12 hombres sin piedad
Fotograma de '12 hombres sin piedad' (1957) de Sidney Lumet

’12 hombres sin piedad’, el asesino de Schrödinger

Creo que todos estamos más o menos familiarizados con la paradoja del gato de Schrödinger. Ya sabéis, ese pobre animal encerrado en una caja que presenta la sorprendente habilidad de estar vivo y muerto al mismo tiempo. O al menos así será hasta que alguien se atreva a abrirla y comprobar cuál es el estado final del gato.

Por mucho que Schrödinger nos propusiera esta paradoja desde el marco de la mecánica cuántica, vamos a trasladarla a nuestro terreno. Porque, narrativamente hablando, el simple hecho de meter a este gato en una caja genera un mecanismo más que interesante en un relato: la muerte del maniqueísmo. Pero para explicarme mejor, quizás lo mejor sea ejemplificarlo.

12 hombres sin piedad (1957) de Sidney Lumet toma prestada la paradoja del físico austríaco y la traslada a un crimen, a un asesinato en fuera de campo y un supuesto culpable. Los protagonistas de la película son los 12 miembros del jurado que deben decidir si condenan a este joven presunto asesino a la muerte o no. Al principio, todos dan por hecho que el chico es culpable (que el gato está muerto). Sin embargo, uno de ellos cree que puede no serlo (que el gato está vivo).

Es en este mismo momento en el que se activa esta paradoja, porque es en ese instante donde la noción de verdad se desactiva y da paso a la ambigüedad y a la desesperación que esta conlleva. Ahora el joven es inocente y culpable al mismo tiempo. Nuestro gato está vivo y muerto al mismo tiempo. La maestría de Lumet recae en cómo es capaz de sostener hora y media de película sobre un asesinato que, no solo nunca se va a resolver, sino que podría no existir.

Estos doce hombres tendrán que decidir cuál es la verdad siendo siempre conscientes de que jamás podrán estar seguros de si lo es. La propia historia sabe que la verdad puede ser mentira y que la mentira puede ser verdad. El gato puede estar muerto o vivo y, lo peor de todo, es que jamás seremos capaces de abrir la caja para comprobarlo.

12 hombres sin piedad
Fotograma de ’12 hombres sin piedad’ (1957) de Sidney Lumet

Y aunque me encantara la película, es en su final donde encuentro algo que me chirría. Empezaba el artículo hablando de cómo Schrödinger mata indirectamente al maniqueísmo con su paradoja. Al morir el concepto de verdad, muere también la diferencia entre lo bueno y lo malo. Lumet trata al personaje de Henry Fonda (el primero en pensar que puede que sea inocente) en todo el momento como el héroe, aquel que debe impartir justicia. Él es el encargado de convencer al resto de que están equivocados y de que se están dejando llevar por sus prejuicios. En cambio, se trata al personaje de Lee J. Cobb como el villano de la historia por defender que es culpable. ¿Por qué?

Creo que el final de 12 hombres sin piedad edulcora en exceso la situación. Yo no me siento tranquilo con la decisión que se toma al final. No creo que se tenga que tratar como un final feliz porque no estamos seguros de que la verdad (los buenos) hayan ganado. No hay final feliz posible para esta historia, al igual que no puede haber buenos o malos. El personaje de Fonda ha conseguido convencer al resto de su verdad, no de la verdad. ¿Y si está equivocado? ¿Podría ser que, como en Blow up, toda su verdad solo exista en su cabeza? ¿Y si el gato sí está muerto? ¿Puede que el malo de la historia sea él?

Supongo que lo mejor será aceptar la frustración, al fin y al cabo jamás podremos abrir la caja. De hecho, conforme llego al punto y final del artículo, cada vez estoy más convencido de que ni siquiera había un gato dentro.