La publicidad, los medios de comunicación y todo aquello que tenga que ver con la creatividad audiovisual para vender ideologías, formas de vida y productos o servicios, Hogar (Hermanos Pastor, 2020) lo convierte en una herramienta peligrosa para la salud mental del ciudadano.
Los directores de Los últimos días (2013) e Infectados (2009) regresan, esta vez con un thriller psicológico que mezcla varias películas como Parásitos (Boong Joon-ho, 2019) o El autor (Martín Cuenca, 2017), donde la lucha de clases (en la primera) y la frustración (en la primera y en la segunda) hace que el protagonista manipule la realidad de los demás para transformar la suya propia.
Interpretada por el actor Javier Gutiérrez, Hogar trata sobre un publicista con mucha experiencia en el sector se encuentra en una situación delicada. Las empresas lo consideran desfasado a nivel creativo y no lo contratan. En una burbuja de frustración, nuestro protagonista Javier Muñoz (Javier Gutiérrez), poco a poco se va obsesionando con una vida que él tuvo de joven y que la representa Tomás (Mario Casas) con su pareja e hija.
Javier, en el paro, se muda de su casa con su mujer e hijo a un barrio más humilde, donde el nivel de vida baja considerablemente. Lo curioso del argumento es que la familia que representa lo que Javier quiere conseguir, son los nuevos inquilinos de su anterior piso.
Se inicia aquí de forma gradual una obsesión por conseguir lo que la sociedad y los medios en masas te dicen lo que debes conseguir para considerarte una persona de éxito.
<<Tengo un objetivo, un proyecto al que voy a dedicar todas mis energías. Se acabó eso de mirar como otros disfrutan de algo que ni saben apreciar, ni se merecen (…) Así que a partir de ahora voy a coger mi vida por los cuernos. Sin pedir permiso y sin pedir disculpas>>
Con esta frase, dicha por el personaje de Javier, se podría resumir las intenciones del protagonista y el mensaje escondido de la trama. Hogar nos envuelve con papel de thriller una historia que nos hace pensar en cómo nos afecta el sistema social en el que estamos inmersos. Cómo de engañosa es la publicidad, que nos hace creer que lo que tenemos no es felicidad. El éxito y la felicidad van de la mano según su estatus social.
Javier Muñoz es alguien preparado y con experiencia, habiendo trabajado para grandes marcas. Tomás es un joven vicepresidente de la mejor compañía de transportes del país, pero es un enchufado por su suegro (presidente de compañía).
Este dato es vital para entender las ansias de venganza contra el sistema que tiene Javier. Así cobra sentido su propósito para recuperar la vida que él mismo creó en su juventud siguiendo los patrones establecidos por la publicidad.
Se mete poco a poco en la familia de Tomás para finalmente arrebatársela. Hogar nos pone en la mente del asesino. En la mente de alguien normal, civilizado, hasta que le quitan lo que considera que le pertenece.
¿Quién o qué decide lo que es éxito? Esta cuestión lleva a Javier a ser un psicópata. No es responsable con la situación de su familia. Rechaza el ser una familia humilde cuyo hijo sufre bullying y cuya mujer huele a lejía todos los días al regresar del trabajo.
Acostumbrado a un estatus social alto, desea volver a ser lo que fue y lo que los patrones sociales le dicen que sea. Si para ello hay que utilizar medios ilegales, se hace. Todo sea por el éxito profesional.
Los filósofos Rousseau y Maquiavelo verían con gusto la obra de los hermanos Pastor. El segundo más que le primero, ya que Javier cumple con su doctrina <<El fin justifica los medios>>.
<<El hombre es bueno por naturaleza>> de Rousseau no se queda atrás.
Desde mi humilde opinión, el plano final de la película es la clave. Después de conseguir su malévolo plan, Javier mira desde las alturas de su ático lujoso y a sus espaldas el grifo de la cocina gotea.
Para mí, una metáfora de que los métodos de Javier no pueden llevar nunca a la felicidad, porque simplemente gotea. No es algo sólido, una base resistente para construir algo duradero. El goteo de su nueva vida, es la consciencia que no deja dormir por las noches al que sabe que ha hecho algo que no se debe.
¿Cuánto cuesta la vida de nuestros sueños? Lo mismo que no dormir por las noches. Un sacrificio por algo idealista es trabajar en vano por nuestra riqueza personal.
Por lo tanto, ¿hasta qué punto el fin justifica los medios? ¿Nuestra felicidad depende de quitarle la libertad y el éxito a otro? ¿Hasta dónde nos puede llevar la frustración de no aceptar nuestra propia realidad?