Entrevista – ‘La ley del mercado’

Nos reunimos cinco periodistas en la Librería 8 y Medio con el fin de entrevistar a Sthépane Brizé y Vincent Lindon, director y actor respectivamente de ‘La Ley del Mercado’. La película, que llega a España después de pasar con éxito por el Festival de Cannes del pasado curso, cuenta la historia de Thierry, un hombre en los cincuenta que se ve en la difícil situación de tener que buscar trabajo de nuevo tras ser despedido de su anterior empresa.

El ambiente no puede ser más óptimo y cercano; un templo dedicado al cine justo en frente de los cines Golem, donde esa misma mañana han presentado oficialmente la película en España. Tras esperar un poco, aparece el primer protagonista. Un Vincent Lindon amable y cordial, con el que compartimos media hora. Stephane Brizé toma el relevo y nos habla de su película y sus impresiones durante los siguientes veinte minutos.

La primera pregunta es casi inevitable. Queremos saber qué místico sentimiento suscita Lindon en el director francés para haber protagonizado sus últimas tres películas. Brizé nos cuenta que “antes de trabajar tres veces seguidas con el mismo actor yo pensaba que era imposible que mi imaginación se implicara tres veces, o una segunda vez incluso con el mismo actor. Hasta que conocí a Vincent». Esa primera colaboración, en ‘Mademoiselle Chambon’ (2009) marcaba el inicio de un vínculo profesional que continuaría en 2012 con ‘Quelques heures de printemps’. Comenta Brizé que “según iba trabajando con él, me di cuenta de que puedo imaginarle en otra película, haciendo de otra cosa, otro papel. Y aunque vengamos de estratos sociales totalmente distintos, creo que nos hemos construido en torno a la misma falla afectiva. Y eso hace que las mismas cosas nos enfaden, nos cabreen, nos den pena, nos hagan reír o nos emocionen. Eso provoca una afinidad en el trabajo con la que es muy agradable trabajar y nos permite hacer un camino juntos».

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Presentación de ‘La ley del mercado’ en Madrid ante los medios/ Foto: Golem Distribución

Lindon comenta que no necesitó del director más que la idea de la película para aceptar protagonizar el proyecto: “Estaba comiendo con el director y me habló del personaje. Casi nada. Y me me apeteceía muchísimo ser él. Fueron dos segundos. El guión llegó muchísimo tiempo después».

Ocho meses, concretamente, es lo que tardó Stéphane Brizé junto a su coguionista Olivier Gorce en tener listo el guión. El director comenta que iba escribiendo a medida que también avanzaba en la producción de la película, para la que decidió contar con un elenco no profesional, de modo que “iba haciendo el casting a la vez que iba escribiendo el guión con lo cual en la cabeza tenía a personas reales.” Estas personas serían además parte importante de la aventura, puesto que muchos de ellos acompañarían posteriormente a Lindon en el reparto. Brizé tenía muy claro que su película tenía que ser realista y para ello se trasladó al lugar donde se rodaría la película: “Vi a muchísimos guardias de seguridad y visité muchísimas oficinas del paro, lo interesante es que todo eso me permitió ir más allá del cliché. Conocí a personas reales, vi cómo hacían las cosas realmente, incluso trabajé con ellos, me vestía como ellos, asistía a los interrogatorios… Eso me permitió alimentar mi guion de hiperrealismo”.

El protagonista de la película comenta al respecto que “cuando trabajo con un actor profesional no estoy pensando todo el tiempo que estoy trabajando con un profesional, y cuando trabajo con un actor no profesional no estoy trabajando con un no profesional. No, trabajo con actores. Y sobretodo porque he trabajado con actores profesionales que no son tan profesionales”. Brizé redunda en que “al trabajar con personas reales tengo una relación con el lenguaje hiperrealista. Es decir, todos me aportan un lenguaje preciso de sus oficios y me aportan una energía propia que es muy difícil de conseguir. Para ello hay que aceptar el riesgo de trabajar con actores que no son profesionales y que no conocen el oficio.”

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Preguntamos a ambos, actor y director, por el lema de su película, «todos tenemos un precio», y el grado de responsabilidad de la sociedad en la situación que se retrata en la misma. Lindon nos comenta que «es posible que todos tengamos un precio. Hay que saber dónde tienes que colocar la barra, hasta donde llegas. Y creo que si todos fuéramos capaces de suicidarnos socialmente para mantener la ética no estaríamos donde estamos ahora.» Brizé dice que se le hace difícil ver a los hombres como «sólo víctimas del sistema. Y es  una cuestión filosófica. Creo que cualquier individuo es más grande que un sistema represivo. Y luego esa verdad choca con lo cotidiano: hay que comer y hay que pagar el alquiler. La pregunta es si para hacerlo podemos aceptar un lugar impuesto por el sistema. Y yo creo realmente que el hombre tiene la posibilidad de intervenir en esa decisión . Tiene la posibilidad de decir sí o no y de ocupar el lugar de la imagen que tiene de sí mismo.» Profundiza en ese análisis comentando que «paradójicamente, cuanto más represivo y violento es el sistema, más nos lleva a elegir nuestro lugar. Poniendo un ejemplo extremo como es una situación de guerra, todos estamos obligados a elegir un campo. Y creo que lo que estamos viviendo se parece sorprendentemente  a una situación de guerra».

Lindon y Brizé reflexionan acerca del papel del cine en este contexto. ¿Cuál es su utilidad? ¿Son las películas un arma social? El director opina que «el cine o los libros no tienen la virtud de aportar respuestas o de dar soluciones. Tienen la virtud de hacer preguntas, con las que das un paso personal hacia las soluciones.» Lindon recuerda, a modo de anécdota, algo que le decía su padre, y es que «bastaba con que una sola persona que después de ver esta película pensara de forma diferente, intentara ayudar a alguien o hiciera algo por alguien, para que hubiera merecido la pena haberla hecho».