Fotograma de El Viyi

El Viyi, cine de terror desde la Unión Soviética

En los años 60 la Unión Soviética disfrutaba de un buen cine nacional. Venían de hacer grandes películas sobre la Segunda Guerra Mundial a finales de la década pasada, habiendo superado la imposición estalinista del realismo socialista. Algunas de estas cintas llegaron a cosechar reputados galardones internacionales, como la Palma de Oro en el Festival de Cannes para Cuando pasan la cigüeñas (Kalatazov, 1957).

También empezó a hacer sus primeras películas Andrei Tarkovsky, uno de los más célebres cineastas rusos, maestro en géneros como la ciencia-ficción, aunque no se adentró en este hasta la década de los 70 con Solaris (1973) y Stalker (1979). Aún así, fue un género literario y cinematográfico relevante de la época.

Los años 60 fueron, además, la edad dorada de la comedia soviética, que gozó de una gran popularidad dentro del país, y del Western rojo, que trataba los eventos de la Guerra Civil Rusa (1917-1922). Sin embargo, el cine de terror fue casi inexistente hasta 1967, cuando se estrenó El Viyi (Yershov, Kropachyov), la cual se cataloga como la primera película del género de la Unión Soviética.

El Festival de Sitges restauró este largometraje el pasado año para su exhibición. Ahora Filmin la ha introducido en su catálogo junto a otras de las cintas más importantes de la filmografía soviética en su canal Soviet Films.

El Viyi es la adaptación cinematográfica de un cuento homónimo del escritor ucraniano Nikolai Gogol, uno de los pioneros de la literatura moderna rusa. Cabe mencionar que la película La mascara del demonio (1960) del influyente director italiano Mario Bava también se basa, de forma más ligera, en este cuento.

el viyi
Portada del cuento original de Gogol

La historia nos retrotrae a una Rusia feudal. En esta un joven monje llamado Brut -interpretado en la película por Leonid Kuralyov-, mata a una bruja con apariencia de anciana tras haberlo intentado poseer. Lo que no se espera es que esta fuese hija del señor feudal, teniendo en realidad aspecto de joven. Este le pide al monje que la vele en una iglesia vacía durante tres noches, ya que esta fue la última voluntad de su difunta hija. Estas veladas estarán marcadas por su carácter sobrenatural y diabólico.

De los aspectos que encumbran a la película como una obra de culto es su imaginación para traspasar a la pantalla descripciones tan fantasiosas. De hecho, el relato escrito no es nada parco en detalles y su representación en pantalla se antojaba difícil. Sin embargo, las mejores y más memorables partes de la cinta son las de las tres noches, donde se fusionan efectos especiales caseros con un diseño de los monstruos bastante ortopédico. El gran artífice de esta orgía fantástica es Aleksandr Ptushko, conocido como «el Walt Disney soviético» y comparado con Willis O’Brien, el responsable de efectos especiales en King Kong (Cooper y Shoedsack, 1933), y Ray Harrihausen, creador del Dinamotion y animador de Jason y los Argonautas (Chaffey, 1963).

La ambientación de El Viyi es otro de los pilares de la película, sobre todo, el diseño gótico de los interiores, iluminado con candelabros o velas, dando un aspecto lúgubre, con reminiscencia al cine de la Hammer Films. Además, también refleja la austeridad y sencillez del campo ruso sometido al poder feudal, sobre el que se lanzan ciertos dardos envenenados en forma de aguda crítica. De este modo, se podría clasificar dentro del folk horror, un tipo de terror anclado en las tradiciones y el mundo rural.

A pesar de que El Viyi iniciase el camino, el terror no tuvo un largo recorrido en la cinematografía soviética. El crítico Ignasi Franch rescata, desde una perspectiva más amplia de la concepción de terror, más cercana a la pesadilla, al gran drama bélico Masacre: Ven y mira (Klimov, 1985) como película soviética del género.

Sin embargo, el crítico también apunta a que en otros países de la órbita soviética el cine de terror sí fue más desarrollado. Un claro ejemplo es el director polaco Andrezj Zulawski, el cual no solo creó la mítica y asfixiante La posesión (1981), sino que exploró el terror a través de la historia de su país y sus múltiples invasiones en sus primeras películas: La tercera parte de la noche (1971) y El diablo (1972). También en países como Yugoslavia o Checoslovaquia proliferaron títulos del género.

Conforme fueron abriéndose los países socialistas a Occidente, las fórmulas del cine hollywoodiense fueron embadurnando las producciones de estas repúblicas y el género de terror se expandió. Actualmente, la industria cinematográfica rusa tiene grandes exponentes del cine del género, destacando la superproducción Guardianes de la noche (Bekmambetov, 2004) y el director Svyatoslav Podgaevskiy.