Os estáis cargando mi serie. Llevo leyendo y escuchando esta frase durante toda la sexta temporada de Juego de Tronos, que concluyó el pasado domingo, y que normalmente le acompañaban argumentos tales como “es que es muy lenta”, “es que no pasa nada”, “vaya aburrimiento”. Me he dado cuenta de que en un sector del fandom de la serie podemos encontrar dos subgrupos que, aún formando ambos parte de este reciente oleada de detractores, tienen opiniones muy dispares. Unos dicen que si la serie se está yendo por los cerros de Úbeda porque se han dedicado a abrir tramas mucho más de lo que ya lo estaban, y otros que dicen que hay que ver que lo están cerrando todo y dónde vamos a llegar a parar. Pues no quiero decepcionaros si alguno de los que me está leyendo tiene una de estas opiniones, pero no tenéis ni la más mínima idea de lo que estáis viendo.
Y es que pertenecemos a la generación de la impaciencia, la inmediatez: lo queremos todo, y ya. Se dice que esta temporada está siendo muy lenta porque el espectador de Juego de Tronos se ha acostumbrado al ritmo frenético de muertes, una tras otra, a que se lo den todo prácticamente mascadito, a que les hagan llorar por el que era su personaje favorito hasta que clavaron su cabeza en una pica. Pero no se han acostumbrado tanto al prestar atención al resto de tramas, las “aburridas”. Las conversaciones donde podemos desmigajar y encontrar numerosos aspectos de la sociedad de Poniente que se pueden comparar a la perfección con cualquiera de la nuestra, y que no están obsoletos para nada. No sé vosotros, pero a mí los duelos dialécticos en los que participa Tyrion no me interesan solamente por la ingente cantidad de sentencias finales que pronuncia el personaje y que servirán para alimentar Twitter de gifs. Un ejemplo de ello en esta última temporada sucede en toda la trama de Meereen con Tyrion, Missandei y Gusano Gris. ¿Cómo podéis ignorar temas como la integración en la sociedad por medio de la abolición de la esclavitud, el racismo, o que se discrimine a la mujer? ¿Esto os resulta aburrido, de verdad? O puede ser que seáis de los que en Zootrópolis (Byron Howard/Rich Moore/Jared Bush, 2016) sólo visteis animalitos humanizados y vestidos de una forma muy graciosa cuando trata temas muy similares y que van hilados perfectamente. Como en Juego de Tronos, os duela más o menos.
Ya llego, ya llego. El problema principal que supone esta unión del ansia, la impaciencia y el inconformismo es que la idea de que el espectador siempre tiene la razón se manifiesta con más fuerza. Y no, esto no es como si nos encontramos un pelo en nuestra sopa. Tu sopa, como unidad, la consumes tú solo, mientras que una serie es algo de mayor envergadura, y no todo va a ser como tú quieras. Supongo que recordaréis cuando los que ya leyeron las novelas que se han adaptado para escribir la serie se quejaban día sí y día también porque no era tal y como ellos habían leído. Y mirad, yo estoy harto ya de explicar que adaptar algo no es copiarlo palabra por palabra y traducirlo a lenguaje visual, pero sí os voy a decir una cosa: dejemos a un lado esa especie de ego y cultura de “la serie tiene que ser como yo quiero que sea”, y disfrutémosla. Y disfrutar no es consumir a toda pastilla, interpretad el subtexto, analizad las conversaciones, contemplad la belleza de la serie y gozad de esa dirección, la banda sonora, todo. Porque lo merece. Aunque la khaleesi insista tanto en repetirnos sus cuarenta títulos inventados. O aunque se haya construido un entramado de autopistas en Poniente sin habernos enterado.
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