En el arte, el tiempo puede ser un mordaz e insidioso enemigo. Los gustos cambiantes del gran público, las asunciones prematuras o la efímera vigencia de la moralidad, marcan con dolorosa arbitrariedad los epicentros totémicos de la disciplina cinematográfica, enterrando a su paso discretas pero inmensas obras maestras que, con el paso de los años, se tornan en absolutas desconocidas para la mayoría. Con el objeto de rescatar algunos de estos increíbles títulos, comienzo esta serie de artículos que, espero, les descubran alguna película que juzguen digna de amar.
El solvente veterano Ferdinando Baldi firmaba en 1972 La ruta del opio, una ambiciosa película policíaca que recoge todos los ejes y arquetipos del thriller italiano setentero. El director ya se había labrado un nombre (principalmente en el western) tras estrenar algunos dignísimos títulos como Texas, adiós (1966) o Blindman (1971) (este último protagonizado por Ringo Starr). Sin embargo, esta cinta suponía un cambio radical de registro, ya que lo más cerca que el autor había estado de rodar un thriller policíaco había sido una pseudo-secuela apócrifa italiana de James Bond llamada Singapur, hora cero (1966). No obstante, su demostrada solvencia le permitió completar este atrevido ejercicio con gran elegancia.
El norteamericano Ben Gazzara, quien si bien no era aún una estrella ya había trabajado con directores de la talla de John Cassavetes u Otto Preminger, fue reclutado para el papel protagonista. El resultado final fue absolutamente extraordinario. Inmerso en la piel de un personaje que pareciera presagiar uno de sus futuros grandes papeles, El asesinato de un corredor de apuestas chino (John Cassavetes, 1976), Gazzara construye con gran talento y sin demasiado esfuerzo un antihéroe pícaro, canallesco y extrañamente entrañable.
En todo momento se nota el pasado westerniano del director, pues su forma de abordar las escenas de acción lleva impresas ineludibles reminiscencias del estilo clásico spaghetti (sucesión rápida de planos, imposibles zooms, violencia cruda…) Esta película cuenta, además, con una exquisita escena de acción desarrollada en una cueva, rodada con impecable artesanía y una notabilísima manufactura técnica. Buena muestra de que, a pesar de las limitaciones presupuestarias, esta cinta corría a cargo de talentosísimos profesionales.
Digna de mención es también la extraordinaria y (si se me permite) molonísima banda sonora estilo folk–rock, a cargo de los siempre competentes hermanos De Angelis (muy habituales en la serie B italiana de los 60/70, y autores de la célebre música de la película Keoma).
La ruta del opio es una pequeña y olvidada joya del cine italiano que, por muchos motivos, merece ser rescatada y reivindicada. Reflejo de una época ya extinta en la que el mediterráneo fue competidor directo de la todopoderosa Hollywood. Unos tiempos llenos de heroicos caballeros que, cámara en mano y con poco dinero en el bolsillo, levantaron una industria que se sustentaba únicamente gracias a los sólidos cimientos del talento y la pasión. Un reflejo cada vez menos visitado de aquellos maravillosos setenta.
https://youtu.be/jOF6z_KSaTA