Verónica Echegui y Alberto Ammann en 'Justicia Artificial', 2024.

‘Justicia Artificial’, o manipulación artificial

Titulo original: Justicia Artificial

Año: 2024

País: España

Director: Simón Casal

Guion: Simón Casal y Víctor Sierra

Fotografía: Diego Cabezas

Música: Sofia Oriana Infante

Reparto: Verónica Echegui, Tamar Novas, Alba Galocha, Alberto Ammann…

Compañías: Abano Producions,Amazon Prime Video, Axencia Galega das Industrias Culturais, ICAA Distribuidora: A Contracorriente Films

Género: Thriller, Inteligencia artificial, Drama judicial, Abogados/as

Ficha en Filmaffinity

Este viernes 13 de septiembre vuelve a pasar. Vuelve otra película de esas, de las que muestra un (posible) futuro tan positivo como negativo, feliz como melancólico, natural como tecnológico, pacífico como bélico… Esas películas que dejan un sabor de boca tan personal y a la vez tan lejano, ajeno: la Inteligencia artificial. Son Her (Jonze, 2013), Ex Machina (Garland, 2014), The creator (Edwards, 2023), Vesper (Buozyte y Samper, 2022), Blade Runner 2049 (Villeneuve, 2017), y muchas más, antiguas y modernas, de las que no puedo escapar.

Que me dejan una sensación de amor y odio, de comodidad y frialdad, de deseo y miedo… Son historias que quiero vivir y a la vez eliminar de un futuro próximo, o, al menos, de mi cabeza, pero es imposible, porque cada vez están más cerca, es inevitable, y no sé si serán algo bueno o malo, pero no quiero experimentarlas, sin embargo, me muero por experimentarlas.

Al parecer, Justicia Artificial ya venía de antes, de un mediometraje documental que Simón Casal (Lobos Sucios) hizo en 2022: Artificial Justice. Y, en general, la historia está <<ambientada en 2028>>, en España, y cuenta como el Gobierno está apunto de decidir mediante un referéndum la aprobación de una IA llamada THENTE 1 para la Administración de Justicia con el fin de sustituir a los jueces/as.

Pero, no es solo eso, pues la repentina y misteriosa desaparición de Alicia Kóvack (Alba Galocha), creadora de la IA, hace desconfiar a Carmen Costa (Verónica Echegui), una jueza que después de la tragedia es invitada a trabajar en el proyecto. Empero, ella se da cuenta de una conspiración en relación con el proyecto que pretende manipular al país.

Justicia Artificial es, principalmente, un thriller policíaco al más puro estilo español; hay, evidentemente, rasgos sci-fi gracias a uno de los dos conceptos que perfeccionan la historia: la inteligencia artificial; y la puesta en escena entre los vehículos sin conductor con un detector de riesgo que decide él mismo a quien salvar en caso de un accidente inevitable, y los detectores de la verdad y la mentira usados en el juzgado (ahora no es el/la  juez/a quien decide entre la verdad y la mentira, sino una máquina). Mientras, con un toque de bipolaridad narrativa que sacia con lo realista: administración de justicia, bosques y agua.

Justicia artificial
Fotograma de la película ‘Justicia artificial’ (Foto: A contracorriente Films)

Es decir, Casal juega muy bien con conceptos y matices carentes de química consiguiendo magnetizarlos que, por ende, lleva a uno a adentrarse a este 2028 y la situación de Carmen; a reflexionar sobre un futuro inminente y cuestionar estos hechos para la vida real. Sin embargo, en ningún momento se propone responder dichas cuestiones o dudas (¿debatir?), porque, al final, se centra más en resolver los crímenes que, de todas maneras, sigue mostrando a uno un interés y una intriga que puede llegar a cautivar y (todo esto) recordar, de lejos, eso sí, a Minority Report (Spielberg, 2002).

Justicia Artificial es una película pequeña —y todavía incomprendida, yo creo— en la que se ha trabajado ambiciosamente. Con unos actores impecables en sus papeles: desde Echegui pasando por Tamar Novas y Galocha hasta Alberto Ammann, que le sale de fábula ese personaje miserable. Existe en este último mucha naturalidad y desenfado, mientras que Echegui, resolutiva y inspiradora, gracias —también— a la cinematografía y el uso de los primeros planos y planos figura o enteros tan necesarios como, entre medias, el uso de grandes planos generales para generar una confusión de sabores de lo más interesante, con un diseño de producción y fotografía de tonalidades azules (si no me falla la memoria) que, de alguna manera, siempre ha pertenecido al ámbito de la tecnología, y, casualmente, también al agua. 

Finalmente, si bien la última cinta de Simón Casal sea muy grata de visionar presenciando tales estrategias que cautivan, su conclusión—ya sea por su presupuesto o no— parece correr más de lo debido, causando cierta confusión y decepción, sabiendo que es una historia que tiene especial potencial para llegar a más e, incluso, conseguir ser de las más memorables de este año en el cine español. Me quedo con las cosas buenas de esta película sobre el dilema moral entre mente humana e inteligencia artificial.

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Que Simón Casal consiga magnetizar dos conceptos totalmente incompatibles. Y, la dirección de actores.
Su repentina y confusa conclusión
7