejarán pensando en ella un tiempo.
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Lo mejor: El valor visual que se le da a los detalles de la vida cotidiana, como un complemento artístico del filme.
Lo peor: La confusión que generan las metáforas y lo implícito en el argumento para comprender la historia y a los personajes.
Nota: 5,5 / 10