Dicen que por mucho que la mona se vista de seda, mona se queda. No hay dicho que mejor se ajuste a Britannia, una de las apuestas del año de HBO España – con estreno previsto el próximo 18 de enero , y que ha adquirido de la británica Sky Atlantic . En 35 Milímetros hemos tenido la oportunidad de visionar los tres primeros capítulos de este drama histórico que narra la invasión romana de Gran Bretaña en el 43 D.C y sus encontronazos con la población celta autóctona en lo que es una producción no falta de recursos técnicos y humanos. La seda que reviste a la mona es sin duda de una alta calidad.
Ese es el principal acierto de Britannia. Gracias a una agradecida, cuidada, y a ratos espectacular, selección de localizaciones y espacios abiertos donde encuadrar la historia, la serie traslada al espectador desde el primer momento a las salvajes tierras británicas. Y es que no hay factor más molesto en una ficción histórica que el continuo choque con el cartón piedra de unos escenarios poco trabajados. En Britannia esto se esquiva con gran acierto.
Sin embargo, pese a la enorme inversión en la creación de una atmósfera creíble, la serie peca sorprendentemente en la caracterización de gran parte de personajes. La presentación de actores que parecen recién salidos de la ducha y con vestimentas quizás compradas en una tienda de disfraces por Internet pueden sacar al espectador del mundo que con tanto esfuerzo han querido construir. Salvo que algún historiador me corrija, dudo del uso habitual del blanqueamiento dental entre las tribus celtas de la Britania del siglo I.
No queda desprovisto de mérito sin embargo las excelentes interpretaciones de David Morrissey (The Walking Dead), brillante en cada una de sus apariciones, o de Mackenzie Crook (The Office UK). Y por supuesto debe destacarse la simpática dinámica entre la joven Eleanor Worthington y Nikolaj Lie, que alivian el peso narrativo en un notable despliegue interpretativo.
El problema principal de Britannia es el contexto en el que nace. Entre el arrollamiento de Juego de Tronos y el prestigio de Vikings, Britannia mete la cabeza bajo tierra ante el apabullante desarrollo narrativo de la primera mientras se queda sin combustible antes de llegar al rigor y ambientación de la segunda. Crecer entre estos dos titanes de la pequeña pantalla cuesta, y quedar eclipsada es fácil ante un listón de calidad tal vez demasiado alto.
Britannia es, a falta de ver el resto de la temporada, un plato apetitoso para los amantes del drama histórico con tintes fantásticos. Puede desanimar que, a pesar de toda la seda con que se la vista, la mona siga siendo mona, aunque ¿quiénes somos nosotros para rechazar a una entretenida mona en los tiempos que corren?
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