Suelo emocionarme bastante con el cine. Hay películas que me han llegado a la «patata» y que han conseguido que se me saltarán las lágrimas. Si, yo también lloré con el final de Titanic, que se le va a hacer. El Rey León, Inside Out, Leyendas de Pasión, Forrest Gump… todas ellas se encuentran en mi lista de reproducción «make me cry non stop» en los puestos más altos. No obstante, existe una película que no necesariamente es emocional como tal pero que siempre consigue que se me erice la piel. Se trata de Jurassic Park. La escena en la que aparece el primer dinosaurio (el velociraptor no cuenta) unido a la enorme banda sonora de John Williams es algo que, sencillamente, me puede.
La habilidad para crear grandes escenas, inolvidables la gran mayoría de ellas, es un rasgo que caracteriza en sobremanera a Steven Spielberg. Cuando pienso en este director en su trayectoria, siempre se me viene a la mente otro compañero de profesión que pasa por una situación similar en la actualidad: Ridley Scott. Mi sensación es que este señor tiene dos o tres películas buenas y que a partir de ahí ha ido improvisando con diferentes géneros y temáticas. Ninguno de los dos es un autor (al menos en mi humilde opinión) pero la impresión con Spielberg es diferente. Es un gran creador de sagas que ha sabido moverse como pez en el agua en el terreno de la producción, con el mayor de los respetos en la industria cinematográfica. La aventura no se entendería sin la existencia de Indiana Jones, con películas tremendamente entretenidas a la par que frenéticas (pensemos solo en tres de ellas ¿vale?) Del mismo modo, su aportación a la ciencia ficción ha sido crucial y aún cuando sus películas no han sido las mejores, desde luego han servido como inspiración para numerosas obras actuales.
Pero Spielberg también ha demostrado ser capaz de realizar obras maestras. La Lista de Schindler es una obra que se aleja por completo de lo que había hecho hasta el momento (y de lo que ha hecho hasta ahora también). Es una película dura, alejada de esa atmósfera «buen rollista» que prevalecía en la gran mayoría de sus películas. Su obsesión por acercarse al documental le permitió crear escenas profundas y muy duras, aún con la presencia de algunos momentos con un maniqueísmo patente. Spielberg no ha vuelto a realizar una película similar, algo muy comprensible pues la excelencia alcanzada en dicha obra es enorme.
Por todas estas razones… echo de menos a Steven Spielberg. No sabría decir cuando perdió este director la creatividad, pero la realidad es que actualmente es algo muy notorio. Los Archivos del Pentágono ha sido la gota que ha colmado el vaso. Un vaso relleno con películas tan extrañas como Mi Amigo el Gigante, El Puente de los Espías o War Horse. Su capacidad en la realización, en la puesta en escena y en la fotografía es indudable, pero se echa en falta esa frescura y originalidad tan características de sus anteriores obras. En su última película, se aprecia un desinterés muy evidente en muchas de sus cualidades. Destaca por encima del conjunto su capacidad para manejar el ritmo junto a unas interpretaciones que guían todo el relato, lo cual la salva de ser una película mediocre. Aún así, el giro hacia el Spielberg político es muy obvio. Y aquí es donde se encuentra el gran lastre de la película.
Es algo que ya le ocurrió en Salvar al soldado Ryan (muy superior a Los Archivos del Pentágono). Spielberg es un director muy americano. Me atrevería a decir que incluso más que Clint Eastwood, mucho más crítico con su país aún con el amor que le profesa. Spielberg se niega a ver lacras en su patria y la coloca como símbolo ideal. Decía el propio director que Los Archivos del Pentágono representaba su opinión sobre la elección de Donald Trump. Razón no le falta en esta afirmación. Spielberg se entrega por completo a la crítica al gobierno estadounidense realzando el valor de la labor periodística, la cual en su opinión parece ser un estamento perfectamente establecido. Si en Salvar al soldado Ryan el ejercito alemán se ridiculiza por completo, engrandeciendo en sobremanera al americano, en su última película está máxima se lleva a la sociedad americana y al periodismo sensacionalista.
Con todo ello, es una opinión más. Podemos estar más o menos de acuerdo, pero desde luego es una visión muy limitada. Porque si, la administración Trump es desastrosa, tanto para el pueblo estadounidense como para la prensa. Pero también cabría recordar que fueron los ciudadanos norteamericanos los que votaron a este señor, al igual que la prensa le dio bastante bombo cuando las índices de audiencia no acompañaban. Ni todos son tan buenos ni todos son tan malos (bueno Trump si)
Vuelve, Steven. Vuelve a hacernos soñar con otros mundos, con aventuras únicas. Vuelve a emocionarnos con esas grandes escenas o vuelve a aterrorizarnos con aquello que no vemos. Que un director de su opinión es fantástico pero se agradecería que aporten algo más que simplemente blanco o negro. Lo confieso, no tengo demasiada confianza en Ready Player One pues bebe de demasiadas referencias como para tener personalidad. Pero es Spielberg. Con él siempre hay que mantener la esperanza. Al fin y al cabo, nunca repara en gastos.