Hace unos días se cumplían quince años de Batman Begins (Nolan, 2005), la película basada en super héroes que cambió el curso de éstos hasta la fecha.
Con motivo de su quince aniversario, aquí un servidor visiona de nuevo la película que tanto marcó a toda una generación. Para mi sorpresa, sigue impactando tanto como el día de su estreno.
Desde mi punto de vista, las películas que dejan huella en la industria del cine son las mismas que envejecen muy bien. El tiempo tiene su propia dictadura y más una industria como la audiovisual donde todo es efímero, nada permanece.
Quedarse tanto tiempo en la retina del espectador, incluso estrenándose películas superiores a nivel técnico, es realmente complicado. El Batman de Christopher Nolan lo hizo y lo sigue haciendo.
«Hijo, este Batman no es el que veía yo» llegaba decir un padre a su hijo en el cine a los primeros cinco minutos de la cinta de 2005. Batman no aparece como tal hasta más de mediados de la película. Lo único que vemos es un Bruce Wayne con un aspecto bastante sucio en una cárcel lejana (parece) de Gotham. Por primera vez estábamos viendo a un personaje como Wayne en una situación diferente, con un ambiente realista donde no veíamos ni rastro de esa Gotham barroca de Tim Burton o la Gotham futurista de Joel Schumacher.
Se iba alternando el espacio-tiempo de la película bajo el hilo conductor del miedo. Posteriormente descubriremos que estos saltos temporales será una constante en el cine nolaniano. Esta reflexión casi filosófica del miedo es lo que hace que esta película aguante la dictadura del tiempo y logre captar nuestra atención quince años después.
Nos habla de algo primitivo en un entorno realista para explicar el origen de un héroe que, querido y amado por una legión de fans, necesitaba conectar y empatizar con la gente. ¿Nunca te has preguntado por qué un personaje como un multimillonario que combate el crimen gusta tanto al espectador?
Precisamente gracias a esos autores que trabajaron el lado más humano y trágico del personaje. Frank Miller ya lo hizo en los cómics, pero nunca se había hecho como lo que propuso Christopher Nolan en el cine.
El personaje en esta industria siempre había gozado de un aura fantástica e incluso terrorífica. Nolan apostó por un cine real, sin apenas CGI y con una imagen cruda que transmitiera la diferencia de clase social entre los bajos fondos de Gotham y la vida lujosa del señor Wayne.
La cinta se basa mucho en esa parte criminal de Gotham, donde el humo de las alcantarillas ciega a la poca gente incorrupta que queda en la ciudad. Nolan pone el ojo en un sistema podrido para que el espectador entienda las intenciones de todos los villanos que aparecen en la película; El espantapájaros (Cillian Murphy), Henry Ducard (Liam Neeson), Carmine Falcone (Tom Wilkinson), incluso al asesino de los padres de Bruce, Joe Chill (Richard Brake).
Batman Begins reflexiona sobre el miedo y la moral en un sistema que difumina el bien y el mal. Nos pone en una tesitura donde comprendemos al villano y entendemos a Batman, recordemos que se trata de un millonario que se disfraza por las noches para combatir el crimen.
Una idea surrealista que Nolan la hace creíble. Sin vacilar con lo infantil, la película del director británico sentó las bases de un cine de super héroes maduro para un público cansado de historias simples estrenadas en la gran pantalla, que no eran fieles a la crudeza y pesimismo social de los cómics.
El Batman de Christian Bale llegó para construir un camino de personajes disfrazadas que también tenían sus traumas y decisiones moralmente complicadas. Llegó para demostrar que los super héroes son más humanos e imperfectos de lo que parecen.