Analizada Shaun of the Dead, primer sabor de los tres que forman el Cornetto, es el turno de Hot Fuzz (Arma Fatal en España), de 2007. Con Simon Pegg y Nick Frost al frente del reparto, y con Edgar Wright nuevamente dirigiendo, vuelven a unir fuerzas para situar a nuestro protagonista, Nicholas Angel, un policía sobrecualificado que es destinado contra su voluntad a un pequeño pueblo llamado Sandford.
Arma Fatal posee los tres actos convencionales de la narrativa clásica, pero los usa para que en cada uno, el género de la película cambie. La introducción es una comedia situacional de un policía que es relegado a un pueblo con poco que hacer y que contrasta con su estilo de vida activo. El desarrollo se convierte en una cinta de misterio, donde ocurren muertes inesperadas cuyas explicaciones no convencen demasiado a Nicholas y a Danny (su torpe compañero). La tercera parte, el desenlace, se convierte definitivamente en la parodia de película de acción definitiva.
De hecho, es inusual que consiga aunar todos los gags para que no nos resulten incómodos o fuera de lugar en cada parte de la historia. Al contrario, al repetirlos provoca que esas acciones tomen significados distintos entre sí, como sucedía en Zombies Party. Reverencia y se nutre, a la vez que hace humor sobre ellas, de algunas de las películas de acción más veneradas como La Jungla de Cristal, Bad Boys II o Arma Letal.
Como todo aquello que trata de pergeñar Edgar Wright, Hot Fuzz es una cinta «personaje-centrista«. Comencemos con el protagonista, Angel. Es un ciudadano intachable. El policía más impoluto. Por ello, todo pueblerino se ríe de él por tomarse muy en serio su trabajo y el tipo de vida que debe llevar. Y, a pesar de que esa sea nuestra primera impresión, es realmente una crítica hacia el resto de personajes, que son los que quedan retratados.
No obstante, esto no hace del capitán Angel alguien perfecto. Suele estar solo (su mejor amiga al inicio es una planta). Con el paso de la película, aprende (en parte gracias a Danny) a dejar pasar situaciones e infracciones pequeñas para centrarse en aquellas verdaderamente importantes (la trama conspiranoica que huele a chamusquina en el pueblo o vivir relajado sin esperar ni mucho ni poco de la vida).
Su contraparte en el cuerpo es Danny Butterman (hijo del inspector Butterman). El verdadero problema de este personaje es que se ha desarrollado física y mentalmente a través de su padre y las películas de acción norteamericanas. Desempeña su trabajo de policía de manera respetuosa y frágil, aunque tiene inquietudes sobre aquello que ha visto en la tele y los engaños paternales y hollywoodienses. No obstante, conserva en todo momento la admiración hacia Nicholas y no le juzga por su exceso de compromiso con la ley.
En general, el propósito de la escritura de estos personajes es que el espectador malinterprete las personalidades de éstos a primera vista y necesite una profundización y más revisionados para entender las interioridades de todos. Los villanos, por ejemplo, son presentados como personas amables y mundanas, siempre dispuestas a ayudar al nuevo policía (siempre y cuando no meta las narices en ciertos asuntos escabrosos). Obviamente, al final se desenmascaran como personas desviadas del camino correcto. Sin embargo, los vecinos de la banda criminal no llegan a ser realmente malos puros, sino ignorantes que tienen un complejo de Ozymandias. Hay algo en esta película que llama la atención. No hay muchas obras que traten a la policía como algo más que un obstáculo circunstancial o como aquellos que inhabilitan al héroe momentáneamente (como en Batman o los Vengadores). Aquí, el Cuerpo de Policía, con sus errores y aciertos, se convierte en el verdadero organismo heroico. Aquellos que contribuyen con la sociedad que amparan y que la sirven.
Estos policías no hieren a nadie en pos de un bien mayor (como sí hacen algunos de los ciudadanos). Hacen prevalecer, con Nicholas como prescriptor, la moral imperante en Occidente. Incluso está implícito que hay una visión mayoritaria en la sociedad de que la policía es un impedimento y no una ayuda. Odian a Nicholas porque su modo de ser invalida esa visión tan reduccionista. Consigue algo inusual en el género de acción: que la ley y el orden público se consigan de manera procedimental y a la vez, los policías parezcan estrellas de rock que vencen a los malos.
Las películas de gángsters casi siempre glorificaban al malhechor y desdeñaban a las fuerzas del orden. Películas como El Padrino o Scarface nos invitaban a odiar al FBI y a la DEA. Básicamente, nos ponen en la tesitura de que quien mola es Al Capone y no Elliot Ness. Sin embargo, aquí la dupla protagonista se compone de una especie de dúo policial que hace las veces de Bonnie y Clyde, solo que están de parte de la ley.
No obstante, aún manteniendo esta postura ante la democracia y la consiguiente burocracia, la cinta no blanquea al cuerpo policial. Hace distinciones entre los buenos y malos polis. Entre aquellos con vocación y aquellos que se limitan a beber del sueldo del funcionario.
Además, el desenlace nos habla del concepto de «bien mayor» del utilitarismo o el maquiavelismo de la justificación del fin para el uso de cualquier medio. Es ridículo, pero los ciudadanos harán cualquier cosa con tal de que Sandford sea el mejor pueblo según una revista. Pero, ¿qué significa ser el mejor pueblo? Según estos pueblerinos, mostrar constantemente un hedonismo que nunca llega a ser tal. Una apariencia. Un utilitarismo que no busca el bien común sino una dictadura de la exposición y el engrandecimiento de la hipócrita postura polite de los británicos.
Este grupo criminal ahonda en que gracias a ellos, los datos criminales descienden, y ayudan a crear un pueblo seguro. Pero Nicholas les contradice argumentando que si los datos disminuyen es porque sus fechorías no han sido registradas, y, como tal, esa supuesta paz es eso, una fantasía que no corresponde con la realidad. Y, aunque esto no fuera así y de verdad ayudara a un bienestar general mayor para Sandford, los utilitaristas se están dejando fuera un valioso concepto: la justicia. ¿Tiene que pagar un inocente por lo que una cúpula cree que contribuye a un bien mayor?
Por último, hay un concepto que estas tres películas, pero sobre todo esta, han conseguido poner en evidencia: en inglés existe un término despectivo llamado bromance (amor de hermanos). Qué cosas tiene la vida que no existe en mujeres, pues está normalizado que ellas sean amigas, abiertas y expresivas entre sí. Pero los hombres, que deben permanecer fuera de rango de toda emoción, inventan un término que acerque la amistad más a una relación que a una confianza mutua. Aquí Wright y Pegg ponen de manifiesto el miedo y la inseguridad que produce la homosexualidad masculina a algunos hombres. Porque Nick y Danny confían el uno en el otro y se expresan sus más profundos sentimientos sin necesidad de ser pareja.