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‘Tres’, humanismo asincrónico

Título original: Tres

Año: 2021

Duración: 104 min.

País: España

Dirección: Juanjo Giménez

Guión: Juanjo Giménez, Pere Altimira

Música: Domas Strupinskas

Fotografía: Javi Arrontes

Reparto: Marta Nieto, Miki Esparbé, Francisco Reyes, Luisa Merelas, Cristina Iglesias, Fran Lareu, Julius Cotter, Carmen Méndez

Productora: Frida Films, Manny Films, M-Films

Género: Drama, Fantástico

Ficha en Filmaffinity

Hace poco alguien me dijo que el fuera de campo es esencial para el cine de terror porque es la mejor forma de cristalizar en imagen el miedo al miedo. Hay algo en el plano vacío que nos impacta, como si aquello que nos asustara fuera el cine revelándose contra nosotros, siendo conscientes de que si no tenemos algo que observar probablemente haya algo que nos esté observando. Una de las cosas que más me hipnotizaron de Tres fue de hecho su uso, no abusivo pero si preciso, del fuera de campo. Y obviamente Juanjo Giménez (Timecode) no se apropia de este recuerso de la misma forma en la que lo hacía Jacques Tourneur en la ya canónica La mujer pantera. Si para el francés el fuera de campo es, como decía, una mirada invisible que nos observa, para el catalán es una mirada que ojalá lo estuviera haciendo.

Más allá de su ejercicio conceptual, desbordante de géneros, Tres deposita su esencia en el drama puro, con el humanismo por delante, en una propuesta donde esa apuesta resulta arriesgada. Giménez, a cuatro manos junto a Pere Altimira, construye un cuento sobre la soledad y la incomunicación, sobre la fina línea que separa el amor al arte y la obsesión malsana. Difícil es no entender la historia de C. como un retrato de la ansiedad y la depresión, de esos transtornos (cada vez más extendidos, por desgracia) que deforman la realidad individual, pero no lo colectiva. ¿Cómo no sentirse sola cuando todo el mundo se derrumba, cuando el sonido te ancla a ese tiempo que tanto pesa?

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Fotograma de ‘Tres’ (Foto: Filmax)

Al fin y al cabo esto de remediar desde el cine la asincronía espacio-temporal entre dos individuos no es algo nuevo en la filmografía de Giménez. El ejercicio de Tres coge prestado lo ya presentado en Timecode, subrayando una incomunicación que la imagen digital (en este caso el sonido) crea a la vez que recorta. Nos encontramos ante un costumbrismo que se ve obligado a convivir con fantasmas, a convertirse en una historia de terror. O en un relato de ciencia ficción que invoca tímidamente las paradojas temporales. O en un experimento metalingüistico que corrompe el montaje para reivindicar lo sonoro… Un segundo. ¿Qué es Tres?

Lo mejor llega cuando su premisa, quizás aquello que más haya mantenido la esencia del circuito del cortometraje, actúa de una forma u otra dependiendo del lugar desde el que la queramos mirar. Pero, eso sí, siempre al servicio de la poética y no de la épica, de la contemplación y no de la acción. «Una de las cosas que más me flipan de la peli es que si se la cuentas a alguien se imagina la nueva de Marvel», me comentaba Miki Esparbé sobre Tres.

La cinta es impredecible, pero siempre desde la contención. Señala las distancias, pero siempre desde un humanismo (o un cine) que busca recortarlas a través de unas interpretaciones que tienden la mano al prójimo, con una Marta Nieto insuperable que consigue contener lo incontenible. Cuando la imagen nos separa, el sonido nos une (junto con su disruptor final, la escena de la sala de cine es lo más bonito que vamos a ver este año).

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Marta Nieto, en una escena de ‘Tres’ (Foto: Filmax)

Giménez nos invita a disfrutar de las vistas (¿sonoras?) mientras todo se derrumba pero, a su vez, todo sigue intacto. Me resulta imposible no relacionar ciertas imágenes de la película con la pandemia, sobre todo si recuperamos aquello que hablábamos al inicio del texto sobre el fuera de campo. Una ciudad vacía, un fondo que dibuja desde la ausencia de figuras una melancolía de lo inmediato. Hay algo precioso en reivindicar esas historias ajenas, tan vinculadas a las ciudades, que siempre nos parecieron rutinarias y que, de un día a otro, parecían imposibles. Nada me da más miedo que aquello que lo puede cambiar todo de repente. Nada me da más miedo que el miedo al miedo.

Lo mejor: Diseñar un fantástico humanista con una poética tan atípica

Lo peor: Que alguien añore trazas de épica entre tanta poética

Nota: 8/10