Crítica – ‘La cabaña’

la cabaña poster
Poster de La cabaña

Título: La cabaña

Título original: The Shack

Año: 2017

País: Estados Unidos

Director: Stuart Hazeldine

Guionistas: Andrew Lanham, John Fusco y Destin Daniel Cretton (adaptación de la novela homónima de William P. Young)

Música: Aaron Zigman

Fotografía: Declan Quinn

Reparto: Sam Worthington, Octavia Spencer, Radha Mitchell, Tim McGraw, Avraham Aviv Alush, Sumire Matsubara.

Productora: Netter Productions / Summit Entertainment

Género: Drama. Religión.

Fecha de estreno: 6 de octubre de 2017

Aviso a las personas no interesadas en la religión de que este es un drama familiar cristiano. Muy cristiano. Explora los conceptos fundamentales del nuevo testamento a la par que trata de modernizar su imagen. Basándose en el bestseller homónimo de William Paul Young, narra la historia (o parábola) de un hombre que encontrará a Dios en su hora más oscura.

La Cabaña es el segundo largometraje de Stuart Hazeldine, tras Exam (2008), un thriller psicológico con tintes distópicos. No obstante, en 2005 escribió y dirigió Cristhian, su primer cortometraje, en el que trató por primera vez la religión. También, entre 2010 y 2011 coescribió un guión sobre la historia Moisés para Warner Brothers.

El mayor reclamo de esta película es su casting: Sam Worthington (protagonista de Furia de Titanes) en el rol principal. Encarna a Mackenzie Allen Phillips, un padre de familia religioso a cuya infancia nos remite una tediosa voz en off al comenzar la película. En lo que parece un encuentro irrelevante, una amable vecina suya interpretada por Octavia Spencer (premiada por su actuación en Criadas y señoras) le ayudará a afrontar sus traumas por medio de la religión.

la cabaña the shack
«Y entonces es cuando Dios me habló de Neil Young»

Ya en el presente y coincidiendo con el primer punto de giro, “Mack” acaba en un impasse vital. No logra superar su pérdida, y cada vez se aleja más de su familia, sus amigos y la religión. Cada vez está más sumido en lo que la Voz en Off denomina “La Gran Tristeza” (o lo que en salud mental se denominaría “depresión”). Obsesionado con sus demonios, vuelve a la cabaña en la que todo sucedió.

Una vez allí, encuentra a Dios, que no es como él (ni el público objetivo de la película) solía imaginarlo. Liderados por Octavia Spencer en el rol de Dios, los tres componentes de la Santísima Trinidad al principio resultan interesantes por su omnisapiencia, pero a la hora de la verdad… Recurren a justificaciones absurdas, falacias, cambios de tema, y acaban siendo reducidos a una representación estática del concepto de Dios, sin evolución. Se expresan mediante parábolas de las que hacen partícipe al protagonista, tratando de acercarle a Dios. De este modo, a trompicones y de forma tramposa, acercan a Mack a su objetivo último: poder seguir adelante con su vida y abrazar la religión.

Dios pensando en cuánto mola Neil Young.

Podría pensarse que el mensaje que transmite una película sobre un hombre que abraza el cristianismo no tiene ninguna maldad, pero no es así. A veces con premeditación y justificaciones absurdas, a veces por ingenuidad, la cinta promueve modelos muy tóxicos.

Podemos ejemplificarlo con el whitewashing y machismo evidentes. Casi todos los personajes son blancos de clase media y las mujeres apenas tienen una mayor función que servir como recurso de guión para la evolución del hombre protagonista. Salvo en momentos puntuales, no son más que atributos del protagonista u otros personajes masculinos (“la mujer de”, “la hija de”).

Sam Worthington y su familia ficticia tienen mucha química, también hay que decirlo.

En el único caso en el que se ve un personaje no blanco (y llegan a pasar 40 minutos de una película situada en EEUU sin ninguno) se trata de los tres miembros de la Santísima Trinidad. El único personaje no blanco que es “humano” es Jesucristo, un hombre, siendo a la vez el único de ellos con el que logra conectar el protagonista.

En cuanto a la realización, en el mejor de los casos es correcta. Hay un aura telefílmico que impregna toda la cinta y que cuesta ignorar. Y en ciertos momentos, en especial gracias a la fotografía, logra despuntar un poco, pero acaba recayendo en la comodidad. También es salvable el humor naive que rebaja la intensidad dramática general de la historia.

El Espíritu Santo en el Jardín del Pensamiento. O algo.

Pese a tratar temas muy duros (de maltrato familiar, asesinato, etc…) cae reiteradamente en simplificarlos llegando a reducirlos al absurdo o evadir su solución con falacias o toxicidad.

En definitiva, cuesta recomendar a alguien no interesado en el cristianismo que vea esta película. No aporta nada más que un cuestionable mensaje (protegido por la omnipresente óptica religiosa que da forma a la película) desarrollado a lo largo de más de dos lentas horas. Y en cuanto a la forma, se cuentan con los dedos de la mano los minutos en los que logra provocar interés.

Lo mejor: La química entre los actores

Lo peor: El resto

Nota: 4/10