Toca culminar el trabajo. Es hora de terminar lo que una vez se inició. Nuestra «milla dorada» particular. En esta ocasión, con The World´s End (Bienvenidos al Fin del Mundo en España), de 2013. Ya nos sabemos los artífices y que son extremadamente buenos, sin mencionar su excelso montaje (quizás el mejor logrado de las tres). De nuevo, pónganse el cinturón que vienen spoilers.
Como en las películas anteriores, el conflicto central se basa en exponer a los protagonistas ante sus mayores miedos y problemas y esperar a ver cómo reaccionan. Aquí, los cinco viejos amigos vuelven al lugar de su desarrollo vital y se dan cuenta que aunque nada ha cambiado, en realidad todo es distinto. Aunque no deje de ser un oxímoron, es lo que suele ocurrir. Tenemos a los «robots» como la mayor encarnación de ello. Este New Haven representa la sensación que todo aquel que se ha alejado de su ciudad de origen ha sentido al volver. Y, curiosamente, no se dan cuenta de la situación hasta que empiezan a beber cervezas entre amigos. Como antaño.
Hablando de alcohol. Gary King (Simon Pegg) es la viva imagen del adicto a la bebida que no ha podido aceptarlo. Al principio se encuentra perdido y hastiado en un grupo de ayuda, por lo que en un arrebato de locura, decide reunir a su vieja banda para terminar lo que un día no pudieron. La milla dorada. Sin darse cuenta de que el problema nunca fue no terminarlo, sino no haber podido levantarse de aquella etapa. «Completarlo es todo lo que me queda» dice King al final de la cinta. Refleja de manera fidedigna cómo tener a alguien con este tipo de problemas de adicción puede destruir no solo su mundo, sino el tuyo también. El fin del mundo tal y como lo conocíamos.
No es casualidad que haya doce pubs que recorrer para llegar hasta el final. Doce, como los pasos establecidos en alcohólicos anónimos para volver a estar sobrio. Y como ocurre aquí, una vez te saltas uno de los doce, te toca empezar desde el principio.
Tampoco son azarosos los nombres de cada uno de los pubs. Comenzamos con «La Primera Posada». Gary King y sus colegas inician la milla. La segunda «La vieja familiar», es muy parecida a la primera, pero aquí se dan cuenta de que New Haven ha cambiado un poco desde la última vez que estuvieron allí. Seguimos con «El pollo famoso». Aquí el pollo famoso es Gary porque lleva expulsado desde la última vez. «Las manos cruzadas» anuncia que nuestros hombres deberán colaborar como en los viejos tiempos para acabar con los robots del baño. El quinto, «Buena compañía» es donde se reencontrarán con sus fantasmas del pasado, sus antiguos compañeros de vida.
En el sexto, «El sirviente confiable», el camarero no es muy confiable. Con el «Perro de dos cabezas», tendrán que luchar contra dos gemelas hambrientas de humano fresco. En «La sirena», las alienígenas usaran sus encantos para hipnotizarlos y aprovecharse de los piratas naufragados en las birras. En el noveno, «La colmena», tendrán que enfrentar a los robots que van en grupo.
Se acercan al final en el décimo, «La Cabeza del Rey». Esto tiene más sentido en inglés, pues Gary KING (rey en anglosajón) se da múltiples golpes en la cabeza (y es bastante cabezota porque quiere terminar la milla de oro a cualquier precio) para demostrar que no es un robot. «El agujero en la pared» acaba teniendo un gran agujero en la pared por un coche estrellado. No tiene mucha complicación. Y por último, «El Fin del Mundo». Pues eso.
No obstante, Bienvenidos al Fin del Mundo también nos habla de que aunque cambiemos, siempre queda una esencia primigenia en nosotros. Al inicio, se nos presenta la juventud de la pandilla, y durante toda la cinta acaban repitiendo casi las mismas acciones. Es casi un foreshadowing (un adelanto de lo que pasará). Wright y Pegg nos enseñan que no cambiamos como personas, sino nuestra manera de ver lo que nos rodea y cómo reaccionamos según lo aprendido (y sufrido).
Eso sí, no todo es tan pesimista. Nuestros protagonistas les demuestran a los alienígenas que quieren despersonificar a la humanidad y privarla de todo libre albedrío que no se negocia con terroristas. El ser humano aprecia los grandes momentos porque vive constantemente en la miseria. Situarse en un anuncio de colonia o en una sitcom de los noventa haría que la salsa de la vida se perdiera. Actuar como robots, moviéndonos por inercia sin sentir ni padecer (como en Shaun of the Dead). Sale mal, eso sí, lo de suplicar. Al menos Gary pudo finalmente estar sobrio y meterse a algo que le llena de verdad. Ser un vándalo. Un humano, en definitiva. Ser parte de cinco mosqueteros.