En 1992, Barcelona se preparaba para recibir al mundo. Años atrás el comité olímpico internacional le otorgaba la celebración de los juegos y lo que seguía era la modernización de la capital catalana a pasos de gigante. Desde entonces han transcurrido treinta años y es en este aniversario donde el cine español estrena una de las hazañas deportivas más increíbles que se recuerden del deporte nacional: la final de waterpolo de los Juegos Olímpicos ’92.
Los realizadores Dani de la Orden y Àlex Murrull dirigen el largometraje 42 segundos, la historia del equipo nacional de waterpolo durante las olimpiadas de aquel entonces. Protagonizada con contundencia por Álvaro Cervantes y Jaime Lorente, que interpretan respectivamente a los waterpolistas Manel Estiarte y Pedro García Aguado, la película maneja un ritmo bien medido que combina con soltura la faceta deportiva y la más vulnerable. Un alegato a la salud mental desde la competición deportiva.
Una historia de superación, éxito y soledad en la que los más nostálgicos ya sabrán cómo termina. Hablamos de todo ello con los directores del largometraje.
PREGUNTA: En la celebración del treinta aniversario de Barcelona ’92 llega la historia de su final de waterpolo.
Dani de la Orden: La historia nace desde un punto de vista personal de Alex. Ambos somos de Barcelona, vivimos los juegos olímpicos (yo más pequeño, Alex más mayor) y tenemos una relación cuanto menos nostálgica con lo que ocurrió.
Àlex Murrull: La mayoría de gente no entiende de waterpolo. No es un deporte muy reconocido, pero a partir de la emoción vivida en aquella final comienzas a conocer la historia de las personas que estaban detrás. Luego descubres que ya no solo es deporte, sino que es una lucha. Esa final fue una historia humana de valores que habla de la superación y de la relación con el éxito (y la presión que conlleva). Ahí entendimos que con todos esos ingredientes había una historia que contar.
P: Los protagonistas se refugian en el deporte para huir de sus problemas.
À.M.: Son personajes muy diferentes pero ambos tienen en común el trauma, y esto hace que se enfrenten entre sí. Hay un conflicto de masculinidad fuerte que provoca que no sepan comunicarse entre ellos. El viaje de sanar la herida a través de la comunicación es el viaje que hacemos con ellos durante la película.
D.O.: 42 segundos es como una especie de oda a la comunicación. Los personajes se expresan a través de la natación y cuando ocurre la apertura emocional es cuando todo fluye de forma veraz. Las cohesiones no nacen de la diversión sino de la debilidad.
P: ¿Se ven reflejados Manel Estiarte y Pedro García Aguado en la película?
D.O.: Parece ser que la película se ha rodeado de una especie de magia de la que tuvo ese partido. Esto ocurre pocas veces. Esa áurea de compañerismo y superación que ocurrió en la final de waterpolo de Barcelona ’92, de la que ellos probablemente nos transmitieron, está presente. Y eso se consigue por el respeto desde el que se construye una historia real y por el trabajo de Alex en su primera película.
À.M.: Hombre no [ríe].
P: Hablando de primera película, ¿cómo ha sido la codirección?
D.O.: Yo es la primera vez que codirigo tras tantas películas y realmente es muy gratificador. Dirigir tiene una vertiente introspectiva muy grande, siempre estás solo. El hecho de tener ahora una persona al lado hace que sientas más seguridad. El alma y el motor de la historia es Alex así que yo me contaminé de todas las buenas ideas que tenía.
À.M: Contar con Dani en mi primera película, alguien con gran talento y gran experiencia, hace que sume profesionalidad en todos los sentidos. La gran dificultad podía ser que cada uno de nosotros viéramos películas diferentes pero ambos coincidimos en los valores y sentimientos que queríamos transmitir.
D.O.: Yo ahora le tengo respeto a volver a rodar solo [ríe].